Antonio de Pereda: Alegoría de la vanidad |
Los siguientes son sendos divertimentos en forma de versos para el viejo adversario Daniel Vicente Carrillo, ante el enojo demostrado al decirle que no quiero leer libros como el que acaba de publicar y que se presenta como una obra con la que «se ha querido resucitar las doctrinas platónicas no escritas y los principios de la filosofía escolástica, a mayor gloria de Dios».
por Fernando G. Toledo
Verdades que rasgan derroches vanos
Te dirá él que es su obra
«única en nuestra era».
¡Qué curiosa maniobra!
Extraña cosa fuera
que fallara en la crítica
el mismísimo autor.
Yo agregaría «mítica»,
«de incontable valor».
Que soberbia no falte,
ya que vana es la empresa,
vale que lo resalte,
de aquel que le interesa
ignorar el presente.
Por esto no es sarcástica
la etiqueta que cuente
que exenta y escolástica
es tal filosofía.
Lo visto en adelantos
muestran esa porfía
que hace ya mucho tantos
supieron practicar.
Si cree tener dotes
de un alto visionario,
será fácil que notes
que se asoma un falsario.
Diremos de tal modo,
con misma autoridad:
según parece todo
es pura vanidad.
No esperes encontrar
un agua cristalina,
ni sustancia divina
se va allí revelar,
mas sí un embuste aciago
de pajillero afán:
pues «La piedra en el lago»
la ha lanzado Onán.
Pero ¡suerte! deseamos,
ya que le hace ilusión.
Muy atentos estamos
por si revienta Amazón.
El Onán plagiario se victimiza (soneto)
Casi al pasar lo dijo sin sonrojo:
que una obra maestra había escrito.
Que su piedra en el lago era un hito
que, además, exigía dignos ojos.
A nadie le sorprende ese manojo
de silogismos, frases y refrito,
mas sí la vanidad de Danielito.
Debe poner las barbas en remojo.
Por las dudas de víctima se viste,
una pose que es pura propaganda,
sufriendo a los injustos dice que anda.
Sabemos, como Dios, que eso no existe.
Curiosa esta versión nueva de Onán:
copiarle a la Escolástica es el plan.
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