MADRID. - Era el veterano de los actores españoles. Fernando Fernán Gómez se convirtió con su hacer profesional a lo largo de los años en toda una institución. Con su muerte hoy, a los 86 años, el cine español quedó huérfano del que hasta ahora era el actor vivo con más prestigio del país.
Fernán Gómez había ingresado hace algunas semanas en la sección oncológica del hospital madrileño, pero su familia prefirió no dar detalles sobre su padecimiento.
El más premiado. No en vano era el que más premios Goya acumulaba, además de contar con los Premios Nacionales de Cine y Teatro, el Príncipe de Asturias de las Artes, la Medalla de Oro de la Academia de Cine, así como el Premio Donostia a toda una carrera del Festival de San Sebastián. Y siempre defendió el cine español, su cine, frente a las críticas de algunos.
Llevaba la actuación en la sangre: su madre, Carola Fernán Gómez, era actriz, y él nació durante una de sus giras, el 28 de agosto de 1921, en Lima. Como lo inscribieron en el consulado de Buenos Aires, tuvo la nacionalidad argentina hasta 1970, cuando se nacionalizó español.
Estudió Filosofía y Letras en Madrid, pero su vocación era actuar y así lo hizo, aunque la guerra civil española interrumpió su carrera como actor. Pero después del conflicto regresó al teatro, hasta que a principios de los 40 comenzó a dedicarse de lleno al cine, también como director.
En la pantalla grande debutó en 1943 en la película Cristina Guzmán, de Gonzalo Delgrás. A lo largo de su carrera, trabajó con los directores más destacados del cine español, como Carlos Saura, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga.
Actuó en casi 200 películas, entre ellas, clásicos del cine español como Botón de ancla, La mies es mucha, Balarrasa, El espíritu de la colmena, Pim, pam, pum, fuego y Mamá cumple cien años. Entre sus películas más recientes destacan La lengua de las mariposas, El abuelo, Todo sobre mi madre y En la ciudad sin límites.
También dirigió una treintena de películas para cine y televisión, como Siete mil días juntos, El mar y el tiempo y El viaje a ninguna parte.
Y junto a la de actor, cultivó su faceta de autor. Los domingos, bacanal (1981) fue su debut como autor dramático. Además, escribió novelas como Oro y hombre y relatos como los contenidos en La escena, la calle y las nubes. Además, era el único actor que había ingresado en la Real Academia Española, la mayor institución de las letras hispanas.
En lo personal, este hombre que en su cabello blanco conservaba aún el recuerdo de la que fuera la cabellera pelirroja quizá más famosa del cine español era también conocido por su mal genio, que, como hombre de carácter fuerte que era, jamás se preocupó por ocultar. De lo políticamente correcto tampoco se ocupaba mucho.
De nariz prominente y ojos que, pese a haberse ido empequeñeciendo con la edad, mantuvieron el brillo del pícaro, conservó hasta el final ese aire de galán atractivo, que cultivó a lo largo de los años.
«Yo creo que puede existir perfectamente una amistad entre un hombre y una mujer, siempre que ese hombre no sea yo», declaró en alguna ocasión. En ese plano, en el sentimental, estuvo unido durante años a la cantante María Dolores Pradera. Su otro gran amor fue hasta su muerte la actriz Emma Cohen. Pero de su vida íntima, Fernán Gómez se cuidaba mucho de hablar.
Tímido, ateo y maniqueo declarado, junto a su particular imagen de Don Quijote moderno quedará también en el recuerdo su voz, que hizo las veces de la del ingenioso hidalgo en una conocidísima serie de dibujos animados. «Prefiero tener un grado de locura como el que tenía Don Quijote y no el de Hitler o cualquier personaje de esta calaña», manifestó una vez.
En el extranjero también se lo quiso y se lo respetó. En 2005 recibió el Oso de Oro honorífico del Festival Internacional de Cine de Berlín. Esa misma muestra ya le había otorgado anteriormente dos Osos de Plata: en 1977 por El anacoreta y en 1984 por Stico.
Agencias DPA y AFP