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  1. La materialidad de la conciencia

    domingo, enero 01, 2006

    © Fernando G. Toledo

    La piedra de la discordia fue una frase: “La conciencia es producto de lo material”. ¿Qué tiene de escandalosa esa afirmación? Nada. Sólo algo que lo niegue podría ser hoy motivo de discusión. Y es que sobre todo a partir de los admirables avances en las ciencias neurológicas, la comprensión de la mente humana ha ido dilucidando muchos viejos enigmas. Y una de las hipótesis que ha desterrado es la de su “inmaterialidad”. No basta decir que la cuestión no nos soprende a los materialistas (que llevamos una ventaja: podemos dar pruebas de lo que afirmamos), pero sí a los dualistas, que postulan la existencia un alma espiritual y distinta del cuerpo físico.
    A un visitante de Razón Atea, por ejemplo, la aserción le pareció osada, casi insultante. “¿Dónde están las pruebas de que la conciencia es algo material?”, desafió. Y le fueron ofrecidas las fuentes: investigaciones que muestran cómo va dilucidándose el mapa mental, siguiendo trabajos que llevan por lo menos tres décadas, y que dan cuenta de que nuestras ideas son producidas por el trabajo laborioso de nuestras neuronas. Nada fantasmal, nada que no salga de esa materialidad, subyace en esa abstracción que llamamos “conciencia”. Pero a nuestro comentarista no le bastó la prueba puntual, y contraatacó con opiniones. Opiniones respetables, claro: las de John Eccles, neurólogo, creyente, y premio Nobel de Medicina en 1973. A Eccles le parece que hay más, una especie de espíritu o alma que anida (¿cómo lo hará en algo material si no lo es?) en nuestras ideas. Las razones: que hay mucho que no conocemos. ¿Es eso una prueba? Claro que no. Lo que ignoramos es una exclusión, no una evidencia. Sin embargo, Eccles, sus seguidores y nuestro visitante, parecen sostener su creencia (“la conciencia es espiritual”) en cualquier pequeña hendija sin cubrir por la neurobiología.
    Por si fuera poco, Eccles va más allá, y anuncia pomposamente que la evolución no explica todo, que ha de haber un diseñador trazando el camino de la vida y que, claro, la autoconciencia jamás será explicada materialmente. Una afirmación que a esta altura ya es tozuda, si ignora todas las explicaciones ya ofrecidas.
    El desarrollo cerebral de la especie humana es nuestro logro evolutivo. Nuestro cuerpo no es ni tan fuerte, ni tan veloz, ni tan ágil, ni tan inmune. A cambio, el cerebro lo ha dotado de gran inteligencia y de autoconciencia. Esa autoconciencia tiene sus fallas: como se constituye en un puente entre el hombre y el mundo exterior, corre el riego de confundir al mundo con el puente, cuando no con el propio sujeto. En ese error (como si alguien confundiera la foto de una persona con la persona misma) se funda acaso el vicio de considerar a la conciencia algo que excede al cuerpo. Los nombres que suele tomar esa conciencia hipostasiada es “alma”, “espíritu”, “ánima”. Un concepto que convierte a la mente en una especie de forma sin su correspondiente figura.
    Pero la ciencia ha develado el error: “considero a la mente inseparable del cerebro”, ha sentenciado, por ejemplo, el experto F.J. Rubia, en El cerebro nos engaña. “La división de la realidad en antinomias, es decir, en términos contradictorios […] es fruto de la actividad de una parte del cerebro, a saber, del lóbulo pariental inferior, por lo que cabe suponer que la distinción entre cerebro y mente también es producto de esta estructura cerebral […] La inmensa mayoría de las actividades del cerebro se realiza ordenando el mundo en antinomias”, ha dicho también, al respecto de la tendencia al dualismo (cuerpo-alma, cerebro-mente).
    En nuestra corteza cerebral, allí donde se da cita una maraña de “cables” neuronales que transmiten pulsos eléctricos e intercambian su química, allí se produce lo que llamamos conciencia. No hay un alma inmortal que tengamos insuflada: todo es materia o energía.
    “El contenido de información del cerebro humano expresado en bits es probablemente comparable al número total de conexiones entre las neuronas: unos cien billones (1014) de bits”, ha ilustrado Carl Sagan en Cosmos. “Hay muchos valles en las montañas de la mente, circunvoluciones que aumentan mucho la superficie disponible en la corteza cerebral para almacenar información en un cráneo de tamaño limitado. La neuroquímica del cerebro es asombrosamente activa, son los circuitos de una máquina más maravillosa que todo lo que han inventado los hombres”, ha explicado.
    Christopher Koch, quien escribió junto al eminente Francis Crick (ver aparte) el libro La búsqueda científica del alma, ha sido contundente: “Es evidente que la conciencia nace de reacciones bioquímicas del cerebro”.
    ¿Eso explica todo? Claro que sí. Y claro que no. Cuando la neurobiología avance hasta trazar el imponente mapa cerebral completo, la idea del alma o de alguna “conciencia espiritual” podrá quedar desterrada, aunque la cuestión puede adquirir todavía más riqueza. Michael Reiss, científico y religioso, ha dicho que afimar que la conciencia se reduce a procesos materiales equivale a “decir que una catedral es un conjunto de piedras y vidrios. Cierto, pero se trata de una constatación simplista”. Tan simplista como su comparación, puesto que si ignorásemos que una catedral se compone de ladrillos y cruces, sería un error darle a su estructura otra composición. La neurología no dice que las plegarias y los fieles están hechos de ladrillos, pues eso sería como decir que el templo está fabricado con avemarías. Lo que se afirma, nada más y nada menos, es que las ideas se forman en el cerebro. La conciencia. Eso que antes llamábamos alma. Las discusiones en este punto podrían continuar, pero hay un punto inevitable: la ciencia ofrece sus evidencias y la posibilidad de corrobar sus afirmaciones (por ejemplo, que una persona puede cambiar de personalidad con drogas que afecten su química cerebral). La teología nos debe hace siglos la validez de sus asertos.
    Así, menudo inconveniente comporta la materialidad de la conciencia para las religiones. Es como una espada que cuelga sobre su cuello. Si todo es material, si no existe el mentado mundo espiritual, no hay trascendencia entonces. No hay alma y, luego: ¿hay un Dios? ¿Será el dios deísta o el motor inmóvil aristotélico, que no conoce al mundo ni al hombre? Aun así, como no hay almas, las religiones están en problemas.


    Ver también: Adiós a las almas y Desalme mundial.

    Actualización del 10/11/2006: lea aquí una versión levemente
    corregida de este artículo.


  2. 41 comentarios:

    1. Anónimo dijo...

      "Cuando la neurobiología avance hasta trazar el imponente mapa cerebral completo, la idea del alma o de alguna “conciencia espiritual” podrá quedar desterrada, aunque la cuestión puede adquirir todavía más riqueza."

      Lamentablemente, ni aún así podremos acabar con las supersticiones religiosas. Nos dirán que si el alma no reside en el cerebro, lo hace en el corazón o el hígado o en las uñas, y se quedarán tan tranquilos, porque para ellos es más importante creer que la demostración científica de los hechos.

      Tantos milenios de lavado de cerebro a las personas no los puede solucionar la ciencia, pero hay que seguir luchando, cada uno en la medida de sus posibilidades para tratar de desterrar de las creencias populares las superticiones y las manifiestas mentiras que las religiones, y la iglesia católica como más cercana, han instaurado en nuestra sociedad.

      Si conseguimos educar a nuestros hijos con los hechos demostrados de la ciencia y no con la fe de la religión, será un paso más.

      J.J.Muñoz

    2. Anónimo dijo...
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    3. Anónimo dijo...
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    4. Anónimo dijo...

      El argumento comparativo de la catedral es una trampa que se guisan y se comen ellos mismos (con ellos me refiero, obviamente, a quienes defienden la conciencia espirtual separada del cuerpo). Precisamente siempre que quiero defender el "materialismo cerebral" de la conciencia me ciño a la estructura y a ordenamiento de los materiales más que al material en si mismo, que es la reducción absurda que siempre hacen ellos como ataque argumental inicial. En esta misma bitácora salió esa cuestión, cuando alguien utilizaba las piedras para banalizar lo material. Pero luego me sorprendo porque hacen el mismo discurso que yo para defender su punto de vista: Así como la gloria arquitectrónica de la catedral deriva de cómo están colocados los ladrillos y las cruces y no de la composición material de los mismos, la conciencia deriva de como está ordenada la quimica en nuestro cerebro y no de la composión básica del mismo, con lo cual nos estarían dando la razón porque si destruyes una catedral ¡¡no hay una esencia inmaterial de la misma que vaya a otro mundo a un paraiso o algo parecido!!
      Por otro lado, acudir a la opinión de un neurólogo creyente para sustentar sus ideas es incurrir en la falacia de la autoridad. La opinión de un neurólogo creyente no constituye prueba. Por observación personal tengo clarísimo que gente muy inteligente y preparada es sensible como quien más a creer estupideces asombrosas.
      Ante la aplastante falta de una prueba de la existencia de una conciencia más allá del cerebro sigo sosteniendo la evidencia de que lesionado o destruido el cerebro no hay conciencia que perdure.

    5. J.J. MUÑOZ:
      El asunto que plantea no es menor. A la hora de educar a un niño, no resulta lo mismo enseñarle que existe un mundo sobrenatural, espiritual, fantástico, que convive con éste. Predicarle la existencia de un alma, además, es quizá inducirle una esquizofrenia fabulosa. A este respecto, hay un artículo de Richard Dawkins que da pistas claras sobre las "buenas y malas razones para creer". Que deriva, claro, en la diferencia entre creer y saber.

      PRIMO RALSA:
      Esa trampa comparativa (catedral, piedras, cerebro) permite que se siga creyendo en el alma sin siquiera poder definirla claramente. Como Dios, por supuesto. El alma es, tal como digo en el artículo, una especie de "forma sin figura". Pero si las partículas elementales (quarks, leptones, electrones) son lo que constituyen todo lo conocido, el alma debería estar también compuesta de estos elementos. O sea, sería material. Guste o no. Hasta que los que lo niegan puedan demostrar lo contrario, ofrecer evidencias de lo contrario (por ejemplo, y de nuevo, que existe conciencia sin cerebro o sin disco rígido, si atendemos el desarrollo de la IA).

    6. Anónimo dijo...

      A la pelota... vengo a ser una desalmada, yo??? Bueh. Peor hubiera sido que me dijera que lo no tengo es electricidad.

      Besos y conexiones.

    7. Anónimo dijo...

      Que lo que no tengo, quise decir. Mechacho con los dedos.

    8. has leído "el cerebro y el mito del yo" de Rodolfo Llinás? te lo recomiendo, leelo y hablamos!...

      me identifico mucho contigo, confieso que hace algún tiempo te leo pero no posteo, de ahora en adelante lo haré...

      Saludos

      Angela

    9. DUDA:
      ¿Besos desalmados? Me interesan.

      ANGELA:
      Tomo nota de tu recomendación. Gracias por leerme y ya puse en favoritos tu página LIBeRTaD. En cuanto pueda, allí comentaré.

      CONTROL_ZAPE:
      En cuanto a la analogía con las catedrales, te recomiendo la demolición de la misma que hace Ralsa un poco más arriba. En cuanto a los daños cerebrales, es una de las muchas muestras de dónde radica la mentada conciencia. Un experimento más asequible es tragarse mucho alcohol y probar cómo la química desbarajusta la sinapsis neuronal... y ahí sí que es posible ver espíritus.

    10. Una linda pregunta para hacerse y que sostendría la idea de la materialidad de la conciencia es si hay algún modo de "leer" los pensamientos y los recuerdos. He aquí una aproximación, en esta noticia aparecida recientemente:


      Exploraciones cerebrales muestran cómo se recuperan los recuerdos


      HealthDay News/HispaniCare a lunes 02 de enero de 2006

      ¿Recuerda usted las últimas vacaciones que tomó? Esa pregunta puede provocar una avalancha de recuerdos, a dónde fue, cómo llegó allí, las cosas que hizo mientras estaba en la playa o en la pista de esquí, y más
      Ahora, los neurocientíficos de la Universidad de Princeton han descubierto el mecanismo de este "viaje mental en el tiempo", un hallazgo que algún día podrá ayudar a las personas con problemas de memoria, como los que causa la enfermedad de Alzheimer.
      Nuestra meta es entender lo que en realidad sucede en el cerebro cuando se rememoran eventos pasados", expresó Kenneth A. Norman, profesor asistente de psicología de Princeton y autor principal del informe, publicado en la edición del 23 de diciembre de Science.
      Una serie de exploraciones cerebrales realizadas con la ayuda de nueve voluntarios mostró "lo que uno intenta hacer cuando recuerda es rescatar el estado mental que tenía durante aquella experiencia original", aclaró Norman "Uno intenta lo más posible emular la forma de pensar que tenía durante ese evento".
      Norman y sus colegas, uno de ellos Sean M. Polyn, quien obtuvo su doctorado realizando el estudio, hicieron que los voluntarios miraran tres conjuntos de fotos, caras famosas, lugares reconocidos y objetos comunes. Mientras lo hacían, un programa de computadora registraba el patrón de la actividad cerebral.
      "El programa descifraba cómo se ve el cerebro de esta persona en particular cuando pensaba en objetos, rostros y lugares", explicó Norman.
      Cuando a los voluntarios se les pidió que recordaran objetos específicos, el programa mostró que su estado cerebral gradualmente se reorientaba con los estados cerebrales que exhibieron cuando estudiaron las fotos al principio.
      Más que eso, con exploraciones segundo a segundo, los investigadores pudieron predecir el tipo de objeto en el que un voluntario pensaría después.
      Esto parecería ser el deleite de un lector de pensamientos (¿No le gustaría saber lo que está pensando realmente la persona que está sentada frente a usted?)
      "Esto nos da una nueva herramienta para entender cómo la gente normal reconstruye los recuerdos", agregó Norman. "Mientras mejor entendamos cómo funciona eso cuando da resultados, mejor podremos comprender qué va mal con las personas cuando el proceso no tiene éxito".
      Norman continúa trabajando en esa misma línea con la ayuda de Jonathan Cohen, director del Centro de Estudio del Cerebro, la Mente y la Conducta de Princeton, y Vaidehi Natu, investigador de su laboratorio.
      "Lo más importante que hemos aprendido es que lo que uno puede extraer de la memoria tiene mucha influencia de las cosas que están a nuestro alrededor, como toparse con un objeto viejo, recordar un lugar", puntualizó él. "Esperamos comprender la información que la gente usa para sacudir recuerdos perdidos".

    11. Esto ayuda también, y es una buena noticia: ¡vamos camino a ser más inteligentes!

      El cerebro humano continúa evolucionando

      El cerebro, el orgullo del género humano, el órgano más complejo de la naturaleza sigue evolucionando. Así lo considera un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago. Dos estudios publicados por la revista 'Science' exponen que unas variaciones concretas de un par de genes vinculados con el crecimiento del cerebro son cada vez más frecuentes entre la población actual.
      "Ambos estudios indican que el tamaño del cerebro y su complejidad están aún aumentando", asegura el doctor Bruce Lahn, director de la investigación y profesor de genética humana en la Universidad de Chicago. De esta forma, la evolución del género humano no termina en el 'Homo Sapiens'. Dentro de miles de años un hombre diferente al actual poblará la Tierra.
      El equipo ha observado un aumento en la frecuencia de ciertas variaciones de dos genes relacionados con el aumento del tamaño del cerebro. De acuerdo con la teoría de la evolución, primero se produce una mutación en algún individuo de la especie que le proporcione alguna ventaja a la hora de enfrentarse al entorno. Éste y todos aquellos que hereden y expresen esta mutación se verán favorecidos y sobrevivirán a los individuos no mutados. De este modo, la diferencia genética se expande entre todos los individuos de la especie.
      Los investigadores se fijaron en las variaciones de dos genes, la microencefalina y el ASPM. El nombre de este último deriva de las siglas en inglés de 'anormalidad asociada con la microcefalia', defecto congénito que da lugar a un desarrollo menor de la cabeza y el cerebro.
      Tras analizar el ADN de 90 células del Instituto Médico Coriell para la Investigación Médica de Candem (Nueva Jersey), en EEUU, --cuya colección representa toda la diversidad humana mundial--, encontraron que una nueva variante de microencefalina apareció hace 37.000 años y ahora la posee un 70% de la población. Por su parte, la nueva variante de ASPM apareció recientemente, hace 5.800 años y se encuentra en el 30% de la población.

      Aparición del hombre moderno
      De acuerdo con los autores, este espacio de tiempo es muy pequeño en términos evolutivos. El enorme porcentaje de población que posee estas variantes genéticas indica que éstas han sido sometidas a una gran presión de selección. Las fechas señalan que el fenómeno comenzó tras la aparición de los hombres modernos hace aproximadamente 200.000 años.
      En concreto, las nuevas variantes de estos genes empezaron a imponerse a partir de las primeras manifestaciones culturales. La de la microcefalina llegó con el advenimiento de la música y el arte, las prácticas religiosas y las técnicas para construir herramientas sofisticadas, que irrumpieron en la vida de los humanos hace unos 50.000 años. La del ASPM coincide con la aparición de la civilización más antigua que se conoce: Mesopotamia, que data del año 7.000 a.C.
      Lahn tiene claro que la coincidencia del estallido de los comportamientos artísticos y culturales con el comienzo del aumento de frecuencia de las variantes genéticas mencionadas tiene que ver con la adaptación del cerebro a los cambios del entorno.

      Más rápido de lo esperado
      "Nuestro ambiente y las habilidades que necesitamos para sobrevivir en él están cambiando más rápido de lo que habíamos imaginado", señala. El genetista confía en la sabiduría de la naturaleza y en que "el cerebro humano, que lo ha hecho bien durante tanto tiempo, se está adaptando a estos cambios".
      Los investigadores sospechan que estos alelos debieron proporcionar algún tipo de ventaja relacionada probablemente con las capacidades cognitivas. Actualmente, el equipo está estudiando si los individuos que poseen estas variantes hoy en día presentan algún tipo de ventaja cognitiva sobre los que no los tienen en su base genética.
      No obstante, Lahn es consciente de las limitaciones de su estudio ya que, además de los dos genes rastreados, existen muchísimos más implicados en el tamaño del cerebro.

    12. He aquí una ilustrativa página del diario español El Mundo donde muestra el funcionamiento del cerebro. Nótese cómo en cada sección del mismo está identificada el área de incumbencia de nuestras acciones. ¿Algo inmaterial? No, por supuesto.

    13. AGRA dijo...

      Solo comentar que hemos incluido una anotación en nuestra bitácora Las pirámides del cerebro sobre este último artículo de Razón Atea. Dada la temática de nuestra bitácora, hubiera sido imperdonable no hacerlo. Por otro lado quisiera pedir un favor: que nos envies los enlaces sobre Eccles que comentas, si quieres a la dirección piramidescerebro@yahoo.es.

      Gracias,

      Lupe

    14. Juan Garcia dijo...

      Dios es una hipotesis innecesaria en el SER ateo o SER creyente.
      Saludos, Fer.

    15. GENTE DE AGRA:
      Menuda sorpresa me he llevado con esta página. No la conocía y me alegra haber llegado a ella a través de mi artículo. Aunque, sin dudas, quisiera haberla
      conocido antes de mi publicación. De cualquier modo, celebro que esté colgada en la red este excelente blog escéptico. Espero sigamos en contacto. Inauguro mi enlace a Las Pirámides del Cerebro desde hoy.

      LIBREYSOBERANO:
      Gracias por las salutaciones. Y, ciertamente, si, por ejemplo, nos regimos por la navaja de Ockham, la hipótesis Dios es una multiplicación innecesaria de entidades.

    16. MENSAJE A LOS VISITANTES:
      7/1/06


      Tomaré unas merecidas vacaciones, alejado de la tecnología, así que no habrá respuestas inmediatas por unos días. Lo cual no inhibe que quien quiera dejar sus comentarios, pueda hacerlo, que siempre hay gente bien dispuesta para las discusiones. También pueden visitar, si necesitan interlocutores dueños de casa, las bitácoras de los amigos Primo Ralsa (La Habitación Cerrada) y de Greg (El Catolicinismo). Ver los enlaces recomendados en la barra lateral del blog.
      Así que felices vacaciones, para mí y también para ustedes, que van a descansar de este ateo discutidor. Pero sólo por poco tiempo.

    17. Anónimo dijo...

      http://www.ciafic.edu.ar/documentos/Gratton_2002.htm

      Parece ser que la búsqueda sincera intelectual ... puede discurrir por innumerables caminos.Aunque algunos piensen que esa sinceridad sólo discurre por su camino.
      Menino.

    18. MENINO:
      Efectivamente: para algunos la búsqued sincera camina por sendas desconocidas. Otros en cambio dicen saber lo que van a encontrar antes de buscarlo. Eso es lo que hacen Eccles, Artigas y a hora su citado Gratton.
      Este último no tiene otro remedio, según el texto, que reconocer las investigaciones hechas sobre el cerebro que, aunque no lo diga, echan por tierra consideraciones como las suyas propias (alma, conciencia espiritual, qué se yo). Pero su objeción (la de Gratton) se basa en dos cosas: que "no le convence" (sic) lo que la ciencia ha investigado y mostrado con hechos, lo cual sería problema de él. Y, segundo, que en la comparación entre el cerebro y las computadoras, se "demuestra" (sic) que no todo está explicado. A continuación, le pego una cita que, por si acaso, echa por tierra la objeción de Gratton, sobre todo porque adolece de lo principal: falta de información.

      El texto pertenece a Gonzalo Puente Ojea:

      "El conocimiento es el producto de la interacción entre los objetos del mundo externo y las facultades que despliega el sistema nervioso –que es el resultado evolutivo de la más alta complejidad estructural de la materialidad física–. Este resultado evolutivo conoce discontinuidades, saltos, &c., que son investigados y categorialmente integrados por las ciencias correspondientes. La conexión de los hechos se apoya en relaciones de causalidad –que sólo obedecen al principio de condicionalidad lógica en términos contrafácticos– interpretadas en el sentido de que, a parte de la energía, nada procede de la nada sino de la existencia de la energía en movimiento y estructurada en cuantos de acción que producen cambios al azar (pero sujetos a leyes de probabilidad). (...)
      Ahora parece resucitar, en un más alto nivel del conocimiento científico, el ideal realista, causalista y determinista del pensamiento de Einstein. La energía-materia en movimiento es la realidad globalmente infinita, pero investigable como un conjunto de finitudes con sus propias legalidades naturales. Una decisión metafísica sobre si el mundo está ordenado (cosmos) o desordenado (caos), sobre si es abierto o es cerrado, sería un atentado (idealista) contra las inagotables potencias generadoras de la materia. Se trata de cuestiones que hay que resolver sin tregua en la investigación empírica, sometida a métodos científicos cada vez más refinados. Pero el principio inspirador que debe guiar el esfuerzo para conocer la naturaleza es el reduccionismo ontológico, a partir de una progresiva lectura interteorética que permita ir explicando las propiedades de los sucesivos niveles de la realidad como factores emergentes en conexión causativa con estructuras subyacentes de la materia. El emergentismo como principio que afirma la supuesta «ruptura» de la unidad fundamental de la materia no me parece válido. Como es sabido, la hipótesis de las propiedades emergentes encuentra sus más furibundos defensores en quienes propugnan una visión dualista de la realidad. El binomio mente-cerebro es la forma más común de afirmar esta escisión metafísica del universo. En los últimos años, los científicos han abandonado en su inmensa mayoría los esquemas dualistas: «Es improbable –escribe el moderado filósofo Heinz R. Pagels– que exista una teoría profunda del conocimiento, a no ser que se base directamente en la estructura material real del cerebro o del ordenador».
      (...)
      El cerebro es un sistema alejado del equilibrio, con interacciones y retroalimentaciones claramente no-lineales. Debe ser analizado, por consiguiente, desde el enfoque de la termodinámica del no-equilibrio. Como escribe el biólogo Aguilera, «en el cerebro, con multitud de 'componentes' (10 a la 11-10 a la 12 neuronas –no iguales–, cada una de las cuales viene a ser un microprocesador analógico...) y multitud de interconexiones sinápticas estructuradas entre ellas (en promedio, 10 a la 3-10 a la 4 conexiones por neurona), las señales se procesan en muchas redes de forma simultánea: es un sistema de procesamiento masivo de información en paralelo». El PDP (Proceso Distributivo en Paralelo) de la fisiología cerebral le otorga un poder fascinante característico de la no-linealidad. Las dificultades de simulación en el laboratorio se deben al hecho de que los ordenadores ordinarios son secuenciales y trabajan en forma seriada. Stuart Kauffman, que desarrolló las redes aleatorias de Boole, explicó las propiedades autoorganizativas de la materia. Son redes de procesamiento en paralelo (RPP). Lo cual tiene un valor mayúsculo para el origen y la evolución de la materia viva y la actividad mental. Cuando un sistema de sustancias químicas sencillas alcanza cierto grado de complejidad o interconexión, el sistema neuronal, sináptico, experimenta un cambio de fase, y las moléculas comienzan a combinarse espontáneamente, creando moléculas de creciente complejidad... Por estos mecanismos de la materia se desarrolló el sistema nervioso central y surgió la mente humana como función biológica del cerebro. Así, la explicación materialista del mundo alcanzó una cota teórica ya inexpugnable, aunque aún estemos en el comienzo de la explicación plenamente satisfactoria de la naturaleza materialista de la mente como función pensante".

      Bueno, Menino, le toca a usted: recuerde atemperar tantas citas repetitivas y ofrecer alguna evidencia de lo contrario a lo que vengo afirmando, desde su comentario sobre las piedras y la conciencia hasta los últimos artículos en mi bitácoras. Lo espero.

    19. Anónimo dijo...

      Efectivamente ,otros en cambio dicen saber lo que NO van a encontrar antes de buscarlo.¿Será debido a su FE en el materialismo científico?.Esa fe que les lleva a ese desierto ...tras su "búsqueda honesta intelectual"¿Será que la honestidad sólo se encuentra en su fe...y no en la de los demás?.
      No está demás hacer un poco de crítica a esa fe "tan honesta"de ustedes que les lleva a parajes tan inhóspitos.

      http://193.146.228.30/congresoV/ponenciasV/agustin%20udias.pdf

      http://www.encuentra.com/includes/documento.php?IdDoc=2175&IdSec=403

      No sé si se trata de páginas de alguna confesión religiosa o no.A lo mejor,el hecho de que usted lo señale cuando es así(como ha hecho en otras ocasiones) le sirva para algo(¿Le sirve para algo realmente?.Pienso que tal vez sólo a los que tienen prejuicios les sirva para algo.Porque de hecho,no invalida para nada lo que dice ...quién sea el que lo diga.¿Hay algún nombre para ésta falacia ... usted que sabe tanto de esto?).
      Por cierto,yo no pertenezco a ninguna confesión religiosa en particular.Como Gratton(díganos a qué página pertenece el enlace que puse¿no lo hizo en anteriores ocasiones?),soy un creyente sui generis.Por cierto,que hay más teorías sobre la relación mente-cerebro que las vistas como p.ej. la del neurofisiólogo Karl Pribram.
      Si usted piensa que se ha demostrado científicamente que "la conciencia es producto de lo material" ,no me queda más remedio que concluir que su FE es inmensa.

      Menino

    20. Lo que yo me pregunto es: ¿a qué viene toda esta insistencia indignada en la "naturaleza espiritual" de la conciencia, como si de alguna manera un origen material la degradara? ¿Acaso la conciencia, el pensamiento, la imaginación y demás no son fenómenos admirables y maravillosos en sí mismos, independientemente de cuál sea su causa? ¿Por qué se supone que la supuesta esencia inmaterial del espíritu es mejor que la "mera" materia? ¿Por qué esa insistencia en confundir espiritualidad con espiritismo?

    21. MENINO:
      Lo "de creyente sui generis" (así se define usted) supongo que tendrá que ver con que ni siquiera sabe lo que es la fe. Para decirlo en pocas palabras, la fe es creer en algo sin pruebas o en contra de las pruebas. Para decirlo, de nuevo, brevemente: el mundo me ofrece todas las pruebas de su materialidad. No hay fe en eso: sólo algunos creyentes, obnubilados por su fideísmo, consideran que el horizonte de todos es la fe. Si me demostrara lo contrario estaría yo muy admirado de su capacidad. Pero hay diferencias entre creer y saber, me parece a mí. En el caso que nos compete, los enlaces que ha ofrecido hasta ahora tienen la tintura de la fe, pero eso no ha impedido que yo los afronte fuera de esa cláusula. Aun así, siempre me he encontrado con el mismo problema: cuando las pruebas de la materialidad de la conciencia se acaban, allí comienza a tejer el insondable misterio de la espiritualidad, una afirmación que tiene tanto peso como la misma alma, esto es, ninguno. La postulación espiritual, tanto para la conciencia como para la vieja concepción animista del ser humano, no tiene más aprobación que su mero enunciado. Es un mito que proviene de milenios, de cuando el ser humano comenzó a fabular acerca de los sueños que lo acosaban (E. B. Tylor).
      Si he incurrido, o siquiera rondado la vera, de la falacia ad verecundian, me retracto. Pero en realida, he respondido con argumentos, con investigaciones, con el acuerdo del grueso (serio) de la comunidad científica que se atiene a afirmar a partir de lo que sus investigaciones indican, dejando a un lado la fe, ya sea porque no la tienen o porque la consideran intratable para el objeto que están estudiando. Revisaré, una vez más, esos enlaces que ahora me ofrece. Me gustaría poder preguntarle, antes de hacerlo, si en ellos hay pruebas experimentales que demuestren algo no material en la conformación de nuestra conciencia. Para empezar, podríamos ganarnos un Nobel, si así fuera. Aun con esa advertencia, los revisaré.

      ANDRÉS
      Ciertamente, más allá de las opiniones (¿será el materialismo menos "romántico" que el espiritualismo?), y si la materialidad de la conciencia defrauda a los postuladores espiritistas, uno debe conformarse con lo que hay. Guste o no, como le he dicho ya a nuestro visitante. Repasando una transitada comparación, cuando era niño y supe que Papá Noel no existía también me habría gustado que no fuera cierta esa revelación. En fin. Gracias por tu visita.

    22. MENINO:

      No sé qué entiende Ud. por materialismo, pero es intrigante su frase:

      No está demás hacer un poco de crítica a esa fe "tan honesta"de ustedes que les lleva a parajes tan inhóspitos..

      ¿Parajes inhóspitos? Bueno, estamos en el terreno de las opiniones. Yo tengo muchas razones para mi felicidad que no requieren de fantasías infantiles (léase: espirituales, divinas, etc.).

    23. MENINO:

      Los dos enlaces que me ha ofrecido (en su cómoda metodología) se parecen. Ambos critican al materialismo sin otorgar más que opiniones contra él. Como el segundo enlace abarca algunos temas más que el primero, me referiré sobre todo a éste como si hablara de los dos, ya que tanto se asemejan.

      Con respecto al segundo de sus enlaces:

      La cita de Balmes que allí ofrece el Pbro. Dr. Antonio Orozco Delclós se destaca en este fragmento:

      «Sólo la inteligencia se examina a sí propia. La piedra cae sin conocer su caída (…); el bruto animal sigue sus instintos, sin preguntarse la razón de ellos; sólo el hombre, esa frágil organización que aparece un momento sobre la tierra para deshacerse luego en polvo, abriga un espíritu que, después de abarcar el mundo, ansía por comprenderse, encerrándose en sí propio, allí dentro, como en un santuario donde él mismo es a un tiempo el oráculo y el consultor. Quién soy, qué hago, qué pienso, por qué pienso, cómo pienso, qué son esos fenómenos que experimento en mí, por qué estoy sujeto a ellos, cuál es su causa, cuál el orden de su producción, cuáles sus relaciones: he aquí lo que se pregunta el espíritu; cuestiones graves, cuestiones espinosas, es verdad; pero nobles, sublimes, perenne testimonio de que hay dentro de nosotros algo superior a esa materia inerte, sólo capaz de recibir movimiento y variedad de formas; de que hay algo que con su actividad íntima, espontánea, radicada en su naturaleza misma, nos ofrece la imagen de la actividad infinita que ha sacado el mundo de la nada con un solo acto de su voluntad».

      Más allá del valor estético del fragmento, ciertamente Balmes no dice nada. Claro: difícilmente supiera este filósofo muerto en 1848 algo referido a los reveladores estudios del cerebro, que alcanzaron impresionantes niveles a partir de un siglo después de su muerte. Ni siquiera pudo el pobre Balmes asistir a la publicación de uno de los textos más importantes del pensamiento y la ciencia contemporáneos: El origen de las especies, editado 11 años después de su fallecimiento (como la primera edición se agotó el primer día a lo mejor se habría quedado sin ejemplares). Así se entiende que le parezca tan “grave” una pregunta referida sobre “qué piensa, por qué piensa y cómo piensa”. Si Balmes viviera actualmente, a menos que se dejara obnubilar por sus creencias como hace John Eccles, por lo menos no se haría esas mismas preguntas con tanta “gravedad”. Al mismo tiempo, no le parecería tan “inerte” ni inferior la materia que está “dentro de nosotros” (¿el cerebro?). Balmes no sabía de neurobiología, y esa es la mejor respuesta a sus preguntas.

      Luego, Orozco Delclós se dedica a indagar en la validez actual de la filosofía, un tema que no nos atañe en este foro y que, además, ya fue objeto de discusiones en este blog. Pero sí se dedica a ofrecer un par de confusas relaciones acerca del materialismo:

      “El materialismo "explica" lo superior por lo inferior; presenta las realidades más perfectas como agregados de cosas menos perfectas”.

      Más allá de si O.D. no está explicando lo superior por lo inferior, la suya es una reflexión repetida infinitamente por la teología. Una tontería: no hay escalas de inferioridad o superioridad en el sentido que las presenta O.D. para el materialismo. La afirmación de que todo es material (materia-energía) no conlleva a la “degradación” de ninguna “superioridad” por mor de la “inferioridad”. Es simplemente describir, en su enorme riqueza, a la materia y la energía y su proceso. Lo demás es ficción. O filosofía que ignora los descubrimientos científicos.

      Sigue O.D.:

      “si hay seres inmateriales, entonces ha de haber una jerarquía de perfección en el ser, inversa a la de la complejidad. En efecto, el ser espiritual carece de cuerpo, no tiene partes; sin embargo es superior al ser material. Espiritual y material se comparan como lo superior a lo inferior; la escala que va de las piedras a Dios (pasando por el hombre), no es un tránsito de lo más simple a lo más complejo, sino de lo complejo a lo más simple. Dios es la pura simplicidad, la suprema sencillez”.

      Bueno, pero ¿hay seres inmateriales? No. No los hay. Por eso todo lo demás no requiere análisis. Lo espiritual no puede ser la escala superior a lo material si ni siquiera tiene existencia (quien afirme lo contrario deberá probarlo).
      A propósito, este presbítero se acerca a la herejía acaso cuando dice que Dios es la “pura simplicidad” y “la suprema sencillez”. No me refiero a la vacuidad de sus palabras, sino a que este católico está olvidando la multiplicidad de su Dios: uno y trino (sic).

      Trascartón, O.D. pasa a su “demostración” de que no todo se reduce a lo material:

      “Pero si la realidad no consta sólo de elementos materiales, además de las ciencias matemáticas y las físicas, ha de haber otras formas del saber, más métodos además del analítico (simbolismo, analogía, etc.). Ahora bien, hay ideas que se resisten al análisis y resultan incomprensibles si se cuenta sólo con métodos físico matemáticos; por ejemplo: infinito o persona, son nociones que no toleran el análisis y sin embargo no son pensamientos vanos”.

      ¿Miente O.D.? ¿Se equivoca? ¿Tergiversa? El presbítero da por supuesto que las matemáticas no analizan la idea de infinito (¿y los números transfinitos de Cantor?). Que la idea de “persona” no tolera el análisis (¿habrá consultado algún manual de biología, de sociología, de psicología?).

      O.D.:
      Por poner un ejemplo de intuición inmediata: ¿el análisis es capaz de captar la vida de la vaca? En la carnicería encontramos piezas de vaca, esto es, vaca "analizada". Pero la vida de la vaca no es una de las piezas descuartizadas ni la mera reunión (síntesis) de las piezas: por más perfecta que fuera la reunión de las piezas no resultaría la vida de la vaca, porque ésta es más, es superior a la reunión de las partes. Lo mismo sucede con el ser personal.

      ¿Miente, tergiversa, se equivoca? En una carnicería, la vida de la vaca no será posible porque ya no tiene vida. Los zoólogos sí saben de vida animal.

      Más de O.D.:
      El materialismo reduce lo superior a lo inferior, porque explica sólo en base a síntesis de elementos. El materialismo vulgar, pretende explicar el espíritu por funciones lógicas; los procesos lógicos, por el cerebro; el cerebro por el sistema nervioso; los nervios y sus procesos, serán bioquímica y, al final, todo será la versión biológica de lo que vemos en el circuito impreso de la calculadora o el transistor cuando los abrimos; a su vez, un circuito se reducirá a algo tan sencillo como la instalación eléctrica de una habitación.

      El reduccionismo ha ofrecido algunos de los mayores avances de la ciencia moderna, porque permite explicar a través de leyes la mayor cantidad de fenómenos posibles (las leyes de la gravitación, aun después de Einstein, por ejemplo). Pero colocar al ser humano en su lugar natural no significa reducirlo “ingenuamente” a meros procesos físicos. Hay muchos enfoques (humanístico, psicológico, filosófico… ¡hasta teológico!). Lo que queda saber es si nos preguntamos por su fundamento (¿una idea existe por sí misma o sólo anida en el cerebro humano?, ¿la conciencia es una entidad espiritual o sólo producto del proceso de las neuronas, las sinapsis, sin las cuales son imposibles?) o no.

      Renglón seguido, O.D. se dedica a ensalzar el creacionismo frente a la evolución, pero eso no es materia de este debate, además de que no serviría más que para hacer quedar en ridículo al presbítero.

      Sigue, luego, intentando retratar al materialismo con trazos gruesos, para arribar a una “reveladora” idea:
      “[Con el materialismo] La vida no tiene misterio, las ciencias lo explican todo..., y no hay más. Pero la vida nos impone sospechar que hay más, y si en efecto hay más, entonces habrá que reconocer que hay mucho más...”.

      Se parece mucho a lo que Menino suponía del materialismo: que desprecia el misterio (la fantasía, la poesía, la creatividad, el arte, podríamos agregar). Pavada de error, del que soy la mejor muestra: un poeta (bueno o malo) materialista. Pero, ¿cómo que no hay misterios para la ciencia? ¿Se equivoca O.D., miente o tergiversa? Son los misterios los motores de la ciencia: no hay otra razón de su proceder que intentar su dilucidación. Pero no se entrega a explicaciones fáciles e incomprobables (Dios, alma), sino que, con una rigurosidad admirable pero no exenta de errores, emprende la aventura de resolver los enigmas que acucian al hombre. Eso sí: una mera sospecha no decreta la existencia de que “hay mucho más” (¿más de qué, señor presbítero?).

      Insiste más tarde O.D. en despreciar a la evolución (frente al creacionismo, se supone) porque reposa sobre incógnitas. Esos sucede cuando la respuesta (Dios) ya está dada de antemano, aunque no tenga validez. Para colmo, cita O.D. a nuestro ya invocado John Eccles, quien opina que el materialismo es “superstición”. ¿Será en comparación con la creencia en dioses, espíritus, santos, ángeles, vírgenes, alma? ¿O cuál es el concepto de superstición que maneja Eccles, quien dice que “la creación divina dirige la evolución”? Leo en el Pequeño Larousse (1997): “Superstición (n.f. Del lat. superstitionem): Tendencia, derivada del temor o de la ignorancia, a atribuir carácter sobrenatural, sagrado u oculto a determinados acontecimientos”. Ay, Eccles.

      O.D. termina su libelo despotricando contra el relativismo, las ideas de cultura y cuánta cosa. Recuerdo entonces que estamos hablando de “la materialidad de la conciencia”, recuerdo que no han sido ofrecidos los estudios que avalen que otra cosa que los fenómenos materiales la constituyan. Así, me pregunto, le pregunto a Menino, le pregunto al presbítero: ¿quién miente aquí, quién tergiversa, quién se equivoca?

    24. Anónimo dijo...

      Acabo de descubrir esta interesante discusión. La verdad no sé si estar de acuerdo o no con el título "la materialidad de la conciencia". Más bien me parece mañoso: una cosa es decir que existe una base material para aquello que llamamos ideas, pensamientos,etc., y otra que sean de naturaleza material. La materia tiene peso, color o alguna propiedad de las partículas atómicas, las ideas no. Luego, la conciencia no tiene naturaleza material.

      El autor mencionado que dice que el cerebro interpreta todo mediante antinomios se refuta a sí mismo. Antes los materialistas alegaban la naturaleza contradictoria de la realidad como una característica independiente de la conciencia: carga positiva y negativa, electrones y neutrones, alto y bajo, delgado y ancho, negro y blanco, verdad y mentira. Ahora la moda es que es el cerebro el que crea las contradicciones. Tal vez, pero entonces si conciencia y cerebro es una falsa dicotomía también lo es la verdad y la mentira, luego podemos concluír que la aseveración de que la conciencia no es materia también es verdad, o mejor dicho, ni lo uno ni lo otro. La verdad no existe, es un truco del cerebro.
      No estoy defendiendo la idea de que la conciencia existe con independencia del cerebro, no podría demostrarlo, pero me parecen endebles los experimentos que supuestamente demuestran lo contrario. No es que la conciencia pierda dignidad, lo que debe buscarse es la verdad, y en esto la interpretacione de los datos es algo muy importante. Que estimulando una región del cerebro se tengan recuerdos o vivencias no implica que la conciencia sea material. Para empezar, una cosa son las ideas, los pensamientos o las sensaciones, y otra es la conciencia para la cual, incluso las ideas, son su objeto, algo "exterior" a ella. Yo puedo tener alucinaciones, estimuladas artificialmente en un laboratorio, pero aquello que se percata de ellas, es la conciencia. ¿Si no hay cerebros no hay mente o conciencia? No lo sé pero a la ciencia le falta un buen trecho para dar con una respuesta definitiva.

    25. ANÓNIMO:
      Gracias por tu comentario.
      1) La idea "corpuscular" de materia que ofrecés no es la misma que manejo yo. Como "material" puedo, desde un punto de vista materialista, considerar a la energía también, a pesar de que no tiene "peso, color, etc.". La conciencia, si está producida por un cerebro y sus intercambios químicos y pulsos eléctricos, es material.
      2) No hay contradicción lógica (como si fuera una violación al principio de no contradicción), entre el hecho de conocer "una verdad o una mentira". Las "verdades" de la ciencia, por ejemplo, están sujetas a experimentación. Hay acuerdo en que determinadas situaciones producen determinados efectos. No es un engaño del cerebro. O el cerebro nos engaña siempre de la misma manera, ergo, hay una "verdad" allí.
      3) No entiendo por qué te parecen "endebles" los experimentos que demuestran que la conciencia no existe con independencia del cerebro. Hay un truco sencillo: intentar encontrar que haya conciencia sin cerebro (o sin un disco rígido de computadora, para cuando la "IA" esté lo suficientemente desarrollada).
      4) Es cierto que las ideas son un constructo mental. No tienen una existencia factual "fuera" del cerebro. El teorema de Pitágoras no tiene un "color". Fijate que según el materialismo filosófico, este tipo de "abstracciones" están incluidos en los que llaman el Tercer Género de Materialidad. Las ideas espontáneas serían un Segundo Género de Materialidad. Pero no hace falta aludir a la ontología de Gustavo Bueno. El materialismo clásico consideraba a las ideas como "epifenómenos" del cerebro, si bien esa terminología pueda ser pasible a varias interpretaciones.
      5) De nuevo, la ciencia sí sabe que sin cerebro no hay conciencia (ver punto 3). Lo que le resta por dilucidar es su complejísimo funcionamiento. Pero está en ese camino.

    26. Anónimo dijo...

      Gracias por tus líneas Fernando.

      Los experimentos científicos demuestran que ciertas funciones tales como: recuerdos, pensamientos, sensaciones… dependen del cerebro, pero no demuestran que la conciencia dependa del mismo. Las funciones no son la conciencia. Creo que fue Luria (no recuerdo el dato exacto del libro, así que pueden no creerme) quien haciendo experimentos de estimulación del cerebro de un sujeto encontró que mientras lo que veía el sujeto cambiaba dependiendo del estímulo, el fondo, "la pantalla", la experiencia de atestiguar por decirlo así, permanecía incambiable. Esa pantalla es la conciencia y no se conoce punto alguno a estimular en el cerebro que la produzca. Decir que el cerebro la produce es como decir que el radio produce las frecuencias que luego se traducen en canciones que escuchamos. Obviamente si destruyo el radio destruyo la música pero eso no significa que el radio produce la frecuencia, solamente la capta. Por eso no vamos a encontrar conciencia sin cerebro pero de ahí no se puede inferir que el cerebro la produzca. Podemos fabricar computadoras superinteligentes pero está difícil construir computadoras conscientes porque inteligencia es una función no conciencia.

      Estoy de acuerdo en que la polaridad es algo objetivo, por eso digo que el cerebro es exterioridad y la conciencia interioridad. A menor grado de complejidad de la materia corresponde menor grado de equivalente de la conciencia que podemos llamar "humana". Pero no porque el cerebro la produzca. A mayor grado de complejidad de la materia corresponde mayor grado de complejidad de la captación de la conciencia, pero no de fabricación de la conciencia. Lo contrario es como querer encontrar una línea cóncava sin la correspondiente parte convexa, o el polo sur sin la referencia al norte, no es posible encontrar exterioridad (cerebro) sin interioridad (conciencia. Y no confundir interioridad con el "adentro": células, tejidos, moléculas, etc.) y viceversa, pero ni la conciencia es material ni el cerebro inmaterial. Las polaridades se dan de forma simultánea, una no produce a la otra. ¿Y alguien sabe exactamente cuál es la forma más simple de la materia? ¿Y esa partícula tendrá una primitiva "percepción" (mi intención no es antropomorfizar) de "ser"?

      Si finalmente se demuestra que la conciencia es un derivado del cerebro, no tendré problema en asumirlo, pero mientras tanto, lo que demuestran los experimentos es que las funciones dependen del cerebro, nada que ver con la conciencia. Deducir lo contrario de los experimentos es dar un salto que podría deberse a una interpretación errónea de los resultados de ellos.

    27. ANÓNIMO:
      ¿Por qué deducir que de lo que la ciencia no puede explicar (insisto: puede hacerlo, no todavía tanto como desearía, pero tras esa meta va) debemos sí insistir en una idea tan insostenible con otros experimentos como la de una conciencia separada del cerebro?
      Para decirlo de otro modo: la neurobiología está mostrando que hay una relación directa entre lo que pensamos y las funciones del cerebro. Que todo lo que pensamos está allí, que nuestras ideas, voliciones, sentimientos, aversiones, amores y hasta lo que llamamos moral está cifrado en ese fabuloso entramado físico, que no es otra cosa que una de las formas más sofisticadas de la materia.
      Hay, en todo esto, una idea de conciencia que no se va a cambiar: la que, justamente, se pretende como separada del cerebro. Esa concepción de la conciencia se parece (o es) lo que también se llama alma. Si insistimos con tratarla así, estaremos dando vuelta en círculos y ningún experimento bastará.
      Por ahora me parece que del simple hecho de que no haya conciencia sin cerebro tenemos la mejor prueba de que, justamente, no hay conciencia sin cerebro. A menos que haya un experimento que avale lo contrario. Algo que muestre que hay una frecuencia de radio sin la emisora que la lanza al éter.
      Concedo la posibilidad de que quede espacio por descubrir en el mundo del cerebro. No concedo, en cambio, que quiera, de antemano, establecerse una propiedad (la "inmaterialidad" de la conciencia) de la cual no hay siquiera indicios.

      P.D.: Entre los primeros comentarios, he pegado un artículo periodístico que habla sobre la recuperación de los recuerdos. Es una clase de experimentos que se acercan y contradicen al de Luria, que no conozco.

    28. P.P.D: En cuanto a los "primeros comentarios" me refiero, por supuesto, a los de este artículo (se ven corriendo el ascensor de esta ventana emergente hacia arriba).

    29. JUAN:
      Muchas gracias por tu comentario. Hoy no podré responderlo, pero espero que sí mañana. Mientras tanto, te invito a leer el enlace "Sobre el libre albedrío", en la barra lateral de este blog (sección ***Documentos***: Filosofía y ética) y estos enlaces, del diccionario de "materialismo filosófico", corriente con la que no comparto muchas de sus ideas, pero que puede ser útil para este tema, sin dudas:
      http://www.filosofia.org/filomat/df314.htm
      http://www.filosofia.org/filomat/df315.htm
      http://www.filosofia.org/filomat/df316.htm
      http://www.filosofia.org/filomat/df318.htm

      Algo más: en el caso de que pudiéramos considerarnos esclavos de la materia (con la paradoja de que la materia sea esclava de la materia), no me parece tan grave: al menos estamos determinados por algo de lo que podemos dar cuenta, y no encadenados por fantasías. Así, la libertad comenzaría entenderse como la capacidad para liberarse de determinaciones ficticias.

    30. Anónimo dijo...

      Porque los materialistas estan equivocados
      Las ciencias son validas para el control humano de la naturaleza, pero dejan intactos los demas problemas ¿Puede decir la ciencia una sola palabra de "lo que el hombre tiene que hacer"? ¿sabe algo sobre la finalidad de nuestras acción y sobre los valores que deben definirla?
      Por otra parte,el que afirma que "solamente lo verificable experimentalmente es verdadero", piensa que en ese juicio esta la "verdad". Pero "la verdad de su juicio"¿Puede verificarse experimentalmente?.Por supuesto que no. Luego... ese juicio no es verdadero.
      Como vemos, cae en una flagrante contradicción. Su afirmación en realidad no es cientifica, no es la conclución de ninguna ciencia: es filosofica y, si se quiere defenderla, tendra que entrar en el terreno filosofico, en un mundo que para él carece de toda validez, porque no es el mundo físico el unico real, según la opinion del cientista.

    31. RAZÓN VERDADERA (sic):
      ¿Por qué su comentario devela una profunda ignorancia? Porque desde su título "¿Por qué los materialistas están equivocados?" está haciendo una imputación puramente filosófica, cuando en realidad el resto de la argumentación apela a un fantasmagórico cientismo, por otra parte infundado. La misma razón de este blog es filosófica, puesto que asumirse ateo es parte de un análisis filosófico de la realidad.
      El problema está en qué filosofía se asume. Puede ser una dualista, idealista, fideísta; o una materialista, realista, racionalista. Me ubico entre los últimos: una filosofía, o al menos una mera "visión del mundo" a la que la ciencia le sea exenta, es una postura autista. Lo es, por ejemplo, toda filosofía que apele a cierta "alma" desatendiendo el avance de las ciencias del cerebro, violando el principio de parsimonia y cegándose ante la antropología, que explica satisfactoriamente el momento de invención de las almas, fundamento de la creencia religiosa.
      Por todo ello el materialismo resulta victorioso, como bien lo ven actualmente Bunge, Puente Ojea o G. Bueno, por mencionar sólo a pensadores hispanos.

      P.D.: Para el qué hacer, en el cual tendría incumbencia la ética (filosofía), también la ayuda de la ciencia resultará crucial. Eso se ve claramente en temas como el aborto, o uno más peliagudo: la existencia o no del libre albedrío.

    32. Anónimo dijo...

      Fernando, sinceramente no estás probando nada. Confundís el alma con lo racional (ideas, reflexiones, pensamientos). Son dos cosas distintas. Por otra parte, la fe es otra cosa: una decisión de amar y conocer a alguien (Dios) porque sí. Con el creer y no creer no llegamos a nada. Con el conocer y conocer más llegamos a algo. Creer en Dios es lo mismo que vos haces con el ateismo: conocerlo. Te invito a que te animes a verlo a Dios cara a cara, sin libros ni escudos intelectuales. Imaginate estar parado al lado de un tipo como San Francisco de Asis (vale la pena conocer la vida de este grande, porque para "conocer" lo primero que hizo fue desprenderse de todo y partir de cero, cosa que me parece más sincera y genuina que desprenderse de lo que uno quisiera desprenderse, como la tradicion familiar, social e historica, y dedicarse a conocer lo que en el fondo desea conocer) y con toda humildad animate a conocer esa verdad que como dice el Papa "es grande, nos sobrepasa, y le tememos". Es una experiencia personal. No es una cuestión de planteos. Aprecio tus conocimientos, pero la verdadera verdad no tiene por qué ser algo rebuscado por la historia de la humanidad. Si fuera así, entonces la humanidad estaría mejor porque todos nos propondríamos a llegar a ese fin.
      La verdad es que la Verdad existe desde siempre y el hecho de negarse a vivir esa verdad ha hecho el mundo lo que hoy es (sin dudas con más malo que bueno).
      Saludos. Mario

    33. MARIO:
      Si la fe es creer porque sí, ¿no debería usted probar con dioses diferentes al suyo? ¿Por qué no? Me dirá: «según mi creencia, éste es el Dios verdadero». Claro, pero eso es porque usted no lo intenta con otros dioses, que sean más que distintos. Para su argumento no se me ocurre más que pensar en lo que han dicho otros: del mismo modo en que usted es ateo de otros dioses, yo lo soy de esos y también del suyo.
      Pero vamos a lo que me interesa: no sé cuánto alcanzo a probar o dejar de probar con este artículo, de hecho, yo le veo muchas fallas porque no abarca todo lo que debería, y sin embargo, al parecer, a muchos les ha gustado. Pero es cierto que yo me estoy refiriendo al alma como la capacidad intelectiva (por algo hablo de «la materialidad de la conciencia», no del alma), pero ello tiene relación con gran parte de la tradición, incluso la católica. Como ha explicado el teólogo José A. Sayes, «se ha preferido (…) en el Catecismo dar una base ontológica a la llamada prueba del hombre: la tendencia al Bien, a la Verdad y al Infinito, la libertad misma del hombre y su conciencia son signos de un alma espiritual, la cual, siendo irreductible a la materia, sólo en Dios puede tener su origen». En el catolicismo, el alma es la fuente de la conciencia, las ideas, las reflexiones (todo lo que no sería material según esta tradición), además de ser anima spiritualis, pura forma que sobrevive al cuerpo.
      Yo no puedo aceptar una invitación a ver lo que no existe ni puede existir. Y esto no es «cerrazón», es razón. Una razón que no está reñida con «lo emocional», sino que sabe distinguirse de ella. Una razón que no puede concebir la existencia de un ser contradictorio como el Dios católico, por ejemplo, y no requiere de fe religiosa para vivir.
      Si lo que sirven son las experiencias personales, como usted dice, pues entonces tanto vale la suya como la mía. Y la mía me dice que aceptar un absurdo me convierte a mí en un ser irracional. Yo no quiero tener fe religiosa, ni me gusta ni me hace falta, e invito a reconocer a cualquiera algo que me parece irrebatible: si gente como nosotros no requiere de la fe en Dios para vivir, vivir bien, vivir feliz, etc., sino requiere de esto que sería «esencial», pues ello significa que la fe religiosa es prescindible. Yo voy más allá: no es sólo prescindible, es despreciable.

    34. Unknown dijo...

      Que decepcionante está resultando la evolución social de la ciencia, observando el creciente cientifismo, fanatismo y fe ciega en ella misma. Que triste resulta comprobar que ello no depende de credos arcaicos, los modernos lo comparten. El binomio religión–cientifismo son dos polos de la misma manifestación: la necesidad de muchos seres humanos de creer que saben, que poseen un conocimiento incontrovertible de valor superior, y que por tanto, deben imponerse.

      Señores, sabemos poco, nada científicamente, de la conciencia. Afortunadamente, la experimentamos. Si alguien, como Fernando y muchos otros, hace la afirmación “La conciencia es producto de lo material” tiene la obligación, si quiere considerarse científico, de demostrarlo fehacientemente con pruebas tan extraordinarias como extraordinaria es la magnitud de su afirmación. ¿Dónde están esas pruebas?
      Afirmaciones tales como “la conciencia es algo material” resultan ya incalificables, aunque bochornosas ciertamente. Dime pues ¿Cuánto pesa? ¿Cuál es su masa? ¿Huele? ¿Se rige por la mecánica quántica o por la física clásica? Por lo que a mi respecta, es puro animismo, una involución pseudorreligiosa.

      Antes, por prevenirme de típicas coartadas, les informo de mi afiliación por el descreimiento de cualquier doctrina. Aquí no caben los manidos alegatos antirreligiosos, No me hablen de catecismo y demás fanfarrias, no tengo nada que ver con ello. Eso sí, donde algunos ciencistas solo ven materia, yo experimento la conciencia y observo en ella, a través de los sentidos, el cuerpo físico. Si alguien le quiere llamar a eso dualismo, allá él, realmente lo que es, es una evidencia. El cerebro, muy probablemente, es la víscera que facilita la captación que hace la conciencia del mundo físico. Sin embargo, si alguien quiere demostrar que cerebro y conciencia son una misma cosa, o lo que es tan habitual, decir cerebro donde deberíamos decir mente, le queda por delante un largo y arduo camino. Sí tiene fe, si cree con fervor en éxito de ello, adelante. Pero es imperativo que haga el trabajo antes de jactarse de la demostración. Racionalidad y rigor son necesarios para alcanzar la credibilidad necesaria para que sea digno de atención. Particularmente, no siento necesidad alguna de creer en nada más. Eso sí, con una demostración contundente, acepto la realidad encantado y agradecido.

      El científista materialista recalcitrante solo observa en la naturaleza dos cosas: materia y energía. No es extraño, pues, que solo observe relaciones neuronales cuando se refiere a la conciencia. De hecho, si no fuera él mismo tan dualista, podría, a tenor del conocimiento científico, afirmar que solo hay energía. Pero está ciego a la realidad más evidente: La energía que observa, se ordena formando estructuras complejas, que a su vez interactúan entre ellas, siguiendo la legalidad universal. Este orden inexcusable al que obedece la energía es llamado dios por algunos teístas. No es mi caso, en ciencia las llamamos Leyes Naturales. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que dichas las leyes son metafísicas -no están formadas de ninguna energía o materia- y gobiernan el mundo físico. Este agente metafísico, intangible pero perfectamente expresable matemáticamente, aparece como leyes y constantes universales intrínsicamente ligado con la energía para formar el mundo natural. Las leyes naturales, valga la redundancia, son tan naturales como la misma energía, por tanto, no necesitamos recurrir a nada sobrenatural para concebir algo no material como real y operante. De hecho, podemos comprobar su existencia sin ninguna duda como también podemos asegurar la existencia de la intangible conciencia. Y ciertamente, orden y creatividad son conceptos más afines a la idea de conciencia que carbono y hidrogeno, aunque no dudo que la conciencia pueda necesitar de ellos para tener expresión, tal y como, sin materia, no habría manifestación alguna de leyes naturales.

      Por otro lado ¿Cuales son los “admirables avances en las ciencias neurológicas” que tan pomposamente anuncias? Sigue sin haber cura para ninguna enfermedad grave neurológica o psiquiátrica: Alzheimer, esclerosis múltiple, esquizofrenia, síndrome bipolar etc., siguen con tratamientos atenuantes de ciertos síntomas en el mejor de los casos. No hay avances significativos en este campo desde hace años. Los pacientes que sufren estas enfermedades y sus parientes estarían encantados de recibir muestra de ello que fuera algo más que fantasías y/o profecías maravillosas, porque en el mundo real, el panorama es ciertamente desolador.

      Sí es cierto que desde las neurociencias se han hecho anuncios, increíbles y rimbombantes, tales como “Exploraciones cerebrales muestran cómo se recuperan los recuerdos”” Nuestras memorias podrían almacenarse en el ADN”” La mente sólo es cerebro Lo que hasta ahora se había considerado como la parte espiritual del ser humano podría no ser más que una expresión de la estructura neuronal”” Descubren las bases neurológicas de la sabiduría”. Ciertamente, en la mayoría de los casos, lo único que se ha hecho es formular petulantemente teorías a partir de nuevas técnicas de imagen que captan en que zona del cerebro se registra mayor afluencia de sangre cuando, el dueño del cerebro monitorizado, recibe un determinado estimulo. Sí en lugar del fantasioso y espectacular titular, se hubieran limitado, conforme al principio de integridad científica, ha explicar la realidad de los hechos, no alcanzarían notoriedad alguna. El tiempo los suele poner en su sitio: al poco, no se vuelve a hablar de asunto. Porque, indudablemente, no es lo mismo decir la verdad, como por ejemplo, “cuando estimulamos a una persona con sentimientos altruistas, podemos observar una mayor afluencia sanguínea en la corteza media pre-frontal de cerebro”, a desnaturalizar diciendo “hemos descubierto las bases neurológicas de la sabiduría”. El resultado de esta falta de ética científica trae como consecuencia que los simples, los crédulos y los forofos cientifistas, hagan de ello dogma de fe, lo acomoden a sus deseos y proclamen, como verdades científicas las más rocambolescas necedades. Además, es fácil comprender que, quienes adquirirían gran poder de demostrase la identidad cerebro-mente, hagan un gran esfuerzo en representarlo así.

      Llevo mucho tiempo observando apasionadamente el tema de la conciencia desde todos los ángulos a los que he tenido acceso. No hay rastro alguno de teoría científica, mínimamente consistente, sobre la naturaleza de la conciencia, su etimología, su estructura y sus mecanismos. La conciencia ha sido inabordable por la ciencia hasta fecha de hoy. Muchos científicos, consideran que no es asunto suyo. Sin embargo, algunos avanzados especialistas postulan la necesidad de alcanzar un nuevo paradigma científico que permita el estudio de su naturaleza y fenomenológica. Para la formulación de dicho paradigma, y dada su complejidad, la máxima jamás abordada, se requiere de un consenso multidisciplinar entre física, química, biología, neurología, medicina, psiquiatría, psicología, antropología, filosofía etc. que la ciencia aun no ha sido capaz de alcanzar. Considero que es el reto científico más importante de todos los tiempos y deseo firmemente que el SXXI, sea por fin, el siglo de la Conciencia.

      Saludos.

    35. ALF:La afirmación que hago será bochornosa para quien en una postura no menos bochornosa hace equivaler «lo material» con «lo físico» o «lo corpóreo». Y aunque este artículo no lo expresa correctamente, pues está escrito desde coordenadas más cercanas al emergentismo, mi postura es la del materialismo filosófico, para el cual la materia «se dice de muchas formas», y no puede identificarse exclusivamente con la «materia física».

    36. Unknown dijo...

      Fernando:
      Adaptando el significado de las palabras a nuestras necesidades puntuales, ciertamente podemos llegar a justificar cualquier cosa. Solo que no tiene valor alguno.

    37. ALF:Estoy de acuerdo, la cuestión es que no está canonizado ni por mucho el uso de «materia» como equivalente a «materia física», salvo en algunos conextos no filosóficos. Pero cuando aquí hablamos de materia es en un sentido filosófico. Así que habría que, entonces, definir que entendemos por materia sin someter esta definición a nuestras necesidades o algo por el estilo, sino procediendo de manera dialéctica y racional.
      Materia dice, según lo entiendo, una unidad que consta de partes que se codeterminan entre sí (en «symploké»).
      Que la materia sea algo más que la materia física no es algo que surja «por necesidades» (de ganar una discusión, por ejemplo) sino que esto acompaña toda la historia del pensamiento. Baste hablar de pensadores de Aristóteles a Karl Popper, pasando por Spinoza, Bertrand Russell y tantos otros: ellos argumentaron que había otras materias además de la materia física. Otra cosa es que «el cientificismo» quiera hacer equiparar la materia a la materia física. Pero el vicio del cientificismo, pareciera, es lo mismo que estás criticando. Así que me parece que allí hay un problema, justamente.

    38. Donde dice

      definir que entendemos por materia sin someter esta definición a nuestras necesidadesdebe decir

      definir qué entendemos por materia sin someter esta definición a nuestras necesidades

    39. Anónimo dijo...

      estoy totalmente de acuerdo con todo lo que decis...pero hace poco termine de leer un libro llamado "El error de Descartes" de Antonio Damasio que decia lo mismo que vos pero afirmaba la existencia del LIBRE ALBEDRIO en el hombre.No coincido para nada con esa postura del autor del libro, me gustaria saber que opinabas vos sobre eso..gracias!

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    41. Unknown dijo...

      Sin embargo la LUZ como la EXPERIMENTAMOS no es algo de "afuera" sino un PRODUCTO del cerebro. A su vez dentro del cerebro NO HAY LUZ sino COMPLETA OSCURIDAD. Entonces de donde SURGE el fenomeno SINGULAR que vemos como LUZ?. Pareceria ser que surge de SI como ESENCIA INMATERIAL "junto" al cerebro sin interpenetrarse con el mismo. Me parece que hay que evitar volverse DOGMATICO y tajante al respecto cayendo en el mismo error de la SUPERSTICION primitiva.