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  1. La Inquisición y los lavadores de culpas

    miércoles, marzo 01, 2006

    ACLARACIÓN FECHADA EN 2017: a lo largo de los años en que fue desarrollándose este blog, las lecturas, la formación y el cotejamiento de nuevas fuentes refinaron algunas posiciones del autor con respecto a ciertos temas. El artículo que sigue es uno de los que actualmente son rechazados por el autor por contener datos incompletos o contaminados por la llamada «leyenda negra» antiespañola. Queda aquí por una mera razón testimonial. Hoy las posiciones del autor en cuanto al papel de la Inquisición española se acogen a las expresadas en libros como Sobre la leyenda negar (Iván Vélez), Imperiofobia y leyenda negra (Elvira Roca).


    © Fernando G. Toledo

    «¿De qué modo la Iglesia ha dominado nuestra vida, tanto pública como privada? ¿Cómo pudieron convertirse los pacifistas de las catacumbas en entusiastas sacerdotes de los campos de batalla? ¿Por qué se fue afianzando la intolerancia hasta el extremo de negar todo atisbo de progreso científico y cultural en el mundo? ¿Cómo sucumbió la filosofía a la dictadura de la teología? ¿Cómo empezó a convertirse la fe en el mayor negocio de todos los tiempos? ¿Qué justificaciones pueden tener las innumerables guerras “en nombre de Cristo” emprendidas por el Estado cristiano?»
    (K. Deschner)

    La Inquisición constituye un emblema de lo que puede suceder cuando la religión se entronca con el Estado. Al suponer las religiones la posesión de una verdad inmarcesible (curiosamente inspirada en un ser irreal), la secuela inmediata de su autoridad es la imposición: de sus verdades, de su credo, de su culto. Y, por ende, el desprecio por quienes cuestionan su verdad, o descreen y rechazan su culto. La Iglesia Católica ha dado muestras históricas de esa naturaleza exclusiva, y uno de los rostros más definidos de ese desprecio es la Inquisición, aunque ahora muestre otras caras gemelas en la discriminación hacia los homosexuales, en la repulsa a quienes usan métodos anticonceptivos o, incluso, hasta la condena a los sectores de su propia órbita que tienen tendencias políticas «progresistas» (franciscanos).
    La Inquisición es la piedra en el zapato de la predicada bondad y diafanidad de la religión que se pretende propietaria de una verdad fundada en un mito, el de Cristo, y esa prepotencia (lat. proepotentia: poder superior o abuso de tal poder) legitima sus acciones y tacha de ilegales las contrarias. Como constituye una mancha que se supone imposible para la religión «custodiada por Dios», la Inquisición ha sido objeto, en los últimos tiempos, de un revisionismo interesado en diluir sus crímenes, mediante estrategias diversas: desde la relativización de su culpa por razones históricas hasta la instalación de la idea de que sus prácticas fueron leves y hasta intrascendentes.
    El cristianismo es la religión más popular del planeta, y dentro de ella, el catolicismo supo obtener una porción notable de poder. Esa influencia llega hasta nuestros días y por eso no es extraño que incluso muchos historiadores católicos, quizá influidos (conscientemente o no) por su propia visión parcializada, tiendan a cumplir la función de lavadores de culpa, iguales a los lavadores de dinero.
    Es evidente que las víctimas de la Inquisición, y en especial de la española, son muy difíciles de precisar. Pero tan irresponsable como ofrecer números de los asesinados por la «religión del amor» es buscar no ya sólo desdibujar su pasado, sino incluso elogiar a esa institución que buscaba extirpar a los disidentes para asegurarse su poder. Creerla merecedora de elogios por ser ordenada y cuidadosa a la hora de castigar a sus, por definición, inocentes víctimas, parece ridículo.
    De lo que no quedan dudas es de que la Inquisición, y en el caso que vamos a tratar, la española, se cargó con numerosas vidas humanas, con la única excusa de que esas personas opinaban que no debía aplicarse una religión de manera totalitaria (los «herejes», los «marranos», los «falsos conversos», etc.), o porque sufrían enfermedades mentales o hasta algunas que ni por una cosa ni por la otra, pues eran ejecutadas por «error».
    Lo importante de todo a la hora de leer una historia de la Inquisición es no asumir cifras ni datos al azar. Las investigaciones, no todas desinteresadas, dan resultados diversos: así como algunos suponen que las víctimas fueron 5.000 entre los años 1540 y 1700 de nuestra era, otros proporcionan números alarmantes: 185.328 es la cifra que ofrece Juan Antonio Llorente, en su ya célebre y no menos criticada Historia crítica de la Inquisición en España (1817). Para Wicasta Lovelace, el número total de víctimas de la Inquisición europea es todavía más impresionante y quizá exagerado: 600 mil ejecutados. Al mismo tiempo, hay textos que dicen que por un lado la Inquisición española celebró en esos 160 años unos “44.674 juicios”, para poco después asegurar que «de los 125.000 procesos de su historia, la Inquisición española condenó a la muerte a 59 “brujas”». Si es por ofrecer números, hay para todos los gustos. Y si, como dicen algunos, «no se puede calcular el número de personas afectadas por la Inquisición», no habría en principio un número más válido que el otro, a menos que alguno de ellos sobrepase la cantidad total de población europea en ese entonces.
    Importante también es saber que la Inquisición no sólo ejecutó a las llamadas brujas, sino que ellas sólo fueron una porción de los blancos a los que apuntó la religión. Así, es acaso erróneo pretender separar fehacientemente la autoría de las ejecuciones (civil o eclesiástica), en una época donde Iglesia y gobierno actuaban a la par, la una para manejar al otro, el otro para satisfacer a la una, ya que eso equivalía a estar en gracia con el Altísimo.
    Aun así, el castigo a las «brujas» fue una obsesión, sobre todo porque su cacería estuvo inspirada en un notorio volumen escrito por la orden fundada por quien sería nombrado santo por la Iglesia: Domingo de Guzmán. El mismo personaje que siglos antes había encabezado la lucha contra los albigenses (entre los que se contaban «herejes» y cristianos) bajo la lógica de que «Dios reconocerá a los suyos», sería el padre moral de un libro editado en 1486 por dos monjes de su orden, y considerado una verdadera «guía para inquisidores», el Malleus Maleficarum, o Martillo de las brujas, verdadero breviario para reconocer a una cultora del Mal. Domingo de Guzmán, «soldado» del papa Inocencio III, es paradigma de lo expresado anteriormente: no sólo las brujas eran blanco de los primeros inquisidores, entre los que se contaba el «santo». Es que, además de los albigenses, la Iglesia persiguió ferozmente a los waldenses (seguidores de Pedro Waldo), a los fraticelli (escición de los franciscanos) y, obviamente, a los judíos.
    El tema de los judíos nos permite volver a la para algunos «elogiable» (sic) Inquisición española. España tuvo a un inquisidor que le hizo sombra al propio Santo Domingo: Tomás de Torquemada. El «insolente y fanático Torquemada» (Llorente dixit) persiguió a los judíos con inusual furia. Nombrado como primer inquisidor de España por Fernando de Aragón en 1483, Fray Torquemada se rigió por el Manual de inquisidores de Nicolau Eimeric (1376) y redactó un decreto que firmaron los Reyes Católicos para expulsar a los judíos que no se convirtieran al cristianismo, además de perseguir a los «marranos» acusados de haberse convertido pero seguir practicando el judaísmo «en secreto» (sic). La firma de ese decreto incluye una anécdota que pinta de cuerpo entero a la Iglesia que había nombrado a su inquisidor a instancias del Papa Sixto IV: cuando se decretó en 1492 la orden de expulsión a los judíos, dos eminentes representantes de esa religión en España, Abraham Señor e Isaac Abravanel, quisieron convencer -mediante una jugosa suma de dinero- a los reyes de que aboliera la orden. Pero Torquemada se enteró y fue a increpar a los soberanos. Pedro Mártir (en su Epistolario) cuenta que gritó: «¡He aquí el crucificado al que el perverso Judas vendió por 30 monedas de plata. Si aprobáis ese documento [de derogación], lo venderéis por una suma mayor. Yo renuncio a mis poderes, nada se me imputará. Pero vos responderéis ante Dios!». Javier Pérez Escohotado observa: «Semejante reacción tendría su razón de ser en el hecho de que al parecer, el texto del decreto había sido redactado por el propio inquisidor general».
    Sólo Torquemada quemó a unas «2.000 personas» (enciclopedia Encarta) y persiguió judíos: ésa fue su especialidad. Protagonizó escándalos por crear falsas pruebas y su «exagerado celo y un obsesivo rigor» lo llevó a vigilar a los judíos que no se hubieran convertido, y hasta procesó «por simple sospecha de judaizar a las personas de la familia de los obispos de Segovia y de Calahorra» (Escohotado).
    La cuestión es clara: más allá de los números (si la Inquisición española mató más o menos que la francesa, si fueron tres o doscientas las víctimas), hay que distinguir dos cosas: que aun cuando las condenas no provinieran de los autos de fe (ver el óleo de Pedro Berruguete que representa un proceso encabezado por el mismísimo «santo» Domingo de Guzmán), eran llevados a cabo por los tribunales civiles, en los que la Iglesia tenía competencia. Por otra parte, cabe recordar que la Inquisición representaba a una religión llamada «la del amor», cuyo Dios supuestamente encarnado había dado como mandato principal el remanido «amaos los unos a los otros» y que había profetizado que los cristianos iban a ser «perseguidos» en su nombre, sin prever (vaya divinidad tan poco previsora) que los no cristianos iban a ser todavía más perseguidos a costa de su nombre.
    A fin de cuentas, es peligroso utilizar algunos términos a los que la Iglesia se juega las cartas para lavar su imagen: considerar primero a la Inquisición una «leyenda negra» para después intentar demostrar que no fue tan negra y que fue sólo una leyenda. Es insolente también desviar el asunto a cuestiones laterales: si la Inquisición observaba una escrupulosa burocracia, si era efectiva, o si era «cuidadosa» al implementar los tormentos. Van a leerse cosas de la Inquisición (española) como que «el tormento se basaba en el principio de producir dolores agudos sin causar heridas ni daño corporal de consideración», que sólo en casos «extremos» (¿?) se empleaba el tormento, que el Santo Oficio era «más benigno» (sic) que la justicia general, que el régimen de los prisioneros (como si en el hecho que fueran prisioneros no estuviera la verdadera gravedad) era «indulgente» o que «el trato era tolerable».
    La Inquisición existió y nadie lo duda, fue sangrienta con sus perseguidos, torturó y asesinó sin pruebas o basándose en acusaciones falsas -aparte de carentes de legitimidad moral, no sólo por contradecir su religión sino por basarse en ella-, incluso con procesos tan viciados que eran repudiados en la época (el propio Papa Alejandro VI, Borja, fue apelado por la crueldad de Torquemada).
    Hoy, los mismos que abogan por una revisión histórica sin juicios de valor por los procedimientos «de época», buscan disimular la ilegitimidad básica con que se planteó la existencia de esta institución, que sirvió a la Iglesia y al Estado, y fue parida en un intento desesperado por mantener el poder de una religión que se veía amenazada por el surgimiento de otras rivales (como el luteranismo). Intentar hoy atemperar su sangrienta estela constituye un ejercicio peligroso si se lo compara con otros intentos similares por tratar de reescribir la historia corrigiéndola. El hecho de que la propia Iglesia, luego de rebautizar a su tribunal inquisitorio como Congregación para la Doctrina de la Fe, se haya visto obligada a un histórico pedido de disculpas debería bastar a aquellos que pretenden disimular los errores pasados con la excusa de un supuesto rigor numerario. Que cada cual se calce su sayo.

    Ver también: Praxis y El Santo Niño y el esperma de Satán.
    Además: A favor de lo contrario.

  2. 18 comentarios:

    1. Anónimo dijo...

      Una cosa que siempre siempre me irritó profundamente del catolicismo con el que crecí durante mi estancia en colegio religioso, y más aún ahora en las casiones en que me asisto a alguna boda canónica, es el momento de la misa en que los asistentes (que se lo creen) cacarean mecánicamente la letanía esa de "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa". Ya de niño me dejaba con el ceño fruncido preguntándome "¿Mi gran culpa DE QUÉ?" y ahora, cuando miro a los mascullantes repetidores, sigo preguntándome "Su gran culpa ¿de qué?" Como mucho será de no pensar.
      Es lamentable, a mi modo de ver, que el hecho de profesar esta religión implique de antemano una culpabilidad constante y asumida. No es de extrañar que un tribunal de naturaleza religiosa partises de la base, a diferencia de un ordenamiento jurídico laico, de que todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario. O para ser más fiel a los hechos, que todos son culpables aunque se demuestre lo contrario.
      Al menos quí todos sabemos de qué va éso...de la culpabilidad viene el miedo al castigo (el eterno y el terrenal), del miedo al castigo viene la oberdiencia y de ahí devienen el poder y control absoluto. El hecho de que no sólo la Inquisición católica, sino también los protestantes (Calvino fue un gran "inquisidor" sin serlo)e incluso los anglicanos ejerciesen éste tipo de actitud con igual crueldad pero menos fama que la Inquisición, cosa que conviene señalar, nos avisan del carácter controlador que conforma el objetivo real de la religión.

    2. PRIMO:
      Esa degradación implícita en el concepto de "pecado original" no encuentra correlato, sin embargo, en la visión total del fenómeno eclesiástico. Porque al mirar a la Santa (sic) Iglesia y su pasado, el mecanismo que salta para su defensa es la idea de pertenencia a su tiempo (que es real y hay fenómenos que tienen su explicación por ello) y también la negación de esas cosas que sí son "por su culpa, por su gran culpa". No te costará mucho encontrarte con intentos de limpiar la imagen de la Iglesia incluso en un asunto tan propio de ella como fue la Inquisición, que sirvió a la religión y al Estado. ¿Cómo puede ser que una institución que es una especie de sucursal de la divinidad en Tierra haya practicado el crimen? ¿Cómo puede ser que, luego de practicado, la estrategia consista no siempre en pedir perdón, sino en negar la responsabilidad? Me recuerda a los militares golpistas de mi país y sus defensores. 30 mil personas "desaparecieron" bajo sus siete años de Proceso de Reorganización Nacional (sic). Hoy no faltan aquellos que digan que los "desaparecidos" o no fueron tantos o no fueron inocentes, como si con ello se salvara el "crimen original", el terrorismo de Estado.

    3. Anónimo dijo...

      La perdición del hombre es el olvido. Decía Woody Allen que la comedia se puede formular como "tragedia + tiempo". Algo parecido puede aplicarse a lo que comentamos: Tragedia + tiempo = minimización. Aunque haya un empeño social y mediático por mantener vivo el recuerdo parece que el fenómeno es inevitable, como en el caso del Holocausto.

    4. PRIMO:
      Pero si el olvido es natural, no lo es la pretensión de corregir el pasado, como sucede en ambos casos (Holocausto, Inquisición).

    5. Anónimo dijo...

      Que no se me malinterprete, por El Gran Pitudo. No lo excuso porque sea natural. No lo excuso, punto. Está en manos de la civilización educar y evitar comportamientos que se dan en estado natural, por ende SALVAJE. Y es precisamente el concepto de civilización lo que nos separa de ser unas bestias (o debería).

    6. PRIMO:
      Te he entendido bien, me parece. Sólo quise insistir en que, además de entender cada fenómeno y cada época, hay que tomarles la palabra a quienes predican la bondad y la verdad, y practican el crimen y el dogma, o disimulan los errores para luego asestar el zarpazo diciendo "nada de esto ha pasado".

    7. A propósito de todo:

      Recomiendo la lectura del artículo "Hasta nuevo aviso", de Manolo Saco en su Saco sin Fondo.

    8. Anónimo dijo...

      La Iglesia, al menos en Occidente, ha supuesto siempre un obstáculo a toda pretensión de césaro-papismo (aunque más laxamente pasada la guerra de las investiduras, tras la cual el papado anduvo feudalizándose hasta la Reforma). La disputa con los arrianos, por ejemplo, fue también un modo indirecto de preservar la independencia eclesiástica frente a quienes veían en Cristo a un mero humano, sin dignidad suficiente para nombrar sucesores que estuvieran por encima del orden secular. Tampoco hace falta que diga lo bien que supieron aprovechar los musulmanes las enseñanzas de Arrio.

      Sin ese terrible reinado que tan de oídas conoces o bien habríamos sido barridos política y culturalmente por los bárbaros tras la debacle del Imperio, o bien formaríamos parte de la media luna del Islam (no faltó mucho). Incluso Nietzsche admitía que el cristianismo había permitido el refinamiento de las pasiones humanas, así como cierto escepticismo poco dado a exaltaciones fanáticas (consecuencia de haber tenido que integrar un legado filosófico tan heterogéneo) y un afán por la verdad -según él, enfermizo- que estaba en la base -también según él- de la decadencia tardía de las religiones. Rechazar el cristianismo de raíz es ponerse por montera (como hizo Nietzsche) a Sócrates, a Platón, a Séneca, a Sófocles, todo el movimiento romántico... Abrazar corrientes nihilistas, en cambio, puede significar cualquier cosa, banal o trágica, pero sus efectos sobre la civilización son letales. Bastó un siglo desde el comienzo de la era industrial para desintegrar Europa y reducirla a cenizas y entelequia.


      http://justicia.bitacoras.com

    9. Anónimo dijo...

      Fernando,ahi se te atraveso otra vez danielito, lidia tu con él.

      Sobre esto de la inquisición y el holocausto, aveces me pongo a pensar que lo que hace falta es historia de la buena. Entendiendo por tal algo casi imposible: una historia neutral. A falta de ella, no importa que tengamos historias faccionalistas, pero al menos que tengamos la version de todas las facciones. Por ejemplo, me parece, una atropello de marca mayor el poner en prision a un Historiador, por antisemita que sea, cuyo crimen es discutir el holocausto, epecialmente en lo que tiene que ver con el numero de victimas. Esto acaba de ocurir en Autria. Esto me viene a la mente cuando viendo tu post me recorde de un libro que lei hace un tiempo:
      A Vanished World de Cris Lowney, sobre la España medieval donde para mi sorpresa, me entere que el autor de la creacion de la Inquisicion Española no fue la Iglesia, sino los muy catolicos Fernando e Isabel. Hasta ese momento, la inquisicion era un proceso investigativo que se abria frente a problemas percibidos y que finalizaba, pero a partir de España se tranforme en una Institucion estable y estructurada por instigacion y presión de tu tocayo y su consorte, y validos del ya importante peso de España en el Iglesia catolica y contra la voluntad de Sixto IV, quien se dio cuenta del monstruo que habia creado y demando reformas a las autoridades españolas, pero no pudo con F e I. Tuvo hasta qe meterse una bula por el fondillo y designar a Torquemada Inquisidor de Castilla y Aragon. Sixto IV se dio cuenta de calquier cosa podia pasar si:

      ' Los fondos que te sostienen tu institucion vienen de la extorsion a los acusados. Lo menos que se puede decir es que hay un conflicto de interes

      ' La tortura y la hoguera no son buenos metodos para buscar la verdad y promueven la delacion hasta de la madre. Aunque la tortura y la hoguera entonces eran costumbre vieja.

      ' Al menos tienes que saber de que te acusan, tener un defensor y que tu juicio sea publico y no secreto.

      Solo un Dominico puede concebir algo tan kafkiano antes de kafka.

      Bueno, lo demas que pasó ya lo sabemos.

    10. SIMBOL:

      En otro lado discutí sobre estos temas con un interlocutor que también me trajo a cuento el asunto de "¿a quién le convenía la Inquisición, a la Iglesia o al Estado?". La cuestión que yo pongo a consideración tiene que ver con ello, pero va más allá. Evidentemente, la Inquisición sirvió a los dos intereses: los eclesiásticos y los estatales. La llegada oficial de la Inquisición a la Madre Patria se dio por ambas vías. Era útil. Pero que lo imponga un estado monárquico, por más católico que sea, es una cosa. Que en él tenga incumbencia la Iglesia, la representante terrenal del reino de los cielos, eso es lo que yo critico. Porque el traslado de responsabilidades es utilizado por los apologetas -entre ellos el interlocutor de que te hablaba- para eximir a la Iglesia de sus responsabilidades. Olvidando, por caso, que más allá de quien se aprovechó mejor de ella, sin la institución religiosa, la Inquisición no habría existido -el Vaticano ha reconocido que "con el término Inquisición se designa al conjunto de tribunales eclesiásticos que por expresa delegación papal tenía jurisdicción para juzgar el delito de herejía"-.
      Lo que reclamo es que la Iglesia no debió entroncarse con el poder para instaurar la Inquisición, pues sus procedimientos son opuestos a lo que predica.
      Con respecto al Holocausto, en la Argentina hay un procedimiento similar. Claro que no estoy seguro de si fueron 30 mil los "desaparecidos" por la postrera dictadura militar, pero que hayan sido menos no quita la responsabilidad militar en ese paradigmático "terrorismo de Estado".

      P.D.: Con los trolls, a pesar de mis titubeos iniciales, no vuelvo a lidiar. Sobre todo si insisten en comportarse como trolls y pegotean textos que no saben defender en sus propios blogs.

    11. Anónimo dijo...

      "Olvidando, por caso, que más allá de quien se aprovechó mejor de ella, sin la institución religiosa, la Inquisición no habría existido"

      Tampoco habria existido sin el apoyo del Estado. En realidad, la inquisicion actuaba, finalmente a traves un brazo secular, las autoridades laicas. Y en muchos casos fue impulsada o frenada por el Estado, es decir reyes y señores, de acuerdo a sus intereses. De paso hay que decir que ya en 1300 la Ley canonica, o sea la ley que aplicaba la iglesia catolica a sus miembros , era contraria la pena de muerte y a la tortura, mientras las leyes laicas aplicaban pena de muerte y tortura. Esta fue la fuente del pleito entre Felipe IV de Francia y Bonifacio, ya que el primero queria aplicarle a los curas torura y muerte. O sea lo mismo que a los laicos.
      La estrecha relacion y retroalimentacion iglesia-poder laico en Europa y America, solo comenzo a debilitarse luego de la revolucioon norteamericana y la Francesa, y el concepto de separacion estado-religion es moderno. Recordemos que todavia hoy Isabel II es cabeza de la Iglesia oficial, la Anglicana, en Inglaterra. Y que los principes alemanes estimularon la reforma luterana por razones economicas y politicas. Sin su apoyo, Lutero no habria podido hace nada.

      Con esto lo que quiero decir es que uno podra ser todo lo ateo que le de la gana, pero para mi no es una vision historica correcta, ver fenomenos como la inquisición, al margen de sus causas o explicaciones, verlos como "principalmente" religiosos, porque en muchos casos no lo son y ademas es verlos fuera de contexto. Por ejemplo las llamadas gerras religionas de los siglos XVI y XVII, fueron todo menos religiosas. De hecho, en algunos momentos, lo católicos franceses estaban peleando contra los catolicos españoles, aliados con los protestantes alemanes. En otro momentos los arreglos podían ser igualmente sorprendentes y aunque la excusa inicial fuera religiosa, el transfondo no era otra cosa que intereses economicos, nacionales o dinásticos.

      Cierta crítica a la religion olvida que en muchos casos, ésta no fue otra cosa que un instrumento voluntario o involuntario del poder instituido, especialmente dirigido a la domesticacion y control del rebaño, o sea un ministerio de propaganda y de policia del pensamiento, en terminos modernos. Una pregunta Interesante es por ejemplo, porque fue España el pais donde la Inquisición cometio los mayores desafueros, inclusive desde antes de que se se desatara la reforma luterana y la consecuente contra-reforma? No tendra que ver el hecho con monarcas especialmente poderosos y especialmente fanaticos como Fernado, Isabel, Carlos V y Felipe II?, Te recuerdas que Carlos V, con todo y lo fanatico le entro a saco a Roma? La iglesia manejaba a Carlos V, o Carlos V a la Iglesia?

      Franco manejaba a la iglesia, o la iglesia manejaba a Franco?

      Me parece que ver la historia solo a traves de los lentes ateos,puede llevar a ver la religion como la causa de todos los males, o como una institucion "especialmente" culpable porque su mensaje es el de la bondad y por lo tanto sería inconsistente con fenomenos como la inquisición. La verdad es que no estoy seguros de que sea valido, historiograficamente hablando, juzgar una institucion de 1500 con los valores y practicas del siglo XXI. Por supuesto que desde el ateismo, es muy sabroso, y tacticamente productivo, enrostrarle a los curas de hoy sus pecados de ayer, pero no estoy seguro de que eso sea intelectualmente honesto. Como no es intelectualmente honesto echarle la culpa a Ralsa de los mastines que los conquistadores españoles le echaban a los indios y que iban directo a los testículos.Y en cuanto al problema importante para un ateo, de si dios existe o no, el comportamiento de la inquisicion es absolutamente irrelevante. Nada de lo anterior significa sinembargo que estudiar la inquisicion, como fenomeno histórico, no sea importante. Pero sin gríngolas.

    12. SIMBOL:

      Pero la condena histórica (o a partir de la Historia) a la Iglesia por la Inquisición no tiene, necesariamente, que ver con el ateísmo de quien la expide. Son los mismos católicos, muchos de ellos por lo menos (no los negacionistas contra los que van dirigidos los artículos), los que lamentan que una institución de la "religión del amor", la sede divina en Tierra, haya estado entrometida en los crímenes por más que en la época fueran más comunes de lo que son ahora. Torquemada era un monje y su furia ignoraba o parecía importarle poco el servicio efectivo que pudiera prestar su saña a España, valga la lagaña (digo, la rima).
      Con respecto al fanatismo (¿quién fue más, Carlos V o los Católicos?), Beatriz Cornella, en La Inquisición española, dice lo suyo: "La Inquisición se documenta en España desde 1242, controlada por los obispos, pero no es hasta la época de las Reyes Católicos cuando su actividad toma consistencia. La causa principal de que los Reyes Católicos pasasen a controlar el tribunal fue la creciente tensión entre judíos, conversos y cristianos, que a fines del siglo XV provocaba ya crecientes altercados y desórdenes. Durante el reinado de Carlos V la Inquisición demostró escasa beligerancia, quizás por influencia de Erasmo y los humanistas. Es con Felipe II cuando endureció extraordinariamente su actuación, por temor sobre todo a los brotes de protestantismo, que en la Europa central y nórdica habían dividido ya a los cristianos en sangrientos conflictos. Con los Austrias menores su actuación fue progresivamente decayendo. Una vez contenida la marea protestante, la actividad del tribunal se limitó al control de los extranjeros reformistas, los judeoconversos de Portugal, el problema morisco y los escasísimos brotes de brujería en algunas zonas rurales del norte peninsular".
      El periodista Antonio del Cano, dice en una reseña al libro de Cornella: "Aun así, no cabe duda de que es un tremendo contrasentido, ya percibido por los más lúcidos de los contemporáneos de la Inquisición, el propósito de imponer por medios violentos las creencias religiosas". Y ése es el reclamo: me parece que a esta altura podemos jactarnos de entender bien el fenómeno de la Inquisición, y el entramado poderoso que conformó la corona y la Iglesia. Que la reacción, muy de su tiempo y todo lo que merezca decirse, haya conformado ciertos beneficios y algunos maleficios a la fortaleza (¿?) de España, no mengua la crítica a la institución religiosa que se entroncó con el Estado para una práctica, ahora y antes, criminal. ¿Ahora y antes? Sí: cuando se elige borrar del mapa a los cátaros herejes, la cuestión comporta una brutalidad ya por ese entonces advertida. Sobre todo, por supuesto, por las víctimas.
      La siempre saludable puesta al día de las razones que llevan, en cada tiempo, a entender la metodología del poder, sirve hoy, según algunos, para directamente eximir a la Iglesia de todo lo que tuvo de dañino. Una religión que se hace cargo de las penas de muerte tiene que hacerse cargo de por vida de lo que eso significa.

    13. Anónimo dijo...

      Si te he entendido bien, un acto o una serie de actos poco caritativos por parte de sus miembros jerárquicos servirían para falsar que determinada religión sea "la del amor", según predica de sí misma. Pero afirmar eso entraña un gran desconocimiento de la naturaleza de la Iglesia, que nunca se planteó, como querrían los fariseos, a modo de cuerpo puro e inmaculado entre cuyos componentes sólo cupiera encontrar seres sabios e irreprochables.

      Toda tu crítica parte de esta falsedad y, por tanto, cae en saco roto.

    14. Anónimo dijo...

      La cita de la señora Cornella, parece darme la razón a mi, pero ademas ella dice otras cosas como las que siguen:

      "Es preciso advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de otra actitud muy distinta a la ya expuesta; me refiero a la ignorancia histórica, la falta de contextualización de los hechos, el desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, la escasez de estudios comparativos entre la justicia civil y la inquisitorial... Todo esto contribuye a formar no sólo una polémica justificada sino una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición."

      Ademas, agrega, muy cristianamente:

      "Afortunadamente, el cristianismo, a diferencia de las ideologías, tiene siempre una doctrina buena, cierta y definitiva que le permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir algunos de sus miembros: el Evangelio."

      http://www.conoze.com/index.php?accion=contenido&doc=46

      En cuanto a que Carlos V y la Inquisicion se restringieran por causa de Erasmo, me dio risa al leerlo. Erasmo siempre anduvo en la cuerda floja y se cuido muy bien de ponerse fuera del alcance de la inquisición ya que se le acusaba de simpatias hacia Lutero y ademas de ser su ideólogo. De él se dijo que "puso el huevo que incubó Lutero". A lo que Erasmo respondió que el había esperado "otro tipo de ave". A mi personalmente, siempre me ha parecido que Erasmo fue un cobarde, ya que fue el ideologo de la reforma y depues se asusto de lo que habia producido. Pero el miedo es libre.

    15. IRICHC:
      Lo que sirve para falsar la religión es reconocer que los Inquisidores estaban siguiendo los evangelios ("conmigo o contra mí", "más vale que le cuelguen una piedra de molina"). Teoría y práctica.

      SIMBOL:
      Doña Cornella lo que parece decir es que hay tergiversación (lo que conforma la leyenda) pero no en la "responsabilidad" de la Iglesia, aunque la traslade a "alguno de sus miembros" y no a la institución en sí. Esto es otra de las estrategias que denuncio en las notas. La tendencia a la eximición. Una cosa es quitar la mugre (lo que sea leyenda o mentira), y otra quitar la responsabilidad. Visto así, ya puedo conceder que habrá diferencias entre un ateo y un católico si se va a hablar de la Inquisición.
      Con lo de Erasmo, te doy la razón.

    16. Anónimo dijo...

      NO ES POSIBLE DIGAN LO QUE DIGAN

    17. YASHUA:
      ¿No es posible qué? ¿Es decir que a usted no le interesa razonar un poquitín sino sólo decir "digan lo que digan no me importa"? En el post hablo del negacionismo, justamente.

    18. Gabriel dijo...

      Me tomo el atrevimiento de linkear a mi propio blog, donde traduje un pedacito mínimo de ese compendio de sabiduría medieval que es el Martillo de las Brujas. Cualquiera que esté en contacto con mujeres (o las mujeres mismas), no pueden dejar de reconocer que algo de verdad encerraban esas páginas.