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  1. La brutalidad de los textos sagrados

    viernes, enero 01, 2010



    © Diego Marinelli
    Publicado en Ñ del diario Clarín

    Que un historietista se decidiera a hacer una versión del Génesis no es tan raro. Muchos de los grupos cristianos que van de casa en casa en busca de nuevos fieles llevan consigo materiales de propaganda en los que aparecen relatos dibujados de pasajes de la Biblia. En Estados Unidos, incluso, hay toda una industria de cómics cristianos, que no venden lo que las revistas de superhéroes, pero de todas formas son bastante populares. Y en la Argentina de los primeros años 80 se vendía en los kioscos de diarios un coleccionable llamado La Biblia para niños que contaba el Nuevo Testamento a través del lenguaje de la historieta, con personajes de caras redondas y ojos grandes, al estilo del manga japonés. Salía los martes.
    Lo que llama la atención es quien se lanzó a hacer su propia versión de los textos sagrados. Pocos de los muchos fanáticos que tiene por el mundo Robert Crumb se imaginaban que el gran maestro del cómic underground iba a salir de su largo letargo creativo con una obra inspirada en el Génesis. Y el asombro está dado, sobre todo, porque Crumb se hizo famoso gracias a historietas libertinas que narraban sus obsesiones con las mujeres y daban testimonio del desenfreno lisérgico de los hippies de San Francisco, durante la década de 1960. Que Robert Crumb publique un cómic sobre el Génesis era tan impensado como que Mick Jagger escribiera un libro sobre el valor de la castidad. Pero ocurrió.
    No sólo ocurrió, sino que, además, es una versión extremadamente respetuosa, casi literal, que deja en nada las sospechas de que iba a tratarse de una relectura salvaje del Antiguo Testamento, marcada por el erotismo y la ironía que conforman el ADN de la obra de Crumb. Eso no es, sin dudas, lo que esperaban los amantes del cómic cuando se anunció la aparición del libro, cuya edición en castellano acaba de ser presentada en España por la editorial La Cúpula y previsiblemente será distribuida muy pronto en la Argentina.
    La historia del Robert Crumb que revolucionó el lenguaje de las historietas comienza en 1967, cuando se mudó a San Francisco, donde estaba estallando el «verano del amor». Hasta entonces se había ganado la vida dibujando tarjetas de felicitación y haciendo ilustraciones para pequeños medios de prensa, así que la llegada a San Francisco le voló la cabeza –literalmente–, ya que allí comenzó a experimentar con drogas alucinógenas, a frecuentar salas de música donde actuaban grupos psicodélicos como Jefferson Airplane y a disfrutar de las bondades del amor libre. Allí, al poco de desembarcar, fundó Zap Comix, una revista legendaria en la que publicaba tiras que describían el alocado entorno que lo rodeada y que hoy es considerada como la primera piedra del cómic underground (hasta entonces los cómics eran fundamentalmente un fenómeno manejado por grandes editoriales y no tocaban temas considerados conflictivos).
    Antes de largarse a vivir en una granja, siguiendo la premisa hippie, y luego a un pequeño pueblito francés, Crumb tuvo tiempo para crear personajes profundamente representativos de los 60, como Fritz El Gato y Mr. Natural, e ilustrar la tapa de discos emblemáticos de esa década como Cheap Thrills, de Big Brother and the Holding Company, el grupo de Janis Joplin. Además, fue quien impulsó la carrera de Harvey Pekar –otro gran ícono del cómic independiente–, encargándose de los dibujos de sus primeros álbumes, y realizó varios libros maravillosos dedicados a músicos de jazz y blues. Un recorrido creativo que está retratado de una manera realmente estupenda en el documental Crumb (1994), dirigido por Terry Zwigoff y producido por David Lynch.

    Y Dios dijo: «¡Haya luz!»
    Robert Crumb creció en el seno de una familia profundamente católica y es muy probable que con este cómic esté cerrando el círculo que abrió al renegar de las buenas costumbres cristianas, allá por los ’60. No se trata de volver a abrazar la fe perdida, sino de regresar a los relatos que marcaron su infancia con la intención de redescubrirlos, de encontrar en ellos símbolos que le permitan comprender el mundo. «Yo no creo que la Biblia sea la palabra de Dios, sino las palabras de los hombres. No obstante es un texto poderoso, con muchas capas de significado que profundizan en nuestro inconsciente colectivo, en nuestro inconciente histórico», reflexiona Crumb sobre este abordaje en el Génesis, el primero de los cinco libros del Antiguo Testamento, donde se compilan episodios fundacionales de la tradición judeo-cristiana como la Creación, Adán y Eva en el Jardín del Edén, la historia de Caín y Abel, la Torre de Babel y el Diluvio, además del nacimiento de las tribus de Israel. «En ciertos pasajes, si creía que mis palabras podían aclarar el sentido del texto, he realizado una interpretación propia», devela Crumb. «Pero me controlé y no me permití demasiado a menudo ese ejercicio de creatividad».
    Dado que los textos son transcripciones prácticamente literales, la impronta autoral hay que buscarla en la expresividad de los dibujos y en los fragmentos que Crumb decidió recortar y dotar de una importancia mayor. Así, es posible reconocer las típicas obsesiones de Crumb en la relevancia que tienen dentro de su libro los conflictos cotidianos de las tribus de Israel. Las familias de los patriarcas aparecen retratadas como colectivos humanos brutales en los que hay hijos que traicionan a los padres, hermanos que intentan asesinar a otros hermanos, mujeres celosas y terribles que compiten por el amor de los profetas, intentos de violación, esclavas sometidas sexualmente y otros etcéteras por el estilo que no son inventos de la mente afiebrada de Crumb sino que están tomados fielmente de los textos sagrados.
    Una vez que pasan los episodios de la Creación y el Diluvio, el resto de la obra podría leerse casi como una bestial novela rosa cuyos escenarios son los antiguos territorios de Asia Menor. Un mundo primitivo en el que, sin embargo, se establecieron muchas de las normas morales que rigen la vida de numerosos ciudadanos de las sociedades actuales. Con su trazo detallista y expresivo, Crumb pone en marcha la delicadísima tarea de dar humanidad a personajes intocables por su condición de figuras veneradas y decide mostrar sus acciones tal cuál fueron contadas, para que sea el lector el que saque sus propias conclusiones. Sin burlas ni reinterpretaciones. Llegados a este punto, hay que decir que se trata de un comic ambicioso y magnífico, una obra destinada a pasar a la historia del género. El desafío que se impuso Crumb justifica todos los honores: dotar de vida a un texto sagrado e intocable, volverlo mundano, imperfecto, brutal. Tal como el mundo que se creó a partir de sus enseñanzas.

  2. A la cama con la Virgen María

    viernes, diciembre 18, 2009


    Controversia por el cartel en una iglesia anglicana

    SIDNEY, Australia– Un cartel que muestra a María y José en la cama y se burla de la noción de la concepción inmaculada de la Virgen sembró la polémico cuando fue erigido ayer por una Iglesia Anglicana progresista en Nueva Zelanda, frente al templo.
    «Pobre José. Debe de ser duro ir detrás de Dios», reza el pie de foto de la imagen colocada delante del templo de San Mateo en la ciudad neozelandesa de Auckland, informaron los medios locales.
    Los responsables de la iglesia afirmaron que la intención del cartel era que los fieles se replantearan el auténtico significado de la Navidad.
    El vicario, Glynn Cardy, explicó que la imagen quería atacar los estereotipos sobre la concepción inmaculada de Jesús y generar un debate sobre el asunto.
    «Queríamos ridiculizar la noción literal de un Dios masculino en el cielo quien de alguna manera u otra logró impregnar a María. Cuestionamos en sentido literal tanto cómo fue concebido Jesucristo como la masculinidad de Dios en cualquier sentido literal», detalló Cardy, quien admitió que su Iglesia tiene ideas muy liberales.
    En el cartel, que imita el estilo de los frescos renacentistas, José aparece apesadumbrado y cabizbajo en el lecho matrimonial, mientras María, con cara de decepción, mira hacia arriba, al parecer buscando a Dios.
    La portavoz de la diócesis de la Iglesia Anglicana en Auckland, Lyndsay Freer, criticó la imagen por implicar que María y José se recurrieron a relaciones sexuales para concebir a Jesús, algo «inapropiado, irrespetuoso y ofensivo hacia los cristianos».
    «Un cartel así es más propio de un grupo anticristiano que quiere mofarse de la divinidad de Dios», declaró a la radio nacional.
    Freer señaló que la concepción de Cristo es una importante cuestión teológica que no puede ser analizada a la ligera, por lo que la estrategia de Cardy «no generará ningún debate inteligente sobre el tema».
    A las pocas de levantarse la marquesina, ésta sufrió pintadas de radicales y vándalos, mientras cientos de fieles defendieron y atacaron casi en igual número la iniciativa a través de mensajes escritos en la página web de la iglesia (Agencia Efe).



  3. © Fermín Huerta Martín


    Este artículo pretende refutar la opinión de Gustavo Bueno expuesta al comienzo de su libro La fe del ateo y que dice así:

    «Tenemos que considerar como producto de un puro embrollo, y una patológica e indocta confusión de ideas, hablar del ateísmo como si pudiera designar una posición unitaria capaz de servir de fundamento para algún movimiento social o político consistente».


    Considero, al contrario que Gustavo Bueno, que si existe una «posición unitaria», aunque sea sobre mínimos, que fundamente un movimiento ateo, y que quizás la confusión de ideas provenga del que hace tal afirmación.
    Bueno usa una serie de ejemplos de distinciones de ateos para justificar su tesis y que me van a servir de base para contestarle, son las siguientes:

    Ontológicos/Ónticos. Privativos/Negativos. Esenciales/Existenciales.

    Católicos/Musulmanes. Anarquistas/Nazis. Comunistas/Liberales.

    Politeístas/Monoteístas. Militante/No practicante. Anticlerical/Clerical.

    Primera distinción: ateos ontológicos, ateos ónticos
    Esta distinción queda eliminada sin ningún problema cuando nos atenemos a un argumento que queda ejemplarizado en esta entrada de la Wikipedia:

    «El término ateo tuvo su primer uso en la Roma antigua, para designar a todo aquel que no creyera en los dioses del panteón romano, en particular, y curiosamente a los cristianos.
    A raíz de la confluencia de las religiones en el mundo, el sentido etimológico de la palabra tomó todo su significado para aplicarse a todos los dioses, ya que parecía injusto designar ateístas a quienes creían en cierto dios, razón por la cual el término se limitó a las personas que no creyesen en ningún dios. Actualmente ya no se usa el adjetivo ateo para designar a los que no creen en unos dioses aunque crean en otros».


    El que hizo esa entrada evidentemente no conocía a Gustavo Bueno y sus seguidores, sino no hubiera dicho que actualmente no se usa el término ateo de esa manera, así por ejemplo lo usa Atilana Guerrero en su artículo Un «bus ateo», sí, pero ateo protestante, publicado en El Catoblepas nº 85:

    «En efecto, todo teísta católico, pongamos por caso, es ateo del resto de religiones monoteístas y politeístas, en la medida en que dichas religiones, desde su punto de vista, proclaman falsos dioses. Ateos se les llamó a los cristianos por parte de los paganos, como de Sócrates decía Voltaire que era el ateo que creía en un solo Dios».


    Una vez aceptado que el ateo niega a todos los dioses, la especificación ateo ontológico, ateo óntico, desaparece.
    El ateo niega los dioses ónticos, por ejemplo, el Demiurgo del Timeo platónico, los dioses corpóreos de los epicúreos, el Dios antropomorfo de Cleantes (de los Diálogos de Hume), incluso, el Gran Ser de Augusto Comte, o el Zeus de Hanson. También los dioses ontológicos, como el Acto Puro de Aristóteles, el Uno de Plotino, el Dios del argumento ontológico de San Anselmo, pero también el Dios de Gaunilon, el Dios de las cinco vías de Santo Tomás, el Dios de Leibniz o el Dios panteísta, o, si se quiere, el Dios panenteísta. También el Dios de Kant.
    Niega hasta los dioses que aún no conoce, a todos los dioses. También se elimina así la distinción ateo monoteísta, ateo politeísta.

    Segunda distinción: ateos privativos, ateos negativos
    Una distinción puramente psicológica sin mayor importancia, que me resulta realmente sorprendente que Bueno utilice. Un ateo que se definiese a sí mismo como privativo, que se sintiese mutilado por haber perdido la fe religiosa, sería un ateo inmaduro, recién llegado, en transición, en cualquier caso, no es lo que le ocurrió a él, según nos cuenta en Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, donde dice:

    «También cabía (y éste fue mi caso) una ruptura privada, inconfesable, que tampoco era necesariamente dolorosa (no lo fue en mi caso) puesto que podía ir acompañada de compensaciones psicológicas muy claras, como podían serlo la sensación de haber "descubierto el secreto", o el sentimiento de superioridad sobre "las pobres gentes" que iban a besar el pilar sobre el que descansa la Virgen».


    Una distinción que parece realizada más por las ganas de buscar diferencias entre los ateos que por su importancia real. Que puede dar juego en una conversación entre dos ateos, preguntándose mutuamente por el origen de su convicción:

    «¿Cómo llegaste al ateísmo?». El ateo negativo diría: «mis padres me educaron así». El ateo privativo diría: «Yo era un devoto católico hasta que se me ocurrió leer La genealogía de la moral de Friedrich Nietzsche».

    Tercera distinción: ateos esenciales, ateos existenciales
    Dice Bueno en La fe del ateo: «Desde la perspectiva del ateísmo esencial, en la que por supuesto nosotros nos situamos, las preguntas habituales: “¿Existe Dios o no existe?”, o bien: “¿Cómo puede usted demostrar que Dios no existe?”, quedarían dinamitadas en su mismo planteamiento, y con ello su condición capciosa. En efecto, cuando la pregunta se formula atendiendo a la existencia (“¿existe Dios?”) se está muchas veces presuponiendo su esencia –o si se quiere, el sujeto gramatical y no el predicado– (si la existencia se toma como predicado gramatical en la proposición: “Dios es existente”) y esto supuesto es obvio que no es posible la inexistencia de Dios, sobre todo teniendo en cuenta que su existencia es su misma esencia ; y dicho esto sin detenernos en sus consecuencias, principalmente en ésta: que quien niega la esencia de Dios está también negando la existencia, precisamente en virtud del mismo argumento ontológico que los teístas utilizan».
    Habría que decir entonces que si «su existencia es su misma esencia» y quien niega la esencia de Dios niega también su existencia, entonces los que niegan su existencia están negando también su esencia. En todo caso la presuposición de su esencia se dará en quien realiza la pregunta: ¿existe Dios?, pero no en la respuesta negativa, si es verdad que su «existencia es su misma esencia». Porque al negar la existencia de Dios se estará negando su esencia y con ello también la posibilidad de la pregunta.
    Bueno en el pasado ha negado la existencia de Dios, recientemente por ejemplo en La Nueva España, 13 de diciembre de 2008.
    El argumento del ateísmo esencial que desarrolla en La fe del ateo es tan brillante, que a los ateos, que en general somos gente de mente abierta, no nos cuesta reconocerlo y admitirlo, recientemente lo hizo Puente Ojea (ateo y adversario intelectual de Bueno en ocasiones) en el periódico Público el 18 de mayo de 2009.
    Por todo ello pretender que la distinción esencial/existencial es un impedimento para formar un «movimiento social consistente» es totalmente ridículo.

    Cuarta distinción: ateos católicos, ateos musulmanes
    Dice Gustavo Bueno en La fe del ateo:

    «La interpretación simplista (unívoca) del ateísmo monoteísta impide (teniendo en cuenta que el ateísmo es una situación a la que los hombres llegan después de haber creído en Dios) percibir diferencias importantes entre, por ejemplo, un ateo procedente del judaísmo, otra vez del catolicismo y una tercera vez del islamismo. No es lo mismo, en efecto, ser ateo judío, que ser ateo católico o ateo musulmán, de la misma manera que los emigrantes de diversos países que, ya en Londres, han olvidado sus idiomas respectivos para hablar inglés, conservan unas veces el acento pakistaní, otras el acento indonesio y unas terceras el acento ceilandés. El ateísmo tiene también, según esto, diferentes "acentos" o coloraciones: la coloración propia del ateísmo judío, el acento propio del ateísmo católico o quizá el color del ateísmo mahometano.»


    Evidentemente no es lo mismo.
    Podríamos especificar más y decir por ejemplo que no es lo mismo ser ateo católico catalán que ateo católico andaluz. O especificar más y decir ateo católico soriano o ateo católico sevillano.
    Puestos a buscar diferencias, podríamos encontrar muchas en función de la imaginación que tengamos. Pero el mismo Bueno da con la solución al problema en su ejemplo cuando dice que los emigrantes hablan todos el mismo idioma, el inglés, aunque sea con acentos diferentes, lo importante es poder comunicarse con un idioma común, lo importante es que cada colectivo de ateos, localizado en una nación determinada, al negar las respectivas religiones en las que han sido educados y después todas las demás religiones, disponen de un lenguaje en común que les permite comunicarse y ponerse de acuerdo (o no) a pesar de sus respectivas diferencias que se darán siempre.
    Porque una cosa es que el ateísmo tenga «acentos» y otra es suponer, como dice en su libro España no es un mito: «El ateo católico español, incluso en los casos de anticlericalismo más radical, sigue moldeado, en negativo, por el catolicismo. Y del mismo modo que un español, trasplantado a Inglaterra, logra hablar correctamente el inglés, pero conservando siempre el “acento español”, así también un católico “trasplantado al ateísmo” conserva siempre el acento católico, incluso en sus negaciones, y por ello no se confunde con el ateo que conserva el acento musulmán, o con el ateo que conserva el acento protestante, o con el ateo que conserva el acento budista».
    Porque entonces la distinción que sobraría sería la de ateo privativo, ateo negativo. Ya que los ateos privativos estaríamos en realidad presos de la influencia de la religión en que nos educaron para siempre de tal forma que nunca llegaríamos a la plenitud atea de los ateos negativos.
    En cualquier caso, esta opinión de Bueno entraría en contradicción con lo dicho en su artículo Sobre la obligatoriedad de la asignatura «Religión» en El Catoblepas nº 27:

    «Y habrá que tener en cuenta que los propios cursos de religión católica, desarrollados según el "método escolástico", ni siquiera constituyen un obstáculo para que el alumno pueda distanciarse, sin trauma alguno, de la misma religión».


    Quinta distinción: ateos anarquistas, ateos nazis, ateos comunistas, ateos liberales
    Evidentemente hay ideologías que son incompatibles con determinados «movimientos sociales consistentes». Un nazi no colaboraría con una ONG de ayuda a inmigrantes. Un creyente no pertenecería a una organización atea, ni un ateo a una cofradía andaluza. Un comunista o anarquista no se afiliaría a las juventudes del Partido Popular, etc.
    Luego existen otro tipo de asociaciones donde el mero hecho de entrar arrinconaría la ideología determinada para propiciar otros objetivos, como por ejemplo: una peña de un equipo de futbol, una organización ecologista, un grupo antitaurino, una asociación antitabaco, una asociación vecinal, o un grupo ateo.
    En este sentido dice Mario Bunge en su libro Filosofía política pág. 256:

    «Por último, recordemos que, afortunadamente, algunos vínculos sociales, tales como los de parentesco, amistad o vecindad, e intereses comunes de diverso tipo pueden, normalmente, superar las divisiones ideológicas. Este es el motivo por el cual personas con ideologías y lealtades partidarias muy diferentes pueden unirse a las mismas asociaciones no políticas».


    Además, Bueno elige deliberadamente estas ideologías políticas tan remarcadas (y que exceptuando el liberalismo son minoritarias en la España actual) debido a su tesis de la ecualización entre izquierda y derecha. Si hubiera elegido posturas como centroizquierda o centroderecha o socialdemocracia, dada su tesis de la ecualización, se podría decir que un grupo ateo compuesto de gentes de estas ideologías no tendrían verdaderos motivos de enfrentamiento ideológico.
    Finalmente, a la experiencia me remito, dado que existen organizaciones ateas en las que me imagino hay diversidad ideológica, esta claro que esta diversidad no merma su consistencia.

    Sexta distinción: ateos militantes, ateos no practicantes
    Habría que especificar qué se entiende por militante, si se entiende pertenecer a una organización atea o tomar iniciativas prácticas sin estar asociado a ninguna organización. (Dada la cantidad de diferencias que encuentra Bueno entre los ateos, si esto fuera cierto, no podrían existir ningún tipo de organización de esta clase, a lo sumo organizaciones ateas de un solo miembro).
    Si militantes solo fuesen los primeros habría que hacer dos distinciones: militante, no militante y practicante, no practicante. Así un ateo sería militante mientras tuviese el carnet de turno, sería practicante mientras practicase el ateísmo. Dado que no pertenezco a ninguna asociación atea, mientras escribo este artículo soy ateo practicante, cuando escucho música soy ateo no practicante.
    Pero estas distinciones no significarían un obstáculo para una «posición unitaria», a no ser que crea que «posición unitaria» solo puede significar que todos los ateos estemos asociados a la misma organización atea internacional.
    Los ateos en general, militantes o no, practicantes o no, podemos participar de esa «posición unitaria», por lo que todos rechazamos como ateos. Ésa es la base de las posteriores organizaciones ateas, cada una con sus particularidades.

    Séptima distinción: ateo anticlerical, ateo clerical
    Un ateo clerical es un oxímoron, un disparate. Yo puedo hacer una valoración de las actividades del clero actual en España y escribir una lista de cosas con las que estoy en contra y cosas con las que estoy a favor, por ejemplo: Estoy en contra de todo aquello que dependiendo del clero (particular) invade el espacio general de forma permanente. Una procesión no entraría en esta categoría, reconozco el derecho de los católicos a salir en procesión igual que reconozco el derecho de los sindicalistas a salir en manifestación, (ver mi artículo Gustavo Bueno y los crucifijos). Como es, que anuncien las misas tocando las campanas para llamar a los fieles. Es tan absurdo como si los cines anunciaran cuando empieza una película tirando cohetes artificiales, que pongan una cartelera en la entrada del templo con los horarios para información de los interesados.
    Estoy en contra de los crucifijos en los lugares públicos.
    Estoy en contra de la presencia del clero en el ejército tal como esta ahora en España.
    Estoy en contra cuando quieren tener privilegios en la enseñanza de la religión católica en los colegios públicos.
    Estoy en contra de que cuando la iglesia no alcanza para autofinanciarse lo haga el Estado al que se critica vorazmente.
    Por el contrario estoy a favor de la labor que realizan organizaciones vinculadas a la Iglesia como Caritas, de carácter social, o con los curas que se implican en luchas sociales al nivel que sea para mejorar colectivos desfavorecidos que ayudan alcohólicos o drogadictos o sin techo o inmigrantes, etc. Aunque es verdad que pienso que estas labores las debería realizar el Estado.
    Si algún día desaparecieran de la lista todas las cosas con las que estoy en contra, ¿tendría que volverme clerical? En ese momento la convivencia con el clero sería mejor que la actual, pero naturalmente seguiría existiendo la figura del cura, que es alguien a quien un ateo debe considerar como poco, profundamente equivocado en sus convicciones y como mucho, difusor de mentiras, entontecedor del pueblo y retrógrado de ideas.
    Gustavo Bueno y parte de sus seguidores, recientemente y ante el temor de la amenaza islamista ha decidido volverse ateo clerical a la vez que parece sostener la interesante teoría de que el catolicismo es una fábrica de ateos (ver mi artículo La cruz del materialismo filosófico).
    Que el lector saque sus propias conclusiones.
    No quisiera terminar este artículo sin un último comentario al mencionado texto de Atilana Guerrero. Ella cierra su artículo con tres perlas, primero dice que los ateos no pueden aceptar la libertad de pensamiento, debe referirse a los católicos, que según ella son «ateos del resto de las religiones», porque los ateos-ateos actuales defendemos la libertad de pensamiento, principalmente porque es una manera de defendernos a nosotros mismos. Segundo dice que el ateísmo es incompatible con la laicidad, esta vez le responderá Puente Ojea, dice en su libro Ateísmo y religiosidad:

    «El pensamiento ateo exige, ciertamente, la implantación efectiva del principio del laicismo como el único capaz de garantizar en la vida pública una tolerancia genuina que sitúe todas las ideologías en efectivo pie de igualdad en una sociedad democrática secularizada, y, por ello, la liquidación de toda forma de hegemonía clerical».


    La última perla no tiene desperdicio. Dice:

    «Un ateo esencial católico siempre agradecerá a la Iglesia, por el contrario, que en la batalla contra las supersticiones y las diversas creencias religiosas, ésta le allane el camino, quedando frente a frente con un rival, al menos, digno. Con lo que no podrá estar en contra de la privilegiada situación de la Iglesia en España para dar cabida a cuantas religiones "libre y democráticamente" la gente practique».


    Primero, esto lo dice repitiendo la consigna que Gustavo Bueno establece en su artículo ¡Dios salve la razón!, en el apartado titulado «El Dios de los cristianos y su papel salvador de los extravíos de la razón por los cauces de la superstición».
    La cuestión es doblemente grave porque Bueno reconoce:

    «Aún concediendo a los críticos la existencia de componentes supersticiosos de muchas prácticas utilizadas por los cristianos, bastaría tener en cuenta la progresiva extensión de sus normas y la asunción de su disciplina, para atribuir a estas prácticas la condición de "principios de racionalización", es decir, para dar cuenta de su capacidad para erigirse en criterios de "organización del caos". Por decirlo así, una superstición, cuando alcanza una universalidad y funcionalismo normativo constante y parsimonioso que le permite alcanzar la victoria sobre otras supersticiones múltiples en caótica ebullición, se constituye a sí misma como canon eficaz de "racionalización del caos"».


    Es decir cuando una superstición triunfa, cambia de nombre y se le llama «principio de racionalización».
    Luego continúa y dice:

    «El cristianismo, al oponerse a las supersticiones, estableció un canon de racionalidad que salvó en los siglos sucesivos, y en numerosas ocasiones, a la razón de la "hemorragia supersticiosa"».


    En realidad tendría que decir: «las supersticiones cristianas, al oponerse a otras supersticiones, estableció un canon de racionalidad que salvó en los siglos sucesivos, y en numerosas ocasiones, a la razón de la "hemorragia supersticiosa"».
    Lástima que el cristianismo no salvara a la razón de la «hemorragia cristiana».
    Luego dice:

    «La misma conducta de los inquisidores (sobre todo en la Inquisición española) representó en muchas ocasiones un principio de racionalidad ante la pululación de fenómenos patológicos –aquelarres, posesiones y obsesiones diabólicas, brujerías...– que habitualmente se atribuían a Satán, o ni siquiera».

    Lástima que los aquelarres, posesiones, etc., sigan existiendo todavía.
    Es decir Atilana, que no hay motivos para agradecer a la iglesia nada en la batalla contra las supersticiones, que conviven felizmente dentro y fuera del cristianismo en la actualidad. Para comprobar eso hay que tener mas contacto con católicos mundanos y menos con católicos académicos o leer revistas como El Escéptico.
    Para finalizar, las distinciones elegidas por Bueno, en ningún caso serían un impedimento para una posición unitaria atea. Posición ésta con la que los miembros del materialismo filosófico deberían colaborar en lugar de obstaculizar buscando distinciones absurdas, o queriendo desmarcarse del resto de ateos a toda costa con supuestos argumentos o descalificaciones detrás de los cuales sólo hay elitismo o clasismo (sólo cabria hablar de ateos académicos que serían ellos y de ateos mundanos, vulgares, indoctos, simplistas, ingenuos, univocistas y papanatas, que seríamos todos los demás).
    Todavía peor que eso es alinearse con el clero en la defensa del crucifijo o en contra del matrimonio gay o en contra del aborto.

  4. La virgen de la cocaína

    viernes, noviembre 27, 2009


    EFE- El film mexicano Morenita, el escándalo promete caldear los ánimos con el cartel que lo promociona, en el que se ve a la virgen de Guadalupe, símbolo nacional, delineada con lo que parece cocaína y junto a tres balas
    «El bien y el mal están en el mismo cartel, yo quiero ponerlo como un símbolo», ha explicado en conferencia de prensa el director de la cinta, el mexicano Alan Jonsson, quien ha reiterado en varias ocasiones que no busca ofender a nadie con la imagen, pero ha admitido que se buscó llegar hasta una imagen que llamara la atención.
    «Ser mexicano es ser guadalupano», ha explicado en referencia a la devoción que profesa gran parte del país y que hace a la «morenita del Tepeyac» medular para México. La virgen de Guadalupe es un icono de la identidad mexicana.
    Morenita, el escándalo narra cómo un joven, por una deuda con el narcotráfico, se ve forzado a robar la imagen sagrada de la virgen expuesta en la Basílica capitalina, corazón religioso del país.
    La imagen, protegida en la realidad por fuertes medidas de seguridad, quedó grabada en el ayate (poncho) del indígena Juan Diego después de que se le apareciera la virgen, según la tradición.
    Hace siete años, el estreno de El crimen del Padre Amaro, protagonizada por Gael García Bernal, fue objeto de fuertes protestas, debido a que cuestionaba el celibato, involucraba una imagen de la virgen, y hablaba de aborto.
    «La gente ha cambiado, ya no es tan fácil que se impresionen tanto», ha apuntado por su parte el crítico de cine Gerardo Gil, aunque el 90% de los mexicanos se declara católico, según datos oficiales.
    Gil ha descartado que los grupos de presión se hayan interesado por Morenita, ya que el filme no transgrede ningún dogma católico y «también han aprendido a no hacerlo» para no dar publicidad extra a una obra.
    «El director quiso generar la polémica, pero a la hora de la hora le tembló la mano», ha añadido el crítico, que ha agregado que lo que se cuestiona no es si la imagen es o no legítima, «sino la moral que hay detrás de eso».
    Jonsson rodó la peregrinación anual para honrar a la virgen, que atrae a millones de personas cada 12 de diciembre, y enseñó el material a la curia, que lo tomó como parte de un documental.
    La Iglesia aún no se ha pronunciado públicamente sobre el tema, pero, con polémica o sin ella, el protagonista del film, Horacio García, considera que estrenar la película, tal y como está el cine mexicano, y encima con 200 copias, «ya es un milagro».


  5. Nobel de Física y «apóstol del ateísmo»

    miércoles, noviembre 11, 2009

    © Daniel Utrilla
    Publicado en El Mundo

    Contraviniendo todas las leyes de la Física, Vitali Ginzburg no dejó de trabajar ni un solo día después de cumplir los 90 pese a la insuficiencia cardiaca que lastraba su salud.
    Nobel de Física en 2003 por sus aportaciones a la teoría de los materiales superconductores (fue el octavo ruso galardonado con este premio), Ginzburg participó en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno de la URSS (probada en 1949), y se convirtió en un fervoroso apóstol del ateísmo tras la caída del régimen comunista.
    Ginzburg, cuya actividad intelectual abarcó la Astrofísica, la Radioastronomía (estudió el origen de la radiación cósmica, la corona solar y los campos magnéticos intergalácticos), la Termodinámica de los fenómenos ferroeléctricos e incluso la Óptica de cristales, no creía en nada más allá del mundo físico. Ateo confeso y materialista convencido, remitió en 2007 junto con otros 10 científicos una carta abierta a Vladimir Putin, entonces presidente de Rusia, en la que criticaba el papel exagerado de la Iglesia Ortodoxa en la sociedad y satanizaba la enseñanza de Religión en las aulas. «Si creyera en Dios, me despertaría cada mañana diciéndole: "Gracias, Señor, por haber hecho de mí un físico teórico"», bromeó una vez en una entrevista televisada.
    A lo largo de sus 93 años de vida, Ginzburg demostró una capacidad de trabajo sobrenatural. Durante 40 años impartió puntualmente un seminario semanal en el Instituto de Física de la Academia de las Ciencias de Rusia, una cita intelectual que uno de los entusiastas que participaban en ella definió una vez como «orgía cerebral». En 2001 Ginzburg ofició el último de sus 1.700 seminarios.
    Por encima de sus pobladas cejas se extendía uno de los cerebros más brillantes de la Física teórica de la Unión Soviética. Ginzburg quedó imantado por la Física ya desde su más tierna infancia, cuando los boletines científicos desplazaron a los cuentos como lecturas de cabecera.
    Nacido en 1916 en el seno de una familia judía de ingenieros, sólo pudo estudiar cuatro años en la escuela, debido a que su escolarización se vio interrumpida por las reformas educativas impuestas por Lenin.
    Ginzburg se sacó el graduado escolar cuando ingresó en la universidad. En 1938 se graduó en la Facultad de Física de la universidad MGU, y en 1942 se doctoró coincidiendo con la invasión nazi de la URSS. Aquel invierno Ginzburg lo pasó en Kazán, donde el frío lo atenazó, apenas tenía comida y el agua se congelaba en la habitación. En 2003, en la ceremonia de entrega del Nobel de Física, bromeó acerca de aquel crudo invierno en Kazán, en el que situó el origen de su inexplicable atracción por «las bajas temperaturas», condición clave para que los materiales se transformen en superconductores de electricidad.
    Entre 1942 y 1962, encabezó la cátedra de transmisión de ondas en la Facultad de Física de Gorki (actual Nizhni Novgorod). A finales de los 40, Ginzburg comprobó, además, que no había en el mundo físico sustancia más inflexible que la muralla del Kremlin: el antisemitismo oficial cargó contra él después de haberse casado en segundas nupcias con una mujer acusada en 1944 de participar en un complot contra Stalin.
    Cuando su destino ya parecía marcado con plomo, fue reclutado para participar en la fabricación de la primera bomba de Hidrógeno junto al académico Andrei Sajarov. Por ello recibió la orden de Lenin y el premio Stalin de primer nivel. «Me salvó la bomba de hidrógeno», confesó Ginzburg en un artículo escrito para la comisión del premio Nobel.
    En 1951, sin embargo, fue apartado del proyecto en medio de una nueva ola de antisemitismo desatada por Stalin, cuya muerte en 1953 lo salvó de forma providencial de una condena segura.
    Ginzburg compartió el premio Nobel con Alexei Abrikosov y Anthony Leggett por sus aportaciones a la teoría de la superconductividad, que desarrolló en 1950 junto con el eminente físico Lev Landau. Las aplicaciones de la superconductividad se encuentran hoy en las máquinas de resonancia magnética de los hospitales e incluso en circuitos digitales y filtros de radiofrecuencia para estaciones de telefonía móvil. Ginzburg también formuló teorías sobre la propagación de ondas electromagnéticas en plasmas y el origen de la radiación cósmica.
    Autor de más de 400 artículos científicos, y de 12 monografías que son libros de cabecera para miles de científicos, Ginzburg fue redactor jefe de Éxitos de las ciencias físicas, una de las más influyentes revistas científicas de la URSS
    «Soy materialista, soy ateo, y soy partidario de la democracia, de la democracia y una vez más de la democracia», dijo en una de sus últimas entrevistas consciente de que la democracia, más que una ciencia exacta, es casi un milagro.
    No en vano, Ginzburg dirigió en 2005 un llamamiento para impedir el deslizamiento de Rusia hacia el pasado totalitario.
    Vitali Ginzburg, científico, nació el 4 de octubre de 1916 en Moscú, donde murió el 8 de noviembre de 2009.

  6. Un ateo toca tu puerta

    lunes, octubre 26, 2009


    © Alejandro Agostinelli
    En Magia Crítica

    Dos ateos militantes salieron a golpear puertas, tocar timbres e interceptar transeúntes para predicar la inexistencia de Dios. Visitaron Salt Lake City, Utah, estado donde cerca del 60 % de la población es mormona.
    Llevaron bajo el brazo un ejemplar de El origen de las especies, escrito por el profeta secular, Charles Darwin, y muchas pero muchas ganas de explicar por qué la Santa Biblia es puro cuento.
    En este videíto, que conocí gracias a Moisés Garrido, muestran cómo les fue.
    ¿Cómo reaccionas cuando un mormón o un Testigo de Jehová toca tu puerta?

    Ver también aquí.

  7. Saramago apunta contra Benedicto

    martes, octubre 20, 2009


    © Juan Lara
    Efe

    El Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago, ha acusado al papa Benedicto XVI de «cinismo» y ha dicho que a la «insolencia reaccionaria» de la Iglesia hay que responderle con la «insolencia de la inteligencia viva».
    «Que Ratzinger tenga el valor de invocar a Dios para reforzar su neomedievalismo universal, a un Dios que jamás ha visto, con el que nunca se ha sentado a tomar un café, demuestra solamente el absoluto cinismo intelectual del personaje», expresó Saramago en un coloquio con el filósofo italiano Paolo Flores D’Arcais, quien publica Il fatto quotidiano, en coincidencia con su visita a Roma.
    Saramago se encuentra desde ayer en la capital italiana para presentar su libro Los cuadernos y reunirse con amigos italianos, como la Premio Nobel de Medicina 1986, Rita Levi Montalcini.
    En su charla con Flores D’Arcais, Saramago aseguró que él es un ateo «tranquilo», pero que ahora está cambiando de idea.
    «A las insolencias reaccionarias de la Iglesia católica hay que responder con la insolencia de la inteligencia viva, del buen sentido, de la palabra responsable. No podemos permitir que la verdad sea ofendida todos los días por presuntos representantes de Dios en la Tierra, a los que en realidad sólo les interesa el poder», afirmó.
    Según Saramago, a la Iglesia le importa poco el destino de las almas y lo que siempre ha buscado es el control de sus cuerpos. «La razón –añadió– puede ser una moral, usémosla».
    A la pregunta de si el escaso compromiso de escritores e intelectuales puede ser una de las causas de la crisis de la democracia, el escritor luso respondió que sí, pero que no sólo de ellos, ya que es toda la sociedad la que está en esas condiciones y ello lleva a una crisis de autoridad, de la familia, de las costumbres, una crisis moral en general.
    Saramago advirtió que en Europa está creciendo el fascismo y se mostró convencido de que en los próximos años «atacará con fuerza», por lo que –señaló– «tenemos que prepararnos para afrontar el odio y la sed de venganza que los fascistas están alimentando».
    «Aunque está claro que se presentarán con máscaras pseudodemocráticas, algunas de las cuales circulan ya entre nosotros, no debemos dejarnos engañar», subrayó.
    Saramago también tuvo tiempo para criticar al primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi.
    En declaraciones al diario ex comunista L’Unita, indicó que Berlusconi es la «enfermedad del país» y ayer en la charla con Flores D’Arcais expresó que lo que más caracteriza a la izquierda, en el plano internacional, es su «falta de ideas».
    La derecha, según Saramago, no necesita ideas para gobernar y ello se ve en Berlusconi, «que no tiene ninguna», pero la izquierda si no tiene ideas, no tiene nada que ofrecer a los ciudadanos, aseguró.
    La visita de Saramago a Roma se produjo un día antes de que hoy salga a la venta su reciente libro, Caín, en el que vuelve a ocuparse de la religión.
    Caín, la nueva novela de Saramago, saldrá a la venta hoy en español, portugués y catalán tanto en la Península Ibérica como en América Latina, aunque el autor ha escogido su propio país para presentarla.
    La esposa y traductora al español del escritor, Pilar del Río, confirmó a Efe que Saramago hará la presentación de su obra el domingo en un festival literario en el norte de Portugal.
    Casi un año después de publicar El viaje del elefante, Saramago cambia su registro irónico y cervantino por una novela de ficción que desgrana el mito bíblico de Caín desde una óptica nada religiosa, que recuerda a su controvertida El evangelio según Jesucristo (1991).

  8. Darse cuenta

    domingo, octubre 11, 2009


    Viñeta de Alberto Montt.
    Visto en Dosis Diarias.
    Gracias, Débora.

  9. La creación de Darwin

    jueves, octubre 01, 2009

    Se viene esta película. Me alegro por la misma, y porque está protagonizada por esa bella criatura llamada Jennifer Connelly.


  10. El día que el periodismo mató a Dios

    miércoles, septiembre 23, 2009



    © William Grimes

    Cualquier periodista quiere escribir un artículo que sea la sensación, y John T. Elson, editor de temas religiosos en la revista Time, no era una excepción. Pero en 1966 consiguió más de lo que hubiera podido esperar.
    Durante más de un año, Elson había trabajado en un artículo que examinaba radicales nuevas aproximaciones a la idea de Dios que había ido ganando contenido en seminarios, universidades, y con el público en general.
    Una vez completado, se convirtió en portada del ejemplar del 8 de abril, según se acercaba la Semana Santa. La propia portada atrapaba tu atención, la primera en los 43 años de historia de la revista en aparecer sin fotografía o ilustración alguna. Letras gigantes en color rojo sangre contra un fondo negro deletrando la pregunta «¿Dios ha muerto?»
    El ejemplar causó una sensación sólo igualada por el comentario hecho por John Lennon meses después en una revista para adolescentes afirmando que The Beatles eran más famosos que Jesucristo. El ejemplar con el «¿Dios ha muerto?» resultó ser el ejemplar más vendido en más de 20 años y provocó 3.500 cartas al director, el mayor número en su historia. Permanece como un momento clave de la década de los 60, testimonio de los cambios sociales que transformaban a los Estados Unidos.
    El tranquilo y estudioso Elson, fallecido el pasado 7 de septiembre a la edad de 78 años, no era en realidad un sensacionalista, y su artículo, para cualquiera que decidiera pasar de la portada, reflejaba su exquisita formación académica. Tibiamente titulado en el interior como «Hacia un Dios Escondido» comenzaba así: «¿Dios ha muerto? es una pregunta que excita tanto a los creyentes, quienes secretamente temen que así sea, como a los ateos, quienes probablemente sospechan que la respuesta es no».
    Durante seis páginas los lectores eran guiados a través de una controversia teológica y un panorama religioso en desplazamiento. Estaban sucediendo profundos cambios en la relación entre los creyentes y su fe, que se expresaban a través de las palabras de gente tanto eminente como ordinaria, enfrentandose a problemas fundamentales. Se citaba a Simone de Beauvoir, Claude Lévi-Strauss, Billy Graham o William Sloane Coffin. Pero también a un paseante en Tel-Aviv, a una clérigo holandesa y a un guionista de Hollywood.
    Más de 30 corresponsales en el extranjero fueron implicados en el proyecto, llevando a cabo hasta 300 entrevistas para medir el pensamiento contemporáneo sobre Dios y el mundo.
    «Secularización, ciencia, urbanización, todo hace comparativamente fácil para el hombre moderno preguntarse dónde está Dios ahora y difícil para el hombre de fe dar una respuesta, incluso a sí mismo» escribió Elson.
    John Truscott Elson había nacido el 29 de abril de 1931 en Vancouver. Su padre, Robert T. Elson pasó de reportero en Canadá a editor de alto nivel en Time y Life, y ayudó a escribir dos volumenes de la serie de tres Time, Inc., la historia oficial de la revista. Murió en 1987.
    John Elson fue educado en la Escuela de San Anselmo en Washington, y recibió su título de bachiller en 1953 en Notre Dame, además de un título de maestro en Inglés en Columbia en 1954.
    Ese año se casó con Rosemary Knorr. Ella cuenta que su marido muere en su casa de Manhattan después de dos años de salud muy delicada. Sobreviven a Elson también dos hijos, Hilary Elson Alter y Amanda Elson; dos hermanas, Elisabeth Elson y Brigid Elson, un hermano, R. Anthony Elson, y un nieto.
    Después de servir para la fuerza aerea en Japón, Elson trabajó para la agencia de prensa canadiense antes de ser fichado por Time y ser asignado a sus oficinas en Detroit. Como editor comenzó desde abajo, trabajando en distintos departamentos, llegando a alcanzar el puesto de editor jefe. Colaboró en la edición de todas las secciones de la revista excepto la dedicada a los negocios. Se retiró en 1987 pero siguió escribiendo para la revista hasta 1993.
    Como editor de temas religiosos Elson dejó su más profunda huella. Escribió numerosos artículos de portada sobre temas religiosos, y su «¿Dios ha muerto?» fue el décimo. Su seria cobertura sobre estos temas y argumentos hasta entonces sólo era posible encontrarla en revistas más especializadas.
    «Era Católico, con C mayúscula, y con c minúscula en sus intereses, profundamente y ampliamente leído» dice Jim Kelly, antiguo editor jefe de Time en una entrevista concedida la pasada semana. «Su capacidad para absorber una gran cantidad de información y transformarla en una historia legible era asombrosa».
    Sin duda Elson tocó un nervio. Los clérigos respondieron al desafío lanzado por la portada con el «¿Dios ha muerto?» en sus sermones dominicales. Las publicaciones y periódicos religiosos también se lanzaron. El titular que muchos leyeron no como una pregunta sino como un simple «Dios ha muerto» provocó una gran sensación.
    «Su fea portada es un desafío blasfemo y, tratándose de las vísperas de Semana Santa, una afrenta a cualquier judío o cristiano creyente» escribía un lector. Otros escribieron también para explicar su fe de forma fervorosa. Los ateos se limitaron a regodearse.
    Algunos consiguieron explicar sus sensaciones con una sola palabra. Norine McGuire desde chicago respondió al bombazo de Time con un simple «Señor: No». Inmediatamente debajo de su carta Time incluyó la de Richard L. Storatz desde Notre Dame, que decía: «Señor: Sí».

    Más sobre Dios en La Media Hostia.

  11. Idea de cuerpo

    viernes, septiembre 11, 2009

    Cuerpo (Idea de) / Materialismo filosófico / Materialismo corporeísta / Sujeto operatorio como sujeto corpóreo



    La Idea de «Cuerpo» ocupa un lugar privilegiado en el sistema del materialismo filosófico. El materialismo filosófico no es, desde luego, un corporeísmo (en cualquiera de sus versiones, como pudiera serlo la del corpuscularismo de los atomistas griegos) porque no reduce la materia a la condición de materia corpórea [ver aquí y aquí]. Hay materias incorpóreas, y no solamente contando con la materia segundogenérica o terciogenérica, sino también contando con contenidos propios de la materia primogenérica [ver aquí y aquí] (una onda gravitacional einsteiniana [h=g-g0] determinada por una masa corpórea que deforma el espacio-tiempo, no es corpórea ni másica; algunos físicos llegan incluso a considerarla como una «onda inmaterial» denominación absurda desde el punto de vista materialista, que sólo se explica en el supuesto de una ecuación previa entre materia y corporeidad).
    Sin embargo, la materia corpórea, los cuerpos, no son «un tipo de realidad entre otros» o incluso un tipo de realidad comparativamente irrelevante, sobre todo cuando se tiene en cuenta «la amplitud inabarcable de los procesos materiales que nos abre la perspectiva de la materia ontológico-general» [ver]; porque no es imposible fingir la posibilidad de situarnos en la perspectiva de esa materia ontológico-general en un momento «anterior» a la «aparición de los cuerpos» entre otros millones y millones de seres, como es imposible fingir, al modo de la Ontoteología, que podamos situarnos en la perspectiva de un Dios creador en el momento anterior a la «aparición de los Espíritus» (Querubines, Serafines...., Arcángeles...). Nuestros punto de partida es siempre el «mundo de los cuerpos». Y aun cuando desde un punto de vista ontológico regresemos a una perspectiva global desde la cual los cuerpos se nos den como una mera subclase de realidades (y ello, tanto si esta perspectiva global es la de la Ontoteología neoplatónica, como si es la perspectiva del «vacío cuántico», o de la Doctrina de los Tres Géneros de Materialidad), no cabe fingir que podamos situarnos en algún tipo de realidad incorpórea, aunque se postulase como material, para deducir o derivar de ella a los cuerpos, como pretenden algunos físicos contemporáneos (pongamos por caso Gunzig o Nordon cuando postulan un «vacío cuántico» y unas «fluctuaciones cuánticas» dadas en ese vacío y capaces de «desgarrar» el espacio-tiempo de Minkowski para dar lugar al mundo de los cuerpos sin necesidad de pasar por una singularidad correspondiente a un big-bang).
    Es imposible evitar el «dialelo corporeísta»: para «deducir» a los cuerpos hay que partir ya de los cuerpos. En efecto, la «deducción», como cualquier otra deducción racional, implica la actividad de un sujeto operatorio; pero el sujeto operatorio es un sujeto corpóreo (las operaciones racionales son operaciones «quirúrgicas», que consisten en separar o aproximar cuerpos) [aquí, aquí y aquí]. Lo que decimos de los cuerpos, por tanto, respecto de la realidad (o del Ser) en general, tenemos que decirlo también de los vivientes, respecto de los cuerpos: los vivientes orgánicos (descartado, por supuesto, el hilozoísmo) constituyen una subclase relativamente insignificante en proporción con la extensión desbordada de los cuerpos abióticos; sin embargo, no cabe fingir que nos situamos en el plano de los cuerpos en general, puesto que el sujeto operatorio no es solamente un cuerpo, sino un cuerpo viviente. Y no habiendo ninguna razón para suponer que puedan existir vivientes incorpóreos (es decir, espíritus) será preciso concretar la referencia del materialismo filosófico a los cuerpos a través de los sujetos corpóreos vivientes, redefiniendo al materialismo, en cuanto opuesto al espiritualismo, como la concepción que afirma la condición corpórea de todo viviente. Afirmación que no implica la recíproca, por cuanto la tesis según la cual todo viviente es corpóreo no implica que todo ser corpóreo haya de ser viviente. Ahora bien, un sujeto operatorio solamente puede desarrollar su actividad entre otros cuerpos de su entorno. El «mundo de los cuerpos» se nos presenta, por tanto, como el mismo espacio práctico (operatorio) de los sujetos racionales y la conservación de los cuerpos de estos sujetos corpóreos como la «primera ley» de la sindéresis, como el principio mismo de la ética [aquí]. Es preciso, en conclusión, partir de los cuerpos y regresar desde ellos, a lo sumo, a la materia incorpórea, pero sabiendo que el progressus [aquí] desde esta materia a los cuerpos, no es originario, sino, en virtud del «dialelo corpóreo», dialéctico.
    Por lo demás, la importancia de estas consideraciones es muy grande, sobre todo por sus consecuencias críticas en relación, principalmente, a ciertas formulaciones actuales del llamado «principio antrópico», particularmente del llamado «principio antrópico final». Si quienes lo postulan llegan a afirmar que «la evolución del universo, desde su originario estado de plasma electrónico, está orientada a hacer posible la vida formada sobre el carbono» (Wheeler: «El Universo es tan grande [y, por tanto, en función de la teoría de la expansión, tan viejo] porque sólo así el hombre pudo estar aquí») es simplemente porque, ignorando el dialelo corpóreo, creen poder situarse en un plasma electrónico sustantivado, o incluso en un vacío cuántico anterior a los cuerpos, cuando, en rigor, aquel plasma o este vacío, como cualquier otra disposición de la materia primogenérica (no sólo incorpórea, sino incluso abiótica), sólo puede sernos dada desde la perspectiva del «mundo de los cuerpos» sobre los que actúan los sujetos operatorios corpóreos.

    El materialismo filosófico prescribe partir, por tanto, del sujeto operatorio actuando ante otros cuerpos, así como del análisis de las condiciones («fenomenológicas») implícitas en esta situación dialécticamente originaria. Este análisis nos permitirá, por ejemplo, precisar que el «punto de partida» no es tanto la consideración de la «inserción del hombre en el mundo» (consideración que arrastra una excesiva construcción metafísica: «Mundo», «Hombre»), sino la constatación de la actuación de sujetos operatorios concretos (dados en el campo antropológico-histórico) ante cuerpos de su entorno también muy precisos, y en esto cabe cifrar el «privilegio» que el materialismo filósofico reconoce a los cuerpos, y más precisamente, a los cuerpos vivientes, puesto que los sujetos corpóreos son organismos en el conjunto de la realidad, de la materia. El análisis fenomenológico de la misma actuación de los sujetos operatorios (en operaciones tales como «empuñar una hacha de silex», «disparar una flecha», pero también «masticar» o «aprehender el alimento») nos permite constatar la condición apotética de los cuerpos a los cuales el sujeto corpóreo aplica sus operaciones [aquí, aquí, aquí y aquí].
    Los cuerpos se presentan al sujeto operatorio como volúmenes sólidos (o próximos al estado sólido o al menos dados en función de este estado) más o menos alejados del propio sujeto que se aproxima a ellos, para componerlos o desgarrarlos (a fin de llevárselos a la boca) o para huir de ellos: los cuerpos son originariamente, desde el punto de vista fenomenológico, «bultos» y aun bultos animados (es decir, otros sujetos operatorios, humanos o no humanos: «bulto» procede de vultus = rostro); los cuerpos son, por tanto, volúmenes tridimensionales y su tridimensionalidad habrá que considerarla como constitutiva de la propia estructura de los cuerpos, es decir, no podrá ser «deducida» o «derivada» (y esto en virtud del «dialelo corpóreo») a partir de cualquier tipo de realidad incorpórea n-dimensional (apelar a la «estructura tridimensional del ojo» que percibe los cuerpos tridimensionales para explicar la tridimensionalidad de los mismos, como hacía H. Poincaré, es incurrir en el dialelo con el agravante de tratarlo como si fuese un principio explicativo; fundar la tridimensionalidad del universo físico alegando el «principio antrópico», como hacen algunos defensores del «principio antrópico fuerte», es también incurrir en el dialelo corpóreo). Los espacios n-dimensionales son construcciones lógico-matemáticas (no físicas) derivadas de los espacios corpóreos. Por ello la pregunta: «¿por qué los cuerpos de nuestro entorno son tridimensionales y no tetra, penta o n-dimensionales?» es capciosa, porque supone que pueden existir cuerpos de más de tres dimensiones, cuando lo que sucede es que si el mundo de los cuerpos no tuviese tres dimensiones no sería mundo porque el sujeto operatorio tampoco sería corpóreo.
    El mundo de los cuerpos tiene, por tanto, el privilegio gnoseológico de ser el horizonte obligado desde el cual se desarrolla el regressus hacia tipos de realidad material no corpórea; pero este privilegio gnoseológico no ha de confundirse con un privilegio ontológico, en el sentido del materialismo corporeísta. Aun cuando, en virtud del «dialelo» todos los contenidos corpóreos abióticos, pero también los contenidos incorpóreos del Mundo, hayan de considerarse como determinados a partir del Mundo constituido a escala de los sujetos corpóreos vivientes (hombres y animales, por lo menos a partir de los celomados, en cuanto se conforman como «cavidades» en el conjunto del Mundo de los cuerpos) sin embargo es evidente que la misma dialéctica del progressus al mundo de los cuerpos, tras el regressus a lo incorpóreo material, nos obliga a retirar cualquier tendencia a la sustancialización del mundo fenoménico de los cuerpos en beneficio de una visión de este mundo como mundo de apariencias, si no de apariencias subjetivas, sí de apariencias objetivas (de los cuerpos ante otros cuerpos), dadas en función, no solamente de materiales incorpóreos especiales (ondas electromagnéticas o gravitatorias), sino también de la materia ontológico general. Esta conclusión obliga, a su vez, al materialismo filosófico a retirar cualquier tendencia a concebir el Universo de forma que se aproxime al tipo de una Scala Naturae, según la cual fuera posible establecer, como un primer escalón, una primera capa abiótica, o incluso incorpórea, a la que sucesivamente fueran agregándose los restantes «niveles emergentes de complejidad» hasta llegar al hombre. La teoría de los escalones según niveles de complejidad es uno de los resultados del desconocimiento del dialelo corpóreo-viviente (si es más baja la complejidad de ciertos niveles de integración es debido a que proceden del análisis de niveles de complejidad comparativamente superior, pero no porque lo sean en sí mismos). La capa de complejidad «más baja» que se supone dada en el intervalo que va de 0 a 10-43 segundos en la «singularidad originaria», no constituye, en definitiva, el «primer escalón ontológico» del universo material, sino, a lo sumo, el «primer escalón gnoseológico» establecido desde las categorías físicas [aquí].

    Artículo del Diccionario filosófico, de Pelayo García Sierra.