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  1. Praxis

    miércoles, marzo 01, 2006

    ACLARACIÓN FECHADA EN 2017: a lo largo de los años en que fue desarrollándose este blog, las lecturas, la formación y el cotejamiento de nuevas fuentes refinaron algunas posiciones del autor con respecto a ciertos temas. El artículo que sigue es uno de los que actualmente son rechazados por el autor por contener datos incompletos o contaminados por la llamada «leyenda negra» antiespañola. Queda aquí por una mera razón testimonial. Hoy las posiciones del autor en cuanto al papel de la Inquisición española se acogen a las expresadas en libros como Sobre la leyenda negar (Iván Vélez), Imperiofobia y leyenda negra (Elvira Roca).

    © Fernando G. Toledo

    Las cosas por su nombre. Los inculpadores de ayer son los acusados de hoy. Cazadora cazada, la Iglesia carga con la Inquisición como con un lastre. Un lastre que pretende ser arrojado por la borda para volver a ascender a los cielos.
    El negacionismo propio de los apologetas religiosos no es potestad, sin embargo, de la institución oficial, la Santa Iglesia Católica, sino de esos amigos del relativismo insidioso achacan la Inquisición a la pertenencia a su tiempo (Zeitgeist). Que los tribunales inquisidores hayan sido propiciados por un contexto histórico de pugnas internas y externas, y que el provecho constituyera una ayuda a cierta nación, no oculta, sin embargo, las incumbencias de los ejecutores.
    La estrategia suele ser, para quienes no consiguen ocultar la responsabilidad de la Iglesia en la Inquisición, evitar la opinión o considerar tal episodio vergonzante un simple fenómeno de su siglo. Sin embargo eso lleva a olvidarse del sustento “teórico” para la Inquisición: ese sustento fue el religioso. Al llevar todo al terreno de las puras opiniones, y ofrecer como único argumento que no se puede juzgar lo que pertenece a una época distinta de la nuestra, se aboga por un entumecimiento de las perspectivas que puedan asumirse frente a un hecho cualquiera del pasado. Como si realmente uno se parara frente a los hechos con la objetividad de un espejo plano. Eso es imposible. Pero también está de más: podemos juzgar a la Iglesia de antaño porque persiste hogaño. Y con la Inquisición, la religión no estaba haciendo otra cosa que eliminar al “otro”. La aversión por la ajenidad se ha repetido siempre: el de la ciudad distinta es enemigo, el que no se parece a nosotros es enemigo, el que tiene otro color de piel es enemigo, el que gusta de cosas diferentes es enemigo, el que se ríe de los demás es hereje. El que cree en dioses que no son los nuestros es enemigo. El que no cree en dioses es despreciable.
    Cualquiera que vaya detrás del rigor histórico, podrá intentar “entender” a la Iglesia al punto de encontrar las razones que la llevaron a imponer la Inquisición: el intento desesperado por mantenerse, el abuso propio de un culto instaurado en el poder, el típico delirio de los que se creen dueños de la verdad y administradores de ésta. Ayer y hoy. Y siempre.
    Sí: se podrá clamar porque a la Inquisición no se le llame “aberración”. ¿Qué hacemos entonces con el Holocausto? Un fenómeno de una época pasada, de un siglo anterior al actual. Seis millones de judíos -no católicos, ésa era la religión del Estado- asesinados de los modos más aberrantes (o “de época”, como se prefiera). ¿Será que hay que evitar correr el riesgo de juzgar con criterios actuales un asesinato en masa de su tiempo? ¿No vamos a juzgar a Hitler, si no a entenderlo? Se lo puede entender, y se lo debe juzgar. La “solución final” del nazismo fue un crimen. Ayer, hoy y siempre lo habría sido. A menos que, gobernados por una Iglesia que consiguiera el poder de la mayoría mundial, nos creyéramos el cuento de que hay una sola religión (o raza, quizás) verdadera, y las otras, ajenas, son enemigas. Y merecen la cámara de gas, o la silla eléctrica, si hay que adecuarse a los tiempos.
    El criterio relativo no debe nublar una última cuestión, no menos importante: que no estamos confundiendo religión con Iglesia. Estamos entendiendo que la Iglesia instituye a la religión. Y cumple sus preceptos. Es en ese sentido que son despreciables ambas. La teoría y la práctica.

    Ver también: La Inquisición y los lavadores de culpas y El Santo Niño y el esperma de Satán.

  2. 4 comentarios:

    1. Anónimo dijo...

      La primera condena oficial a la esclavitud en América la emitió un tribunal del Santo Oficio en el siglo XVII. La Inquisición fue, al menos en este punto, la cuna de los derechos humanos. Pero no se queda ahí.

      Con anterioridad a esta última fecha, gracias entre otros a Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria, ya habían instado al monarca español a cambiar en consonancia la legislación de Indias (1.542), anticipándose en más de doscientos años a la Revolución Francesa.

      Estate atento a este resumen de los logros OBJETIVOS del Santo Oficio, queridos o no por sus promotores:

      1) Regulación de procesos con mayores garantías jurídicas que sus contemporáneos seculares.

      2) Promoción de los judíos españoles a precio de su conversión aparente.

      3) Como se ha dicho, defensa teológica de la humanidad de los indios, que de haberse visto sometidos a una colonización laica habrían sido sujetos sin más del 'apartheid' y el esclavismo, como sucedió en África siglos a venir. La contrapartida fue censurar sus religiones paganas y ritos bárbaros, respetando su cultura e idioma.

      4) Cauterización de conatos de revuelta que podrían haber dado lugar en España a las guerras de religión que desangraron Europa.

      5) Fortalecimiento de la ciencia mediante la represión de prácticas de hechicería y nigromancia. Sobre todo en el ámbito del protestantismo.

      Sobre el relativismo histórico (obvio comentar la grosera comparación con Hitler, quizá el personaje más aludido en las discusiones de toda internet):

      Ayer era delito de lesa majestad ofender al Rey, osadía castigada con la muerte, y nadie considera que esa desproporción autodefensiva sea inherente al poder político. ¿Por qué se teme, entonces, hasta ese punto el poder mucho más constreñido de la Iglesia, que incluso en su apogeo tenía que recurrir al brazo secular para aplicar la pena capital? ¿Acaso no existe la misma continuidad jurídica en la Iglesia Católica que en cualquier Estado moderno como para que éste y aquélla deban acarrear sus faltas? ¿O diremos que ha limpiado la democracia, con peores pecados y mucho más cínicos, los pecados brutales del absolutismo?

    2. Me olvidaba:

      Otros logros inquisitoriales objetivos en España:

      1) Expulsión de los judíos (o conversión forzada e hipócrita).
      2) Caza de brujas.
      3) Persecución de protestantes.
      4) Persecución de masones e ilustrados.
      5) Censuras varias.
      6) Ejecuciones y procesos infundados (incluso bajo su propia ley), con pruebas falsas, sin pruebas, etc. Todo lo que manda el derecho.

      "No crean que he venido a traer paz al mundo. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia."
      Mateo 10:34.

    3. Anónimo dijo...

      Lo malo ya lo sabemos y lo hemos condenado por antievangélico (no hay cambio de doctrina ahora, la hubo entonces y no sin polémica). Aquí el mérito consiste en ver las tonalidades grises, aunque se chafe el panfleto.

      Y con respecto a la cita de Mateo, en fin, para qué hablar. A la vista queda que las parábolas de Cristo siguen confundiendo a los fariseos.

    4. El mérito no es pintar de gris lo que ya fue pintado de rojo hemolítico.
      Los evangelios, al parecer, lo entienden sólo los iluminados o los inquisidores.