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  1. Fernando Fernán Gómez

    jueves, noviembre 22, 2007


    MADRID. - Era el veterano de los actores españoles. Fernando Fernán Gómez se convirtió con su hacer profesional a lo largo de los años en toda una institución. Con su muerte hoy, a los 86 años, el cine español quedó huérfano del que hasta ahora era el actor vivo con más prestigio del país.
    Fernán Gómez había ingresado hace algunas semanas en la sección oncológica del hospital madrileño, pero su familia prefirió no dar detalles sobre su padecimiento.

    El más premiado.
    No en vano era el que más premios Goya acumulaba, además de contar con los Premios Nacionales de Cine y Teatro, el Príncipe de Asturias de las Artes, la Medalla de Oro de la Academia de Cine, así como el Premio Donostia a toda una carrera del Festival de San Sebastián. Y siempre defendió el cine español, su cine, frente a las críticas de algunos.
    Llevaba la actuación en la sangre: su madre, Carola Fernán Gómez, era actriz, y él nació durante una de sus giras, el 28 de agosto de 1921, en Lima. Como lo inscribieron en el consulado de Buenos Aires, tuvo la nacionalidad argentina hasta 1970, cuando se nacionalizó español.
    Estudió Filosofía y Letras en Madrid, pero su vocación era actuar y así lo hizo, aunque la guerra civil española interrumpió su carrera como actor. Pero después del conflicto regresó al teatro, hasta que a principios de los 40 comenzó a dedicarse de lleno al cine, también como director.
    En la pantalla grande debutó en 1943 en la película Cristina Guzmán, de Gonzalo Delgrás. A lo largo de su carrera, trabajó con los directores más destacados del cine español, como Carlos Saura, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga.
    Actuó en casi 200 películas, entre ellas, clásicos del cine español como Botón de ancla, La mies es mucha, Balarrasa, El espíritu de la colmena, Pim, pam, pum, fuego y Mamá cumple cien años. Entre sus películas más recientes destacan La lengua de las mariposas, El abuelo, Todo sobre mi madre y En la ciudad sin límites.
    También dirigió una treintena de películas para cine y televisión, como Siete mil días juntos, El mar y el tiempo y El viaje a ninguna parte.
    Y junto a la de actor, cultivó su faceta de autor. Los domingos, bacanal (1981) fue su debut como autor dramático. Además, escribió novelas como Oro y hombre y relatos como los contenidos en La escena, la calle y las nubes. Además, era el único actor que había ingresado en la Real Academia Española, la mayor institución de las letras hispanas.
    En lo personal, este hombre que en su cabello blanco conservaba aún el recuerdo de la que fuera la cabellera pelirroja quizá más famosa del cine español era también conocido por su mal genio, que, como hombre de carácter fuerte que era, jamás se preocupó por ocultar. De lo políticamente correcto tampoco se ocupaba mucho.
    De nariz prominente y ojos que, pese a haberse ido empequeñeciendo con la edad, mantuvieron el brillo del pícaro, conservó hasta el final ese aire de galán atractivo, que cultivó a lo largo de los años.
    «Yo creo que puede existir perfectamente una amistad entre un hombre y una mujer, siempre que ese hombre no sea yo», declaró en alguna ocasión. En ese plano, en el sentimental, estuvo unido durante años a la cantante María Dolores Pradera. Su otro gran amor fue hasta su muerte la actriz Emma Cohen. Pero de su vida íntima, Fernán Gómez se cuidaba mucho de hablar.
    Tímido, ateo y maniqueo declarado, junto a su particular imagen de Don Quijote moderno quedará también en el recuerdo su voz, que hizo las veces de la del ingenioso hidalgo en una conocidísima serie de dibujos animados. «Prefiero tener un grado de locura como el que tenía Don Quijote y no el de Hitler o cualquier personaje de esta calaña», manifestó una vez.
    En el extranjero también se lo quiso y se lo respetó. En 2005 recibió el Oso de Oro honorífico del Festival Internacional de Cine de Berlín. Esa misma muestra ya le había otorgado anteriormente dos Osos de Plata: en 1977 por El anacoreta y en 1984 por Stico.

    Agencias DPA y AFP



    Escena de Así en el cielo como en la Tierra (1995).


  2. «Usted no sabe más de Dios que yo»

    sábado, noviembre 17, 2007


  3. Gustavo Bueno habla de su último libro

    jueves, noviembre 01, 2007






  4. Sospechas sobre la santidad del padre Pio de Pietrelcina. Revelan objeciones de Juan XXIII


    © Cristina Taquini

    ROMA- Cuatro notas escritas por Juan XXIII relativas a informaciones recibidas sobre el padre Pio, reveladas por el historiador Sergio Luzzatto en el libro Padre Pio. Milagros y política en la Italia del novecientos , despertaron un vivo interés y nuevas polémicas sobre el sacerdote franciscano canonizado en 2002.
    En su libro, de próxima aparición y cuyo contenido ya fue anticipado en la prensa italiana, el autor revela testimonios que sacan a la luz las diversas miradas que en la propia Iglesia había sobre la figura de este santo muy popular en Italia y en otras partes del mundo, incluida la Argentina.
    Las severas acusaciones, que incluyen relaciones con una mujer, no habrían sido atendidas durante los procesos de beatificación y canonización aprobados por Juan Pablo II.
    «Hoy recibí informaciones gravísimas de monseñor Parente con respecto al padre Pio y San Giovanni Rotondo», escribe Roncalli el 25 de junio de 1960, en una de sus notas personales reveladas por Luzzatto.
    «Con la gracia del Señor, yo me siento calmo y casi indiferente como frente a una enorme y dolorosa locura religiosa, un fenómeno preocupante que se encamina hacia una solución providencial» son las palabras del pontífice, que desde hacía tiempo pedía informaciones sobre el sacerdote franciscano.
    «Lo siento por el padre Pio, que de todas maneras tiene un alma que hay que salvar y rezo intensamente por él», dice Juan XXIII en sus anotaciones, en las que revela, alarmado, el descubrimiento de parte de sus informadores de «relaciones íntimas e incorrectas con mujeres que constituyen su guardia pretoriana».
    Hacía meses que el papa Roncalli recibía informaciones sobre el círculo de mujeres que rodeaba al sacerdote, un tema que lo preocupaba mucho más que los estigmas que el padre tenía en las manos, en los pies y en el cuerpo.
    Según el autor del libro, Juan XXIII escribió en sus anotaciones personales palabras de fuego, al sentir que «lo que sucede en San Giovanni Rotondo es un inmenso engaño» y «un desastre para las almas». El informador del papa era Pietro Parente, asesor del Santo Oficio, quien a pedido del propio Juan XXIII había grabado algunas conversaciones en San Giovanni Rotondo, donde el sacerdote recibía ya miles de fieles, no sólo de Italia sino de todo el mundo.
    Los apuntes de Juan XXIII son una de las partes más importantes del libro de Luzzatto, un laico de origen judío ajeno a los ambientes religiosos, que durante seis años estudió la vida del sacerdote de Pietrelcina.
    El investigador evoca la desconfianza que el sacerdote franciscano, de carácter hosco y esquivo, despertó en los pontífices Benedicto XV y Pio XI. Pio XII alentó la devoción, fuertemente contrastada por Juan XXIII. Su sucesor, Pablo VI, le dio «plena libertad» para cumplir con su ministerio y con la gran obra de la Casa Alivio de los Sufrimientos, un moderno hospital al que hoy acuden pacientes de todo el mundo. Por su parte, Juan Pablo II siempre fue muy devoto del sacerdote de Pietrelcina y en su pontificado lo elevó al honor de los altares.
    Los problemas para el padre Pio habían comenzado en 1920, cuando el Santo Oficio había enviado al padre Agostino Gemelli, un jesuita médico y psicoanalista, fundador de la Universidad Católica, a examinar al sacerdote con los estigmas que tanto preocupaba al Vaticano.
    El veredicto del padre Gemelli fue lapidario: «Se trata de un hombre enfermo», un místico de clínica psiquiátrica. Más tarde, el hallazgo de que el sacerdote hacía uso secreto de ácido fénico, una sustancia fuertemente irritante, para curarse las heridas de los estigmas, provocó la sospecha de que se tratara de un caso de autolesiones.
    Estos temas tratados en el libro de Luzzatto ya se conocían, advirtió el estudioso católico Vittorio Messori en el Corriere della Sera , aunque considera que la obra tiene «una gran seriedad investigativa y contempla en toda su importancia el fenómeno del padre Pio».

    Vía: La Nación.