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  1. Sam Harris entrevistado por Bill Maher

    miércoles, agosto 26, 2009



    Encomiable trabajo de traducción de Ismael Valladolid Torres (La Media Hostia).

  2. La religión es una risa

    sábado, agosto 15, 2009

    Va de broma: humor ateo


    © Dorene Braun
    Norfolk Brights Examiner
    Traducido para Rebelión por Anahí Seri

    Tal vez sea cierto que sólo el sexo y la política inspiran más humor que la religión. Sin embargo, mientras que incluso los políticos se ríen de la política, y de la mayoría de quienes hacen bromas sobre el sexo se puede afirmar que han tenido experiencia de primera mano sobre lo ridículamente divertido que puede llegar a ser el sexo, en cambio, el humor religioso parece proceder casi exclusivamente de quienes rechazan la religión.
    Los teístas tampoco se cortan a la hora de ridiculizar a los no teístas, pero no parece que los chistes sobre los ateos sean, ni de lejos, igual de populares en Internet. Quizás el humor dirigido hacia los ateos simplemente no sea tan divertido, o sólo pueda ser malévolo. Así lo cree quien esto suscribe, aunque debe admitir que ella no es imparcial. Es prácticamente seguro que los teístas se sienten igual de ofendidos por el humor de los ateos.
    En cualquier caso, hay tantas cosas en el ciberespacio para entretener e iluminar a los brights [1] que de vez en cuando hay que mencionarlo. Lo que sigue no es más que una pequeña muestra.
    El sitio web del ateísmo positivo mantiene la Big List of Quotations (lista de grandes citas) así como un generador aleatorio de citas que proporciona una cada vez que se visita la página web. Para quienes disfrutan echando un vistazo ocasional a sitios como «Astronomy Picture of the Day» o la definición diaria del «Urban Dictionary», el generador aleatorio de citas puede aportar una cita diaria que nos hace reflexionar y en ocasiones nos provoca una carcajada.
    El sitio web Godless Geeks (Cretinos Descreídos) incluye una página con cientos de pruebas de la existencia de Dios, comenzando con clásicos como el argumento ontológico o el teleológico para pasar después al argumento de los milagros, el argumento del argumento o el argumento de la depresión clínica no tratada.
    Después del artículo en el que se mencionaba a los Cuatro Jinetes del Contra apocalipsis, un lector ha enviado un enlace a un cómic sobre el apocalipsis ateo ofrecido por Subnormality.
    La National Secular Society (NSS) (Sociedad Nacional Laica) del Reino Unido ofrece certificados de desbautizo, que pueden adquirir quienes deseen deshacer su bautizo. Si bien la NSS afirma que los certificados son algo humorístico, los que han abandonado la religión en pro del racionalismo se están tomando en serio los desbautizos, y algunos incluso participan en ceremonias de desbautizo antes de solicitar que sus nombres se eliminen de los registros bautismales de la iglesia. En Gran Bretaña se han descargado más de cien mil certificados, y las ceremonias de desbautizo también se celebran en USA.
    Los residentes de Norfolk no tiene más que ir que al sitio web Science and Reason in Hampton Roads donde hallarán varias páginas de humor; entre ellas, Ciencia Creacionista 101, pegatinas para libros de texto y «Por qué no te quieres casar con un científico».
    Como dice el proverbio, Todo aquello que merece ser tomado en serio merece ser objeto de broma.

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    Más «humor ateo».

  3. ¿El boom del ateísmo?

    sábado, agosto 01, 2009




    BBC Mundo
    Redacción


    En el Reino Unido esta semana abrió un campamento de verano un tanto particular: a Dios no le está permitido entrar.
    Es que no lo organizan los scouts ni grupos religiosos.
    Camp Quest es el primero pensado para jóvenes de padres ateos. La idea es fomentarles el pensamiento crítico a niños de entre 7 y 17 años y que disfruten un campamento «libre de dogmas religiosos».
    Está «dedicado a mejorar la condición humana a través de la investigación racional, el pensamiento crítico y creativo, el método científico... y la separación de la religión y el Estado», aseguran los organizadores.
    Los niños también jugarán, claro.

    ¿Nueva militancia?
    La idea de este tipo de campamentos, que ya se realizan desde hace 13 años en Estados Unidos, coincide con una necesidad expresada por Richard Dawkins, biólogo evolutivo británico y uno de los principales defensores del ateísmo.
    Dawkins, conocido por su beligerancia antirreligiosa, ha escrito el libro El espejismo de Dios, un manifiesto sobre la no existencia de un creador divino, y El gen egoísta, entre otras obras.
    Dawkins aboga por una nueva militancia que defienda el derecho de las personas a expresar libremente el hecho de no creer en Dios. Y que esto se traduzca en una mayor presencia de los no creyentes en la sociedad.
    Ha emprendido campañas a favor del ateísmo y el libre pensamiento como la Out Campaign (Campaña para darse a conocer), donde se insta a los no creyentes a que «salgan del clóset» y se «liberen» porque, se asegura, «los ateos son más numerosos que lo que la mayoría de la gente piensa».
    Pero no se trata solamente de darse a conocer. La idea es tener voz y voto en las discusiones sobre aspectos fundamentales en la sociedad. Así como cuando se hacen consultas para resolver dilemas se llama a grupos religiosos para que participen en el debate, cada vez más personas en todo el mundo están señalando que hace falta el punto de vista de quienes no tienen a un dios como punto de referencia de su código moral.
    Esto además de asuntos más pragmáticos. Tradicionalmente las religiones han tenido un monopolio cuando se trata de acompañar a la gente en momentos cruciales de su vida. Los ateos están buscando una alternativa que le pueda ofrecer a quienes piensan como ellos una alternativa que no choque con su forma de pensar. Se trata, por ejemplo, de hacerle fácil a una familia en duelo marcar el momento con algún tipo de ceremonia que no les genere un problema moral.

    Ateísmo sobre ruedas
    El Reino Unido ya había mostrado estar a la vanguardia de estos movimientos cuando el año pasado los tradicionales autobuses de Londres empezaron a circular con clic un llamativo afiche.
    «Probablemente Dios no existe así que deja de preocuparte y disfruta tu vida», podía leerse.
    La campaña atea fue organizada por The British Humanist Foundation (Fundación Humanista Británica) y apoyada por Dawkins.
    La idea fue imitada en algunas ciudades españolas, clic con Barcelona a la cabeza.
    El promotor en la capital catalana fue Albert Riba, presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores de España, que agrupa a siete asociaciones en todo el país.

    «Parecía que éramos dos o tres»
    Riba le dijo a BBC Mundo que el objetivo de la campaña fue «darle visibilidad a los ateos, que parecía que éramos dos o tres en España y debatir cuál era nuestro papel social, posicionarnos».
    Aseguró que la Unión busca «transmitir que la moral de un ateo vale lo mismo que la de un católico. Eso la ciudadanía lo está empezando a entender pero la estructura eclesial, no».
    Riba explicó que los objetivos son «defender la libertad de conciencia, luchar por un Estado laico y difundir el pensamiento ateo». También se «pretende pararle los pies a las religiones que tienen un alto grado de agresión y buscan imponer su forma de pensar».
    Consultado sobre si existe una nueva militancia del ateísmo, Riba dijo: «No queremos ni podemos salvar a nadie, ni vamos a enviar misioneros para decir que la salvación es el ateísmo. No vamos a hacer militancia en ese sentido, sino para crear puentes de diálogo».

    ¿Qué pasa en América Latina?
    La región cuenta, por ejemplo, con las dos mayores feligresías católicas del mundo: Brasil y México. Y otras religiones también mantienen una sólida presencia.
    Sin embargo, en una zona tradicionalmente fértil para la creencia divina, el movimiento ateo avanza, lentamente, y ya cuenta con algunas organizaciones e iniciativas.
    En Colombia los ateos han empezado a salir del clóset.
    El Manual de Ateología, escrito por 16 personalidades que niegan o dudan de la existencia de Dios se convirtió en un éxito de ventas, toda una sorpresa en un país donde el 90% de la población se declara cristiana.
    En tanto, en Argentina, el año pasado se organizó el primer congreso de ateos.
    Fernando Lozada, presidente del Congreso Nacional de Ateísmo, delegado de la Asociación Civil de Ateos en Argentina y promotor del evento, le dijo a BBC Mundo que «ahora la gente se anima más a decir que es ateo. Pasa lo que pasó con los grupos gays, la gente se anima a luchar por sus derechos, pero estamos en los inicios».
    Lozada explicó que se busca, entre otras cosas, «lograr que el ateísmo no sea mal visto en la sociedad, que logre el respeto como cualquier otra ideología o religión».
    Y le contó a BBC Mundo que en marzo de este año fue parte de una apostasía (negar la fe recibida en el bautismo y renunciar a la Iglesia Católica) en la que participaron 1.500 personas. «Como puede pasar con cualquier partido político o equipo de fútbol, uno debe poder desafiliarse».
    Lozada, que había sido bautizado y renunció en este evento, aseguró que «lo vio importante como un movimiento político, como una manera de presionar. Que las leyes estén influenciadas por una moral católica no es totalmente democrático, hace que haya que militar políticamente, no en el sentido partidario proselitista, sino social».
    Campamentos, autobuses y manuales... los ateos empiezan a mostrar su fervor (¿religioso? No, gracias), pero ¿estamos ante un nuevo movimiento?

  4. Disculpe, soy ateo

    miércoles, julio 22, 2009

    ¿Debo disculparme por ser atea?

    © Glennys Álvarez
    Publicado en Sin Dioses

    Como atea, siempre he sentido que camino en cuclillas, sobre la preocupación de lo que pueda despertar este hecho en mi interlocutor. Igual que el homosexual en el ejército, recurro al silencio para nadar mejor dentro de la intolerancia disfrazada de ofensa, donde los dardos lanzados no pasarían la prueba frente al propio lanzador.
    Entre mis pasos existe siempre una disculpa por no creer e inagotables razones se quedan en pensamientos mientras permito, respetuosamente, que los demás hablen libremente sobre sus dioses y doctrinas.
    Y es que descartar la religión en un mundo esencialmente creyente no es poca cosa; hay que estar bien preparado para justificar la «herejía» frente a todos, hasta los más cercanos. Es allí donde inicia su camino la intolerancia y yo, en mi condición de mujer nacida y criada en el tercer mundo, he desarrollado un buen radar para detectar discriminaciones.
    Los que me conocen saben que disfruto de la ciencia, el periodismo científico no es sólo mi trabajo sino también mi pasión, me angustio ante noticias sensacionalistas (al estilo Muy Interesante) que echan por el suelo el elegante trabajo que realizan los investigadores. Como afirmó elocuentemente Richard Dawkins (sí, él otra vez) durante el documental Enemigos de la razón: «la ciencia es la poesía de la realidad»; es precisamente por comentarios así que lo cito tanto.
    Que los humanos hayamos desarrollado herramientas para conocernos como especie y al mundo que habitamos, es lo que me impulsa a escribir columnas como éstas. No obstante, la investigación científica es un imán para los aclamadores de dioses. Inevitablemente, si es usted un seguidor fiel de escrituras sagradas, es posible que no esté de acuerdo con gran parte del desarrollo científico. Creo que esas personas que toman sus escritos divinos con fidelidad fundamentalista deberían de optar por vivir estilos de vida mucho más radicales y apartarse, no sólo de lo que supuestamente es pecado (algo imposible para cierta mayoría), sino también de todo el desarrollo científico cuyas conjeturas contradigan las explicaciones en sus libros: desde el uso de los fotones que se desprenden de cada bombillo en su hogar hasta las vacunas que salvan la vida de millones y cuyas gotas dejamos correr por la garganta de nuestros hijos.
    Pero es curioso como las personas adecuan sus pensamientos por más contradictorios que éstos sean (¿recuerdan el hemisferio intérprete?). El conjunto de esos avances científicos integrados a la vida moderna (casi todo, realmente), es aceptado, asimilado y utilizado sin reparar en el conocimiento que lo hace posible. Es plausible aceptar la terapia genética sin relacionar que esos mismos discernimientos sobre la molécula del ADN que la admiten, están vinculados al proceso de la evolución y que compartimos porcentajes variados de ella con los demás animales. Estas implicaciones, sin embargo, pueden ser pasadas por alto, objetadas y rechazadas por las mismas personas que aceptarán la terapia para salvar sus vidas.
    Y ni hablar de cuando un científico mete la pata. No sólo se convierte en el microbio que pudre las demás manzanas en el canasto, sino que se intenta desmentir todo lo demás. Precisamente por ello, la ciencia misma se mide con un sinnúmero de autorestricciones; si no fuera así no hubiese forma alguna de diferenciar lo que tiene validez científica de lo que no la tiene. Por ejemplo, si emito una opinión basada en experimentos, la gente pregunta enseguida ¿cómo saben eso?, ¿cómo lo descubrieron?, ¿y qué pruebas tienen? Necesariamente, los investigadores están obligados a realizar experimentos a «doble-ciego», introducir el efecto placebo en sus resultados y luego enviarlo a un consorcio de colegas elegido por otros investigadores, para que lo revisen. Todo esto con el propósito de filtrar errores, producir evidencias confiables, desenmascarar estadísticas que vayan más allá de la pura circunstancia y desentrañar la realidad de la experiencia puramente subjetiva. Aún así se cometen errores.
    Ahora bien, las creencias religiosas no pueden ser sujetas a observaciones bajo ese mismo microscopio detallista que usamos para la ciencia; al final de las observaciones, únicamente encontraríamos respuestas basadas en la fe, en la experiencia subjetiva de los que creen, todo lo demás se cae bajo la lupa científica. Los escritos en los libros sagrados contradicen la explicación que poseemos hasta el momento sobre el Universo y la evolución de la vida sobre la Tierra. Estará en cada creyente encontrar su forma de enmendar estas contradicciones. En este sentido, mucha gente estructura rutas paralelas entre sus creencias y la ciencia.
    Muy bien, digo yo, perfecto.
    Pero la religión, por naturaleza, es impositiva y predicativa. Un sinnúmero de religiosos desea interceptar los caminos, convertir, no sólo a los ateos, agnósticos y demás ovejas descarriadas, sino también a los creyentes de otras religiones (aquí en mi país, testigos de Jehová, evangélicos y mormones han desarrollado una acelerada y extendida estrategia de reclutamiento), para atraerlos hacia una nueva verdad con interpretaciones recientes del mismo viejo versículo y que se den cuenta que han estado venerando a su dios de la forma equivocada.
    El otro día, a raíz de la muerte de Michael Jackson, alguien en la oficina expresó que el espíritu de la celebridad ahora estaba en un proceso complejo hacia cierto estado que, según pude interpretar, se asemeja a esas nuevas ideas que tienen los creyentes liberales sobre el cielo.
    Pregunté, esta vez en voz alta, ¿y cómo es que sabes eso?
    Pero la respuesta a esa pregunta cambia de acuerdo con el libro que adores, la cultura que te haya acogido, los padres que te hayan criado, los caminos distintos que hayan tomado tus neuronas y hasta tu edad. De hecho, he escuchado y leído tantas versiones sobre lo que pasa después de la muerte que responder: «la verdad es que no sé, aunque deduzco que nada», me regala una apacible satisfacción que sólo yo disfruto.
    Hay una infinidad de cosas que desconozco, no por ello voy a darle la explicación que más me satisfaga, tampoco se me ocurre la más extraordinaria y difícil de explicar, prefiero esperar a que lo resolvamos con las herramientas que hasta el momento poseemos. ¿Qué hay de malo en eso?
    En las últimas semanas, he leído las críticas de varios teólogos hacia el Nuevo Ateísmo (y los nuevos ateos), ese que discute sin miedo en vez de pedir disculpas por no creer. El ateo que aboga por un mundo donde la religión se mantenga en los lugares más apropiados: los hogares creyentes, las iglesias y los templos; fuera del gobierno, de las leyes y de la educación pública. Es un paso enorme frente a mi forma apologética de no creer y no puedo negar que me gusta. A todos nos gusta descubrir grupos que hablen nuestro idioma y nos dejen ser, sin disculpas ni justificaciones: si yo respeto, ¿por qué no exigirlo también?
    Pero en el mundo de los humanos las cosas nunca son tan simples. La religión organizada tiene poder, poder para interferir en las leyes e imponer sus pensamientos sobre mi vida y mis decisiones. La religión predica y exige una moral que ni siquiera sus propios miembros pueden seguir y, obstaculiza, con historias absurdas sobre el mundo, lo que hemos logrado descubrir hasta el momento. Que mi vecino le enseñe a su hijo que el mundo fue creado en seis días y uno fue usado para descansar (o cualquiera que sea su versión), no es, en mi opinión, mi problema, el conflicto para mí inicia cuando esa misma opinión es expresada por la profesora del mío en el colegio.
    Hagamos una pequeña prueba. Imagine que, así como ha pasado tantas veces y continúa ocurriendo, una tribu de habilidades superiores invada su ciudad, domine a los gobernantes e imponga rituales distintos, dioses con nombres diferentes y nuevas normas. Que obliguen a todos a rezar oraciones nuevas y enseñen en las escuelas otras verdades escritas en el extraño libro. En un predicamento similar vivimos millones de personas, desde ateos y agnósticos hasta cristianos y musulmanes de distintas denominaciones y en diferentes partes del mundo, ultrajados por no pertenecer a la religión dominante. Si alguna Iglesia (en mi país es todavía la católica) es hermana del Estado, todo el que no pertenezca no puede sentirse gobernado justamente. Si aceptamos la libertad de expresión, no podemos, por lo tanto, permitir que las leyes se basen en interpretaciones específicas de un culto sobre un único libro.
    Como ponderaba un amigo una de estas tardes calurosas cuando el anhelo por más libertades y un asomo de justicia le arrebató un suspiro, «sólo un religioso podría enorgullecerse de "ser hombre de un solo libro"».

  5. Razones para ser ateo

    martes, julio 14, 2009

    © Raymond Tallis
    Traducción de Anahí Seri

    He sido más o menos ateo desde que era un adolescente, si bien, habiendo estado tempranamente expuesto, primero al catolicismo y luego a la fe anglicana, probablemente fue algún tiempo después cuando me deshice totalmente del sentimiento de que podría estar esperándome un ascenso póstumo. Recientemente me invitaron a participar en un debate en la Feria del Libro de Glasgow, para debatir sobre ateísmo con el filósofo Julian Baggini y con el humanista y escritor de novelas de detectives Cristopher Brookmyre. Nos pidieron que comenzáramos explicando las razones por las que somos ateos. Yo me estaría engañando a mí mismo si pensara que conozco la razón que más ha contribuido a mi actual feliz estado de descreimiento, y menos aún la razón que ha sido la más decisiva.
    Hay malas y buenas razones para decidir que uno es, o debería ser, ateo, y sospecho que las malas razones pueden tener más peso. La peor razón para no creer en Dios (aunque no parezca una mala razón a primera vista) es que no hay pruebas de Su existencia. Es una mala razón a favor del ateísmo porque nadie se pone de acuerdo sobre lo que constituiría una prueba. Los milagros, las escrituras, el testimonio de los sacerdotes y profetas, etc., todo eso puede rechazarse sobre una base empírica; pero para algunas personas, el hecho de que nos comuniquemos de forma inteligente entre nosotros, o de que el mundo muestre un orden, o incluso de que haya algo en lugar de nada, es prueba suficiente de que hay un Creador que no sólo hizo el mundo sino que también hizo que el mundo fuera habitable e inteligible para nosotros. Así pues, apelar a las pruebas, o a la ausencia de éstas, nunca será concluyente.
    Otra mala razón para ser ateo es la hostilidad hacia las instituciones religiosas por el comportamiento delictivo de los creyentes, o más en general, por los males que la religión organizada ha deparado al mundo. Estoy seguro de que esto tuvo su importancia en mi propio caso. Todas las mañanas, cuando el sacerdote católico local pasaba por delante de nuestra casa, de camino a la Iglesia de San Austin, mi padre soltaba un improperio sobre su malevolencia y, sobre todo, la hipocresía de los clérigos. Por tanto, llegué a la madurez completamente convencido de la doctrina de Lucrecio «Tantum religio potuis suadere malorum» («Tan poderosa fue la religión para persuadir de hechos malvados»).
    Un mayor conocimiento de la historia me hizo aún más consciente de las abominaciones que se han inflingido a los seres humanos en nombre de la religión: la crueldad sectaria, guerras confesionales indescriptiblemente crueles, la opresión de las mujeres (y la obsesión destructiva y cruel que tienen los curas con todo lo que entra y sale de la pelvis femenina), y una alineación cínica y oportunista con los poderes temporales para mantener un status quo injusto que beneficiaba a unos pocos en la cumbre y mantenía a la mayoría sojuzgada. Ni siquiera los santos me parecían muy atractivos. Su comportamiento era con frecuencia obtuso, ridículo o repulsivo. Uno de los ejemplos que más valoro es el de Santa Catarina de Siena, quien deseaba impresionar a Dios con su ayuno y consiguió superar su apetito residual recogiendo en un cucharón el pus que supuraba del pecho canceroso de una dama a la que cuidaba, y se lo bebió; un plato que no se le habría ocurrido ni a Heston Blumenthal (un chef británico famoso por sus platos excéntricos).
    ¿Y qué? Incluso en caso de que los males causados por la religión fueran relevantes para la cuestión de la existencia de Dios, no sabemos si la religión es una fuerza neta de mal, a pesar de los horrores documentados. Los apologistas han señalado los códigos morales que han inculcado las religiones y que nos han distanciado de la ética feroz de la mayoría de los demás representantes del mundo animal. Iván dice en Los hermanos Kamarazov: «Si Dios no existiera, todo estaría permitido» (o, lo que es lo mismo, si Él dejara de ordenar la fe). Por supuesto que esto no es cierto, pues los humanos tienen otras fuentes poderosas de preocupación altruista por sus congéneres, aunque se puede apreciar por qué hay tantos a los que esta afirmación les ha impresionado. Sin embargo, aún no nos hemos pronunciado sobre lo del beneficio neto, pues no podemos hacer correr la historia dos veces, una vez con religión y otra sin, para determinar si la religión, en conjunto, ha hecho que nos tratemos peor los unos a los otros. O ya puestos, si la religión ha supuesto un obstáculo a la hora de comprender la naturaleza y hacer del mundo un lugar más cómodo, donde la vida es más soportable, o viceversa. No obstante los obstáculos que las instituciones religiosas han puesto a veces al progreso científico, también se puede argumentar que la religión promovió la investigación científica de otros modos: el monoteísmo puede haber inspirado la búsqueda de las fuerzas unificadoras de la naturaleza; y muchos científicos muy creyentes (Newton y Faraday son los ejemplos obvios) veían sus investigaciones como expresión de su amor a Dios. Sería una falacia reducir la relación entre la religión y la ciencia a choques emblemáticos como los que se dieron sobre el sistema solar heliocéntrico o las necedades de los creacionistas.
    Otra mala razón para ser ateo es que las creencias religiosas amedrentan a la gente, en particular a los niños, con sus doctrinas de salvación y condena. Este argumento tampoco convence. Si Dios espera determinadas cosas de ti, incluido que creas en Él, y el castigo por defraudarlo es la condena eterna, entonces es un acto de bondad suprema asustarte para que obedezcas a Su Voluntad, tal como interpretan los expertos.
    Casi todas las malas razones para ser ateo surgen de una confusión fundamental entre lo que podríamos llamar los aspectos «metafísicos» frente a los aspectos «institucionales» o «sociales» de la religión; entre aquella parte de la religión que hace afirmaciones sobre el origen, la naturaleza, las fuerzas que conforman el universo, su significado, la vida de los humanos; y la parte que prescribe cómo deberíamos vivir, quién está autorizado para guiarnos en este sentido, y sobre qué cuestiones se nos debería guiar: preceptos, rituales, prácticas, códigos de comportamiento, etc. Una defensa inteligente del ateismo debería separar a las instituciones religiosas, con sus prescripciones multiformes y los poderes del bien y del mal que de ellas resultan, de los conjuntos de proposiciones sobre el origen y la naturaleza del universo y del pedacito en que vivimos. Ni los sacerdotes que se portan mal, ni las iglesias venales y poderosas demuestran la falsedad de la religión. Si bien nos recuerdan cómo puede corromper el poder, sobre todo cuando afirma gozar de autoridad trascendente, este hecho no es un argumento a favor del big bang y en contra de la creación en seis días. Los ateos pueden razonar que los propios creyentes no separan estos aspectos de la religión: la sabiduría de Dios, por ejemplo, a menudo es a la vez un concepto metafísico y un conjunto no negociable de instrucciones sobre cómo deberíamos convivir. Cierto, pero no por ello el argumento es mejor. Sin embargo, esto me lleva a la primera razón buena para ser ateo (que ya va siendo hora, cabe pensar).
    De acuerdo con las religiones en las que me crié (aunque no en todas, por supuesto), Dios reúne en su persona una combinación de propiedades extraña y ridícula. Para sostener una visión del mundo que enlaza los grandes sucesos que dieron origen al universo con los pequeños sucesos que llenan nuestras vidas, debe combinar la metafísica y la moral, la física y la urbanidad; hay que mezclar algo de la trascendencia del big bang con un Dios iracundo que se enfurruña porque no lo alaban lo suficiente, y que interviene a nivel personal o político de un modo frecuentemente aleatorio, y a veces bastante repugnante. Conjuga el origen del universo con ejércitos de sacerdotes que nos afean la conducta en Su nombre. El concepto es casi cómico, y desde luego infantil, y pone de manifiesto que esta idea de Dios es claramente un reflejo de las preocupaciones humanas, locales e históricas, más que una característica eterna del universo. El Dios que mezcla el poder de inmolar a miles para vengar las ofensas que sufren otros miles, o de alzar al justo, con el poder de dar origen a la infinita totalidad de las cosas, es una monstruosidad ontológica; como una quimera en la que se fusionara la parte frontal de una ballena con la cola de un microbio.
    Pero, ¿no deberíamos admitir humildemente la falta de certeza y declararnos agnósticos en vez de ateos? No. Y paso a explicar por qué. Si se echa un vistazo a las tesis metafísicas asociadas al centenar de religiones entre las que podemos elegir actualmente, se ve que estas tesis chocan entre sí de modo profundo y con frecuencia amargo. Pero, a menos que te hayan encauzado desde el nacimiento en una determinada religión, te ves obligado a elegir de forma aparentemente aleatoria en el Supermercado de las Ideas Teológicas. Si, con espíritu de humildad, te propones ver qué tienen en común, queda poca sustancia: el máximo común divisor entre el cristianismo, el paganismo, el hinduismo, el jainismo y todos los demás teísmos es bastante pequeño, y lo poco que queda es incoherente. Para ser un agnóstico sincero deberías ser capaz de sostener la noción de un Dios que es infinito pero que tiene características específicas; ilimitado, pero de algún modo separado de su creación; un Ser que no ha llegado a ser; que es omnisciente, omnipotente y bondadoso y sin embargo, por sus limitaciones, no es capaz, o no desea, crear un mundo en el que no exista el mal; etc. El Dios «apofántico», definido en términos de lo que Dios no es, del filósofo griego Jenófanes y de algunas ramas del cristianismo ortodoxo, es una especie de aceptación de que esta deidad es impensable. Pero el agnosticismo nos obliga a agarrarnos a la cuadratura del círculo. Creo que no merece la pena.
    Así pues, cualesquiera que sean mis auténticas razones para ser ateo, intelectualmente la cuestión no estriba en la falta de pruebas sobre la existencia de Dios, ni en el mal comportamiento de los creyentes y las instituciones religiosas, sino en la propia idea de Dios, la cual, en la medida en que no es completamente vacua, se contradice a sí misma, y tiene menos sentido que aquello que pretende explicar.
    No se sigue de aquí que yo piense que tenemos una comprensión completa o siquiera bien fundada de lo que somos. Por ejemplo, no comprendemos la conciencia. El materialismo atómico no la explica, de eso podemos estar seguros. Y el propio concepto de materia se ha tornado ininteligible, como se desprende de las paradojas de la mecánica cuántica. Tampoco comprendo cómo es posible que podamos entender el mundo, individual o colectivamente - ¿cómo es posible el conocimiento? Pero este sentimiento de que estamos limitados en nuestro conocimiento y comprensión no hace que me sienta incómodo, sino por el contrario más cómodo en mi ateísmo: no estoy obligado a encerrar una intuición apasionante de posibilidad trascendente, que surge de mi sentido de lo desconocido, en un amasijo de creencias confusas, contradictorias y a menudo (aunque no siempre) malignas, que culminan en imposibilidades lógicas. No obstante lo cual, debemos estar agradecidos por los monumentos artísticos, arquitectónicos, rituales y del pensamiento que nosotros, los ateos, les debemos a la creencia en Dios de otros.



  6. Río de Janeiro, 2 jul (EFE).- El etólogo y biólogo británico Richard Dawkins aseguró hoy [jueves 2 de julio] en Brasil, donde participa en un festival literario, que la religión «es la justificación para hacer cosas terribles, como asesinatos o terroristas suicidas».
    Dawkins, que participará esta tarde en una de las mesas redondas de la séptima edición de la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP), argumentó sin embargo que no piensa que las personas religiosas sean «malas» e incluso «muchas de sus acciones son motivadas por el deseo de hacer el bien».
    Autor de libros como El espejismo de Dios, El relojero ciego o El gen egoísta, el científico señaló en una rueda de prensa la falta de información como uno de los principales motivos para que las personas recurran a la fe religiosa.
    «Acabo de regresar del Pantanal (ecosistema situado en el oeste de Brasil) y quedé deslumbrado con tanta belleza», explicó Dawkins, quien añadió que «si no conociese a Darwin, me arrodillaría y diría que eso es obra de Dios».
    Firme defensor de las teorías evolucionistas y de El origen de las especies, obra de Charles Darwin que este año cumple su 150 aniversario, aseguró que este libro «es el más importante de la historia porque consigue resolver el mayor misterio de la vida: por qué somos lo que somos».
    «Es un libro que no ha sido debidamente reconocido por causa de la ignorancia y porque la religión quiere proveer explicaciones preparadas para mentes más ingenuas», añadió el científico.
    Dawkins, reconocido ateo y humanista, recordó su reciente participación en una campaña a favor del ateísmo a través de inscripciones en los autobuses de Londres en los que se podía leer «Probablemente Dios no exista. Así que deje de preocuparse y disfrute de la vida».
    En este sentido, se mostró partidario de utilizar un término más «amigable» para definir a los ateos y evitar «los prejuicios existentes».
    Dawkins abogó como una posibilidad por la palabra inglesa bright, cuya traducción literal sería brillante o inteligente y que ya es utilizada por algunas corrientes del ateísmo.
    La séptima edición de la FLIP, que comenzó ayer y terminará el próximo domingo, es uno de los principales eventos literarios de Brasil.

  7. Cuarto aniversario

    miércoles, julio 01, 2009


    Razón Atea cumple un año más, por la gracia de Dios.

  8. La frase del opio en su contexto

    viernes, junio 26, 2009

    © Rolando Gómez
    Para Razón Atea

    Hace unos pocos días, visitando EE.UU., entré a una librería y me compré un libro que me atrajo por su portada y título llamativos: se trata de El ateo portátil, del inglés Christopher Hitchens, publicado por la editorial Da Capo Press. El libro es en realidad un compendio de obras y/o fragmentos de obras de una larga lista de autores que incluye a Benedicto de Spinoza, Karl Marx, Charles Darwin, Anatole France, Bertrand Russell, Omar Khayám, Carl Sagan, Freud, Salman Rushdie, Emma Goldman, y muchos otros, todos alrededor de un tema: la religión.
    Me llamó mucho la atención el fragmento de Marx: está sacado de la Introducción a Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, obra escrita en 1843.
    Esta es la obra donde Marx escribió aquella famosa frase: «la religión es el opio de los pueblos», que estoy seguro que todos la han escuchado, pero no tan seguro de que la hayan leído en su fuente. Yo personalmente confieso que es una obra que no alcancé a leer en castellano en mi juventud.
    La famosa frase ha sido reproducida millones de veces, vilipendiada, admirada y demonizada a la vez, pero creo poder asegurar que casi siempre sacada totalmente de su contexto, y juzgada casi exclusivamente por el timbre sonoro de las palabras «opio» y «pueblos» bajo los parámetros acústicos que esas palabras tienen en la sociedad de nuestra época; esto es, la asimilación con adicción, estupefacientes dañinos o narcotráfico la una, y a masas vulgares, incultas o ignorantes la otra.
    Luego de leerla, decidí traducirla del inglés (no encontré «a mano» ninguna versión en castellano) y compartirla con ustedes en su contexto. Creo que vale la pena.
    Acá va:

    «El fundamento del criticismo irreligioso es: el hombre hace a la religión; no la religión al hombre. La religión es, efectivamente, la auto-conciencia y la autoestima del hombre quien, ya sea no se ha ganado a sí mismo, o se ha perdido a sí mismo de nuevo. Pero el hombre (der Mensch) no es un ser abstracto, puesto fuera del mundo. El hombre es el mundo del hombre –el Estado, la sociedad. Este Estado y esta sociedad producen la religión, la cual es una conciencia invertida del mundo, porque están en un mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo; su compendio enciclopédico, su lógica en forma popular, su point-d´honneur espiritual, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, y su base universal de consolación y justificación. Es la realización fantástica de la esencia humana, dado que la esencia humana no posee ninguna realidad verdadera. La lucha contra la religión es indirectamente, por lo tanto, la lucha contra ese mundo cuyo aroma espiritual es la religión.
    El sufrimiento religioso es, en uno y al mismo tiempo, la expresión de sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, el alma (o el espíritu, der Geist) de una condición desalmada. Es el opio de los pueblos.
    La abolición de la religión como la felicidad ilusoria de los pueblos es la exigencia de su real felicidad. La demanda de abandono de sus ilusiones acerca de su condición es la demanda de abandonar una condición que requiere de ilusiones. La crítica de la religión es entonces, en embrión, el criticismo de ese valle de lágrimas del cual la religión es su santa aureola».


    Interesante, ¿no?
    Dicen que un antropólogo británico encontró que los miembros del pueblo Fang en Camerún creen firmemente en brujas que tienen un órgano interno de tipo animal, que en las noches se separa de ellas y vuela sobre los sembrados arruinando las cosechas, y que esas brujas se juntan a veces en orgías donde devoran a sus víctimas humanas. Muchos de esos campesinos jurarán que un amigo de un amigo, o un conocido, ha visto a esas criaturas en sus incursiones nocturnas, y que su existencia es una absoluta verdad indiscutible.
    ¿Cómo hay gente que puede creer semejantes cosas tan irracionales y sin sentido alguno?
    Pues bien, hay gente que cree que algo terrible le va a pasar a uno si uno enciende un fuego exactamente un minuto después de que la primera estrella de la noche del viernes aparece en el firmamento, y que ese maleficio terrible es anulado solamente por la visión de la primera estrella en el firmamento del día siguiente. Hay otros que creen que hace unos dos mil años un hombre nació del vientre de una mujer que nunca copuló; es decir, nació sin padre biológico alguno, y que este hombre sin padre biológico murió, pero a los tres días volvió a la vida y desapareció, con cuerpo y todo, hacia el cielo. Hay gentes que creen que un ser todopoderoso va a leer todos los papelitos escritos que se ponen entre las grietas de las piedras del muro de un antiguo templo, y que de alguna manera ese ser todopoderoso va a responder a los pedidos escritos en esos papelitos. Hay otras gentes que creen que la imagen de una mujer vestida con un manto apareció de la nada impresa en el poncho de un indígena mexicano, y que ese poncho se puede encontrar hoy en día acá en la ciudad de México.
    Todas estas extrañas creencias dependen del entorno geográfico y social donde la persona se encuentra. Si nosotros –tanto ustedes como yo– fuéramos nacidos y criados en Kandahar, Yakarta o Mumbai, seguramente veríamos como irracional, o por lo menos muy extraño y ajeno, la creencia en algunas de las cosas que he mencionado arriba.
    En la famosa frase de Marx sobre el opio me parece que lo de la droga es lo menos relevante. Lo que todavía al día de hoy es relevante es esa «conciencia invertida del mundo» que posibilita transformar en una virtud humana la actitud de creer en cosas extrañas, sin soporte e insoportables, sin ninguna evidencia de ningún tipo, y cuyo propósito es tratar de alcanzar una felicidad ilusoria en este valle de lágrimas, la sociedad humana.

  9. Antología del pensamiento ateo

    sábado, junio 20, 2009

    El periodista británico Christopher Hitchens presenta Lecturas esenciales para el no creyente, con textos de Spinoza, Marx, Hume y Einstein


    Christopher Hitchens se ha convertido en uno de los grandes proselitistas mundiales del ateísmo gracias al éxito de su libro Dios no es bueno. Ahora, ha recopilado en un volumen una serie de textos de otros escritores y filósofos, que según este periodista inglés ratifican sus argumentos «anti-Dios». Dios no existe. Lecturas esenciales para el no creyente (Debate) es una antología del pensamiento ateo ordenada cronológicamente, que incorpora voces de diferentes disciplinas y épocas, como las del poeta latino Lucrecio; filósofos como Spinoza, Marx o Hume; científicos esenciales como Albert Einstein o Carl Sagan, o ilustres de la literatura, como el recientemente fallecido John Updike.
    Hitchens introduce la compilación de esta cincuentena de textos afirmando que la historia del hombre está «sembrada» de catástrofes naturales que la religión ha atribuido no sólo a explicaciones falsas, «sino a falsos culpables», que llevaba a buscar «chivos expiatorios». El periodista no cree que la Ilustración haya erradicado esas creencias, incluso en instituciones religiosas «moderadas». Cita algunos ejemplos recientes: el obispo anglicano que, ante unas inundaciones en el norte de Inglaterra, las achacó a la «degradación moral» derivada, entre otras causas, de los cambios jurídicos para dar más derechos a los homosexuales en su país.
    Critica también la «pulsión por la muerte» de las religiones que anhelan «el fin del mundo». Ante esta «escatología de locos», el escritor humanista subraya que precisamente «este mundo es lo único que tenemos y que nuestro deber para con el prójimo es mejorarlo en todo lo posible», sin que sea necesario, afirma, una «brújula moral», ni la espera de «una recompensa divina».
    El hecho de que las religiones se arrogaran, antes que la ciencia, el derecho a explicar la realidad, aunque fuera, asegura Hitchens, a base de «siniestros cuentos de hadas sobre apariciones», ha determinado su influencia y la «lucha contra sus intolerantes defensores», que se mantiene aún hoy en día, como saben bien escritores como Salman Rushdie o la diputada holandesa Ayaan Hirsi Ali, amenazada por sus críticas al islamismo radical.

    Poesía ateísta
    Aunque el libro apela a textos de Darwin o Freud, Hitchens no se ciñe sólo a la prosa científica o al pensamiento lógico, y echa mano también de la poesía. Un muestra la ofrecen los versos de Philip Larkin (1922-1985):

    «Ningún truco disipa este modo especial
    de tener miedo, como la religión solía
    intentar, ese inmenso, armónico brocado
    apolillado, para hacernos creer que no moriremos».


    La antología, además de fragmentos de obras de Joseph Conrad (La línea de sombra) o Lovecraft (Carta sobre la religión), incluye textos inéditos de Ian McEwan o Salman Rushdie, y de la citada diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali.
    «El ateísmo es la única posición que me permite vivir sin disonancias intelectuales. No es un credo. La muerte es segura y reemplaza los cantos de sirena del Paraíso, pero también el terror del infierno. (...). No hay nada más; pero no quiero nada más», escribe en su autobiografía Hirsi, que vive oculta tras haber recibido amenazas de muerte. En su línea de lo políticamente incorrecto, señala con su dedo a grupos como a la Nación del Islam, del estadounidense Louis Farrakhan, de la que no niega que logre apartar a algunos jóvenes negros norteamericanos de la droga, pero que no quita, dice, «que sea una organización racista de chalados».
    Aunque no cree que los ateos tengan el derecho de ir por el mundo «con aires de superioridad», el autor de Dios no es bueno defiende el argumento del poeta Shelley sobre la «necesidad del ateísmo» porque considera que no se puede evitar tomar postura. «O atribuimos nuestra presencia a las leyes de la biología y la física, o la atribuimos a un plan divino. En todo caso, una vez tomada la decisión, estamos como los creyentes: con casi todo el trabajo por delante», argumenta este militante del ateísmo.

    Publicado en El País, el 08/06/2009

  10. Londres, 10 jun (EFE).- Un innovador estudio realizado por psicólogos británicos a través de la red social Twitter ha puesto en tela de juicio la existencia real de los poderes paranormales como la telepatía o la telequinesia al señalar que «son los propios sujetos los que se crean estas ilusiones en su cerebro».
    Esta es la conclusión a la que han llegado los investigadores de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) quienes, dirigidos por el profesor Richard Wiseman, han desarrollado un experimento psicológico valiéndose de las nuevas tecnologías, en concreto de las cada vez más abundantes redes sociales, informó hoy la revista New Scientist.
    Más de 7.000 usuarios de Twitter decidieron unirse al experimento, para lo que tuvieron que responder a una serie de preguntas previas sobre su creencia o no en la existencia de las habilidades extrasensoriales.
    Así, el 38 por ciento de los participantes afirmó creer este tipo de fenómenos e incluso un 16 por ciento confesó poseer alguno de estos poderes que escapan a la razón.
    El experimento se llevó a cabo de la siguiente manera: el profesor Wiseman viajaba cada día a un lugar distinto de la ciudad y se fotografiaba en él.
    La foto se enviaba acto seguido a los usuarios de Twitter junto a otras tomadas en lugares y fechas distintos para desorientar y se pedía a los usuarios con supuestos «poderes» que identificasen la foto en cuestión.
    De esa forma los investigadores trataban de averiguar si el grupo de individuos que se preciaba de tener poderes extrasensoriales acertaba la localización de Wiseman, algo que no ocurrió.
    Pese a ello, cuando se les mostraba la foto buena, el 31 por ciento de los individuos que creían en lo paranormal se autoconvencían de que había una fuerte correlación entre su propia percepción y los hechos.
    En opinión de Wiseman, lo ocurrido con esos voluntarios demuestra que «ese tipo de pensamiento creativo» hace que muchas veces las personas vean «relaciones ilusorias» entre distintos fenómenos y se convenzan de que existe extrañas correspondencias entre sus sueños y acontecimientos posteriores.

  11. «La Iglesia pierde su clientela»

    sábado, junio 06, 2009


    Puente Ojea también es un «ateo esencial»

    El diplomático Gonzalo Puente Ojea fue embajador de España en el Vaticano y es uno de los autores más reputados sobre religión. Presenta su libro La religión,¡Vaya timo!


    © Víctor Charneco
    Publicado en Público el 18/05/2009

    El diplomático Gonzalo Puente Ojea (Cienfuegos, Cuba, 1924) fue embajador de España en el Vaticano durante el Gobierno de Felipe González y es uno de los autores más reputados sobre religión. Dentro de la colección de la Editorial Laetoli ¡Vaya timo!, que desmonta los mitos que perviven en la sociedad actual, vuelve a evidenciar las mentiras de la Iglesia en La religión,¡Vaya timo!
    –¿Es un timo la religión?
    –Efectivamente, porque promete lo que no tiene, la felicidad en un mundo paradisiaco después de la vida real.
    –Prometido por un Dios muy peculiar.
    –Un Dios que tiene todas las cualidades imaginables, de manera que su idea es imposible, sus atributos son claramente contradictorios. Igual que no existe el círculo cuadrado, no puede existir ese Dios.
    –Entonces, ¿dónde encuentra su fortaleza?
    –En la tradición. En este siglo hay un conocimiento científico que debería dar lugar a un abandono de la religión. No se produce porque los imaginarios colectivos son asimilados por el bebé desde que empieza a tener autonomía. El hogar es la gran máquina de hacer cristianos, por eso la Iglesiatrata de mantenerlo a salvo.
    –¿Qué opina del auge del creacionismo?
    –El porcentaje de científicos que abandona las creencias religiosas es mayor cada día que pasa. La cultura americana no es propiamente científica, sino tradicional, porque repite los estereotipos de los fundadores.
    –¿Por qué los Estados han respetado la Iglesia?
    –Porque es una institución poderosa, con una clientela muy fuerte y una gran determinación de predicación de su doctrina. Desde que se unió al Imperio Romano, su potencia pasó a ser casi insuperable.
    –¿Por qué el Gobierno no se independiza de la Iglesia?
    –La República fue una página nueva en nuestra historia. Su núcleo y la causa de su destrucción fue el laicismo, porque la Iglesia se dio cuenta de que se jugaba el tipo y puso toda la carne en el asador. Esto no lo entienden los jóvenes porque no lo han vivido y porque en las escuelas el PSOE, que había hecho pactos, eliminó esa circunstancia de los planes de estudio.
    –¿Qué opina del aumento en la financiación de la Iglesia?
    –La explicación es que el virus republicano ha quedado totalmente extirpado. El PSOE hizo una ruptura histórica total, porque la Transición fue la gran estafa política de este país. Alegando que volverían los militares, intervinieron e impidieron que se volviera a instaurar una República, y además eliminaron el poder constituyente, porque la Constitución está elaborada por los procuradores en Cortes de la época de Franco. No se cuestionó la jefatura del Estado y eso sí se hizo en la República de 1931, que eliminó la Corona y promovió el laicismo.
    –¿Tan malo le parece el sistema de hoy en día?
    –Los llamados partidos democráticos entraron en el juego y nos condenaron a tener una olla de corrupción con una tapadera que se llama monarquía parlamentaria. Vivimos en plena inconstitucionalidad y, en los últimos tramos del Gobierno de Zapatero, en una disolución por la vía autonómica. Es una dictadura de partidos organizada para que los dos grandes tengan la mayoría.
    –Usted fue embajador en la Santa Sede, ¿cómo ve en la actualidad a la Iglesia?
    –Hace mucho que la Iglesia está en un proceso de pérdida de clientela y que tiene puesta su fe en el tercer mundo, donde hay muchas personas. Ratzinger, un hombre de formas inteligentes aunque no demasiado brillante, tenía que haber hecho la apertura y la revisión de los dogmas morales, pero no lo hace.
    –¿Y la rama española?
    –Están desquiciados porque se acostumbraron a un régimen de monopolio de las conciencias, que es lo que fue España hasta la República. Y a eso hemos de volver, la Monarquía caerá en unos 20 años y se regresará a esa fórmula.
    –¿Y el Minivaticano?
    –Todos los políticos les han regalado [a la jerarquía católica] todo lo habido y por haber. Es increíble que incluso Felipe González les diera todo. A mí me dijo que a la Iglesia no se le podía discutir nada y que no me metiera en temas de dogma. Cuando las beatificaciones, al Gobierno no le gustó el empeñó del Vaticano en volver a la Guerra Civil y se mandó una representación de un nivel que evidenciara el descontento. Y sin embargo, un mes más tarde hubo una cena en la Nunciatura, con el rey y el presidente del Gobierno. La Conferencia Episcopal pidió que me quitaran y en agosto fui relevado.